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En la comunidad de Ramalito, territorio del pueblo indígena kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, hubo un ritual. Se reunieron los manos, que son las autoridades espirituales de esta comunidad y, después de pedir permiso a través del pensamiento, entregaron una mochila que contenía una grabadora y elementos sagrados. Ese fue el inicio de la investigación para reconstruir la historia de la violencia que ha padecido este pueblo y su territorio. En cada comunidad se hizo de acuerdo con sus costumbres y tradiciones. Así se comenzó a construir el informe de memoria histórica de los 102 pueblos indígenas de Colombia.
Óscar Montero, indígena kankuamo y coordinador del informe desde la ONIC (Organización Nacional Indígena de Colombia) explica que este “pagamento” es importante porque así se puede abrir el camino para que lo que se haga salga bien, que no tenga tropiezos, “que mantenga el equilibrio y la armonía de lo que queremos que se haga. Como esto es un tema de contar los muertos, las masacres, los desplazamientos... en gran medida contar todo lo negativo que nos ha pasado, entonces debemos pagar en pensamiento y elementos propios de la comunidad para que los padres y madres espirituales nuestros, que tienen ese don de poder sanar este tipo de situaciones, puedan escuchar y procurar para que no se repita”.
Entonces vino trabajo de campo. Durante más de dos años investigadores de la ONIC y del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) recopilaron la memoria viva de estos pueblos, la jurisprudencia que los ampara y los documentos que han contado su historia. Además, agregaron recomendaciones para que el genocidio contra los pueblos indígenas se detenga, opina Montero.
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El informe está programado para lanzarse a finales de este año, pero ya mostraron una parte de esta investigación a través del portal digital "Tiempos de vida y muerte". “El sitio web es un gran telar donde está la vida de los pueblos indígenas. Está configurado por los principios de lucha, resistencia, pero también interrumpidos y alterados por una violencia externa hacia las comunidades ancestrales”. Luego, hay dos entramados y cada uno tiene tres tejidos, lo que la población no indígena podría catalogar como capítulos. Ahí esta la historia de los pueblos y también la violencia contra ellos, que no comienza con el conflicto armado. Igualmente, hay una espiral del tiempo, conceptos, imágenes, videos e infografías que recogen su memoria. Estos son algunos de los hallazgos.
La red vital y la mala muerte
“Encontramos en esta investigación muchas formas propias de las comunidades de nombrar situaciones en el conflicto armado. Además, pudimos configurar conceptos propios con los que nos sentimos identificados”, dice Montero, refiriéndose a los conceptos de la red vital y la mala muerte.
El primero “no es más que ese gran tejido de vida que los pueblos desarrollan en los territorios de las comunidades, pero este territorio ha estado amenazado desde la misma llegada de la supuesta conquista hasta la fecha. También por los intereses en el control territorial, las amenazas de las multinacionales, de las propuestas de desarrollo con el tema de las represas, el tema de minería a gran escala, también interrumpida por los grupos armados, legales o ilegales, que hacen afectaciones al territorio”.
El segundo, la mala muerte, parte de la concepción que tienen los pueblos sobre los ciclos de la vida. La muerte es natural, es el paso de un mundo a otro, pero la muerte violenta interrumpe esos ciclos en las personas, las comunidades y todo lo que hay en la tierra.
El genocidio
“Se trata de contar nuestra historia de violencia que se repite cada siglo, pero es la misma búsqueda de exterminar a los pueblos y de homogeneizar para impedir que existamnos en medio de la diferencia y la diversidad étnica y cultural que realmente expresa un país como Colombia”, añade Montero.
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Entonces, el genocidio comienza cuando los españoles pisaron este continente y continúa en cada periodo de violencia que ha vivido Colombia. En esta investigación pudieron evidenciar que de los 102 pueblos indígenas que existen actualmente, 70 de ellos están en riesgo inmidente de ser exterminados física y culturalmente: 31 en riesgo de extinción por número de población y 39 en riesgo exterminio físico y cultural. Es decir, casi el 70% de ellos.
Además, documentaron más 120 masacres contra población indígena, cuyos victimarios han sido los actores armados legales e ilegales, lo cual aún no se detiene. La ONIC lleva registro de 158 líderes indígenas asesinados después de la firma del Acuerdo de Paz entre el Estado y las Farc, y 97 se han registrado en el primer año del gobierno de Iván Duque, principalmente en Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Chocó y en la región del Catatumbo. “Han sido autoridades, guardias, comunicadores, han tenido algún cargo de liderazgo en las comunidades y los asesinaron, como lo hemos evidenciado, por la defensa del territorio y de los principios de unidad, cultura, autonomía de las comunidades indígenas”, cierra Montero.
Recomendaciones
La primera es la necesidad de una adecuación institucional del Estado colombiano. “Eso ayudaría a reducir las brechas de discriminación, de racismo estructural y de exclusión en el país. Se debe empezar a mostrar la historia de los pueblos indígenas desde nosotros mismos. Aquí no nos conquistó Colón, aquí hubo el exterminio más grande de la humanidad”, dice el coordinador del informe.
Y la segunda es más una petición con mensaje de urgencia: que se detengas ya los crimenes contra los pueblos indígenas de Colombia. No quieren que sus hijos y nietos repitan lo que han vivido.