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La Comisión de la Verdad ya está preparando el encuentro público que pidieron el exjefe de las Auc Salvatore Mancuso y el exjefe de las Farc Rodrigo Londoño, para revelar sus versiones sobre cómo políticos, militares y otros civiles financiaron y apoyaron el conflicto armado. Después de cartas, mensajes y llamadas, el presidente de este organismo, Francisco de Roux, les contesta públicamente y dice que no será un espacio de glorificación de los victimarios.
¿Cómo recibió las cartas de Mancuso y de Rodrigo Londoño pidiendo una sesión conjunta para hacer sus aportes a la verdad?
Las recibí con esperanza. La decisión de ellos de llegar a la Comisión para contribuir a la verdad y reconocer responsabilidad augura que tendremos más elementos para comprender el conflicto armado interno, primero en la afectación a las víctimas y luego en las afectaciones a la sociedad, a las instituciones y a la democracia; y va a contribuir a que otros responsables vengan a la Comisión a participar en la búsqueda de la verdad y a dignificar a las víctimas, así como a la formulación de propuestas para detener una tragedia que ha afectado directamente a más de 9 millones de personas.
¿Por qué es tan importante tener a estas dos personas juntas en un mismo escenario?
Por la paz grande del país. En el proceso que la Comisión ha puesto en marcha es conveniente propiciar escenarios como este y mucho más cuando los participantes lo piden. Porque bien preparado, es un acontecimiento didáctico que permite ver en un momento el país futuro que soñamos, donde no hay enemigos internos y nadie tiene que sentirse amenazado ni ser informante, y donde construimos juntos en la riqueza de la diferencia el sueño compartido de la paz posible. Mancuso hace alusión al papel que ha tenido Álvaro Leyva, infatigable luchador por la paz, para motivarlos a ellos a proponer este encuentro en el escenario de la Comisión.
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¿Cómo minimizar el riesgo de que se convierta en un show mediático de dos responsables de la guerra?
La Comisión parte de tener conciencia clara de los intereses legítimos e ineludibles de los participantes y poner por encima los intereses de la búsqueda incondicional y soberana de la verdad. Es obvio que ambas partes quieren dar testimonio público de aceptación de responsabilidades, ambas quieren la protección de sus vidas cuando a los ex-Farc los están asesinando y son diez veces más las muertes violentas entre quienes se acogieron a Justicia y Paz.
El Partido Comunes busca dejar claro que ejercieron la rebelión política y que los crímenes de guerra y de lesa humanidad en que incurrieron no son los únicos hechos graves que se cometieron, ni son ellos los únicos responsables de la victimización. Mancuso ha expresado parte de sus intereses cuando dice que actuó como miembro o en conexión con el Estado —afirmación que suscita muchas preguntas—, que no quiere ser extraditado por seguridad, que pide protección a su familia y que tiene muchas cosas por revelar.
¿Qué tan conveniente es hacer el encuentro como lo proponen, con medios, plataformas de derechos humanos, ONG internacionales y la Comisión en pleno?
El encuentro propuesto lo ponemos en el interior de un proceso de verdad y reconocimiento que tuvo ya actos de participación de ex-Auc y excombatientes de los distintos grupos guerrilleros que dejaron las armas y un momento público ante los medios de comunicación, en el que se comprometieron a contribuir a la verdad y pidieron perdón al país. Tal como ellos lo proponen en las cartas, el evento es conveniente siempre y cuando, dentro de este proceso, lleve una preparación con las víctimas y con Mancuso y los miembros del Partido Comunes. Hacerlo sin esa preparación sería contraproducente e inconveniente. Ya estamos en esa preparación.
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¿Estaría dispuesto a ir al lugar de reclusión donde se encuentra Mancuso para hablar con él?
Sí, estoy dispuesto a ir a donde haya que ir para poder hablar con Salvatore Mancuso personalmente; aprecio su disposición a recibirme.
¿Las víctimas podrían hacerles preguntas a los participantes?
Las víctimas son el centro de todos los eventos que ha hecho y que haga la Comisión. Independientemente de si en el evento mismo las víctimas están o no presentes. Cuando están, tienen la prioridad como protagonistas para preguntar y comentar. Siempre las víctimas de todos los lados son el punto de referencia y de respeto máximo. Antes de empezar la pandemia nos reunimos en Pasto con mujeres de todo el país, buscadoras de sus familiares desaparecidos. El escenario fue del más profundo dolor y reclamo de justicia.
La Comisión pidió autorización a las mujeres para presentar el testimonio de tres comandantes que reconocían el crimen de desaparición forzada, un paramilitar, un militar y un guerrillero, y las víctimas se opusieron a que el testimonio se diera en el evento. Se respetó la voluntad de las mujeres que consideraron que esa presencia de responsables era una utilización abusiva de su dolor.Las víctimas no aceptan que un escenario de la Comisión de la Verdad sea plataforma de glorificación de quienes les agredieron en crímenes brutales, como consideran que ocurrió en algunos actos de “perdón” de Justicia y Paz.
Sin embargo, son las comunidades víctimas de pueblos indígenas y afros las que por propia iniciativa han tenido por teléfono a Mancuso para que les responda por agresiones dolorosas, como ha acontecido en eventos en Turbo, Chocó, Montes de María y sur del Cesar. Eventos en los que han sido interlocutores Patricia Tobón Yagarí y Leyner Palacios, miembros de la Comisión. El mismo Mancuso se refiere a esos eventos en su carta.
¿Hay necesidad de hacer un encuentro conjunto cuando por separado ya han hecho aportes, como usted mismo lo reseña?
El encuentro conjunto dentro del proceso lleva a un aporte peculiar. No es ya el acto de reconciliación en el que los dos enemigos se dan la paz, sino el aporte de una verdad nueva hacia la cual avanza la Comisión de la Verdad. Es la verdad que entrega la complejidad del conflicto armado colombiano, donde los que al final disparaban para matar o cavaban las tumbas eran ejecutores de órdenes de otros, que estaban detrás y que a su vez dependían de un enjambre de relaciones que involucraban a miembros de instituciones, a terceros políticos o financiadores.
Esta verdad compleja es indispensable. Porque para la Comisión es obvio que hay responsabilidades políticas, históricas, éticas que no pueden callarse. El conflicto no puede reducirse a la guerra entre dos aparatos armados. No es una pelea entre buenos y malos, y la verdad que se esclarece finalmente no es la puesta en evidencia de los únicos perversos y responsables. Lo que va emergiendo como verdad es un entramado sistémico de intereses de poder político y militar, de ganancias económicas, de dominación, de corrupción de jueces y funcionarios, y de penetración del narcotráfico, entre otros.
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¿La Comisión hará un cuestionario específico o se escuchará lo que quieran decir?
La Comisión participará activamente en las distintas sesiones para contribuir a que estas tengan el sentido de nuestra misión que tiene que esclarecer la verdad, dignificar a las víctimas, instar a los responsables a reconocer el mal causado, y construir entre todos caminos de no repetición y de reconciliación.
¿Qué hará la Comisión con esas verdades?
La Comisión someterá al contraste los testimonios oídos para llegar a conclusiones en el informe final que se entregará al terminar este año.
Hay mucho interés en hablar de las relaciones de los “paras” con la Fuerza Pública y con agentes del Estado civiles. ¿Cómo garantizar que esta verdad se conozca?
Más que interés es la pregunta por la verdad que se hacen millones de víctimas, de desplazados y buscadores de desaparecidos y madres de muchachos que fueron falsos positivos, que se hacen las comunidades que vivieron y han vivido el golpe del conflicto, líderes sociales y muchos colombianos y colombianas que por diversas razones vivimos por años y viven hoy en los territorios de confrontación armada.
La invitación es a responder esa pregunta en serio. Sin negacionismo. Sin renunciar a la verdad con la disculpa de proteger a las instituciones, a los partidos políticos o al Estado. No hay que temerle a la verdad. Ni utilizar la verdad para generar odios y venganzas. Hay que temerle a la mentira en la que se arropa y se prolonga la victimización oscura del conflicto. La verdad es la legitimadora sólida de las instituciones en una democracia. La verdad nos dará el futuro.
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