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Relatos de víctimas de detenciones arbitrarias

En el municipio de El Carmen de Bolívar viven la mayoría de las personas que fueron víctimas de las detenciones arbitrarias que se presentaron en la región de los Montes de María entre 2003 y 2004. Según la Defensoría del Pueblo se presentaron 328 casos.

Irina Junieles* - Dejusticia
26 de septiembre de 2017 - 11:00 a. m.
Un titular anuncia las que, luego se sabría, eran detenciones arbitrarias.
Un titular anuncia las que, luego se sabría, eran detenciones arbitrarias.

La Defensoría del Pueblo reportó en un informe que entre 2003 y 2004 un total de 328 personas fueron capturadas masivamente en el departamento de Bolívar. Estaban implicadas en 26 procesos de la Fiscalía, pero lo que se logró demostrar fue que 231 de los capturados quedaron en libertad en los meses siguientes por irregularidades en las investigaciones. La mayoría de estas personas eran defensores de derechos humanos o líderes que trabajaban por las comunidades campesinas en la región de los Montes de María, especialmente en el municipio de El Carmen de Bolívar, donde se presentaron el 52% de los casos de estas capturas. Aquí algunos relatos de las víctimas de detenciones arbitrarias.

Javier Reyes

Fotos:Juan Zarama

Fui capturado dos veces. Nosotros teníamos una finca de aguacate y yo lo negociaba con plata ajena. Me capturaron en el 2003, en mi casa en El Carmen de Bolívar, me partieron la casa y las puertas. Cuando entraron, tenía cargada a mi niña de 28 días de nacida y no les importó. Así y todo, me pegaron, me partieron la cabeza.

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Me llevaron a la sede del Idema en El Carmen de Bolívar. Ahí me metieron la cabeza en agua con hielo y a eso le ponían electricidad. Cuando me metían la cabeza, la cubeta de hielo me daba duro y el agua estaba ensangrentada. Cuando uno está en el agua, la electricidad se corre por los ojos, eso es impresionante. En una de esas me pusieron con el encapuchado y yo aproveché un momento, me le tiré encima y le quité la capucha. Le dije: “hijueputa tu qué, ¿tienes frio?”, y me cayeron todos los soldados encima.

Me capturaron por segunda vez en octubre de 2004. Cuando llegaron yo me llené de rabia y le quité el fusil a un soldado, pero menos mal no lo sabía accionar. Yo tenía un odio muy grande por dentro. Los soldados se abalanzaron y me lo quitaron, entonces sí me dieron duro. Tengo muchas cicatrices de los golpes en el cuerpo. Fui condenado a 10 años por rebelión y concierto para delinquir. Estuve diez años en prisión y me condenaron siendo inocente.

Ahora ya no le cargo rencor a nadie, tengo tres niños y con ellos he alcanzado la paz, pero conseguir un trabajo es duro. Tengo un trabajo inestable que no da para vivir bien. Hemos ido armando una organización y recogiendo los nombres de 678 personas de la zona que estuvieron en la cárcel siendo inocentes, todos queremos limpiar nuestro nombre.

Fernando Segundo Royett

Yo venía de visitar a mi novia, eran las 9 de la noche cuando llegue a la casa donde vivía con mis padres en El Carmen de Bolívar. Como a las 10 de la noche ya estaba acostado y de un momento a otro llegó la infantería. Un soldado me levantó de la cama y me dijo: “guerrillero, ¿tienes el armamento debajo de la cama?”. Me sacaron al patio y allí un encapuchado dijo: “ese es...”.

De ahí me llevaron para el batallón de Malagana y dizque me iba a mostrar unos videos donde estaba con Martin Caballero. Yo dije: “¿y cuando…?”, nunca en mi vida lo había visto. A mí pusieron una bolsa negra en la cabeza para que hablara y dijera nombres, ¿y yo qué decía?, si no tenía nada que decir.

Me llevaron a la fiscalía y de ahí a cárcel de Ternera, donde estuve cinco meses. Nunca presenté ninguna demanda porque mis papás me pidieron que no lo hiciera, tenían miedo de que me pasa algo. Mi papa murió de eso, lo que más me dio tristeza es que él no se repuso. Cuando salí, la gente no me miraba bien. Me tocó irme para un tiempo para Barranquilla, y después regresé. Ahora trabajo como vendedor y tengo dos niños, pero todavía la gente me mira raro y a veces me preguntan cómo era estar en la guerrilla. ¿Y yo cómo voy a saber?

Luis Anillo

Mi captura fue el 26 de septiembre de 2003 a las 9 am. Yo vivía en El Carmen de Bolivar con mi papá y mi mamá. Tocaron la puerta y, cuando abrimos, los soldados invadieron y apagaron todos los focos. Mi mama los prendía y ellos los apagaban, y mi mama volvía y prendía.

Y ahí es cuando uno se acuerda que le han dicho que en la oscuridad es cuando ponen las cosas, ponen granadas y armas, y dicen que uno las tenía. En una de esas, mi mamá prendió el foco de la puerta de la casa y entonces vimos la camioneta donde habían llegado. Ellos la corrieron para quedar en la oscuridad, pero yo alcance a ver un cara tapada.

Nos hacían preguntas y yo contestaba. Según decían ellos, yo patrocinaba 11 hombres de las Farc. Yo les decía: “conozco a la guerrilla en la televisión”. Entonces me dijeron que me desnudara para ver si tenía marcas del morral y botas de caucho. Quede encuerecito y no vieron nada. Cuando llegamos al batallón, un soldado intentó pegarme y lo esquivé, le dio a la puerta. Entonces se emputó y me quitó la cédula, yo fui y le reclame al superior y él hizo que me la devolviera.

Duré 26 días en la Cárcel de Ternera en Cartagena. Salir me costó 5 millones 300 mil pesos, eso se llevó todo lo que tenía, todo lo que había trabajado en mi vida, porque por pura casualidad yo tenía un negocito en el barrio El Minuto y lo acababa de liquidar para comprar otro negocio mejor en el Centro. Todo el trabajo se me perdió, después de eso mi vida no fue igual.

María Patricia Chimá

Yo tenía a mi hija de 15 años enferma y, un día antes de que pasara lo que pasó, fui al medico con ella y dijeron que tenía ovarios poliquísticos, me dijeron que había que operarla.

Me fui a mi casa llorando porque estaba sola con mis tres hijos, pues mi marido me había abandonado. Yo me ganaba la vida trabajando en la compañía de tabaco cuando me llamaban, o lavando y planchando en casas ajenas.

Ese día yo tenia 2000 mil pesitos y me acuerdo que compré unos guineos. Recuerdo que con el resto compré una libra de arroz y una taba de panela. Acosté a mis hijos sin nada más, porque no había para nada más. El mas pequeño de los niños tenía 6 años.

A la una de la mañana de ese día de septiembre de 2003, me levanté porque me golpeaban duro la puerta, me la querían tumbar. No sabía qué era, pero me armé de fuerzas y la abrí.

Yo tenía una hamaca y un colchón, y había armado otro espacio para dormir amontonando un poco de trapos. Ahí estaba durmiendo con mis tres hijos cuando los soldados entraron. Todo eso me lo destrozaron. Ellos seguían revolviendo las cosas, como buscando algo. Mis tres hijos estaban conmigo llorando, el menor estaba vuelto loco gritando.

Yo les pregunté: "¿qué buscan?", y me dijeron que yo era miliciana. Me llevaron a la una de la mañana. Dejé a mis tres hijitos solos ahí, estaban temblando los pobrecitos. Yo iba esposada y cuando uno estira la mano, la esposa le aprieta a uno, tenía que estar uno quieto.

De ahí nos llevaron a la bodega, y de ahí al batallón de Malagana. Me intentaban coger la huella y la huella no salía, y me decían: “¡cómo te va a salir la huella guerrillera, si el fusil te la quitó!”, y yo lloraba y les decía que estaban confundidos, y lloraba pensando en mis hijos

Duré 26 días detenida en la cárcel de mujeres en Cartagena y me dieron la libertad porque no tenía nada que ver con eso. Mientras, mis hijos recogieron plata en la calle, en el centro, para poder comer. Las cosas cambiaron después de eso, la gente y la familia no fue igual, me dolió que me contaran que a un sobrino mío le preguntaron por mí en la calle y dijo que no me conocía.

Es ahora y todavía me da miedo que me pidan la cédula y que eso todavía salga por ahí. He salido adelante con mis hijos, pero nunca demandé.

Manuel Jaraba: El campesino que exige que limpien su nombre.

Manuel Jaraba es un campesino montemariano nacido en la vereda Las Lajitas, donde vivió hasta que el miedo le obligó a abandonar todo lo que tenía.  En la finca que atendía con su mujer y sus cinco hijos, cultivaba yuca, ñame, maíz, conservaba también un bosque de aguacates. Desde hacía años, en la zona había actores armados, pero en 2002 la situación se volvió más crítica. Para hacer sentir su autoridad, las FARC hicieron correr la voz de que quienes bajaran hasta la cabecera municipal de El Carmen de Bolívar, serían considerados informantes de la fuerza pública.

No bajar al pueblo significaba perder la cosecha, así que, casi contra su voluntad, don Manuel dejó que su hijo Jony bajara a lomo de mula, dos veces en la misma semana, a vender la carga de maíz. A los pocos días la guerrilla se presentó y los tildó de “sapos”, y de paso los acusó de ir con cuentos a la Infantería. Pocas semanas después, una mañana en la que Jony iba por uno de los caminos veredales, unos metros más adelante que Don Manuel, cargando un costal de aguacates al hombro, se oyó un tiro. Don Manuel avanzó rápido y vio a su hijo en el piso, mientras recibía seis tiros más. Tenía tan solo 17 años de edad.

A partir de ese momento tomó la decisión de marcharse y dejar lo poco que tenían, unos puercos, varias gallinas y un burro. La estrategia fue salir sin nada, como si fueran a regresar, y así evitar que se dieran cuenta y los mataran. Llegaron a la cabecera de El Carmen de Bolívar y lograron entrar en el programa de una ONG que contrató a don Manuel para la construcción de un barrio en el que se les entregaría una casa. Los tiempos estaban por mejorar, eso lo sintió el día que instaló la puerta a la nueva vivienda y acordó con su mujer que se mudarían al día siguiente. 

Esa noche de septiembre, previa a la mudanza, cuando el reloj marcaba la una de la mañana, oyó ruidos en el patio de la casa, luego sintió un cuchicheo, y de pronto vio como irrumpía un grupo de soldados que tiró la puerta y le anunciaban que tenían orden de capturarlo por guerrillero.  “Yo le dije al gobierno, hombre, cómo van decir que estoy con la guerrilla, si la guerrilla me mató a mi hijo”. Don Manuel me mira y se pregunta: “¿cómo a alguien se le podía ocurrir eso? Y él mismo se responde: “en esa época había gente a la que le pagaban por denunciar a cualquiera y así fue como caí con otros inocentes”.

Por Irina Junieles* - Dejusticia

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