Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Soy Helena* y soy víctima del conflicto armado colombiano. Crecí y me crié en el campo. Mi familia y yo fuimos desplazados por el Ejército que nos acusó de ser colaboradores de la guerrilla. Después de dejar nuestra casa y todo lo que teníamos, fui reclutada por las FARC, siendo niña. En la guerrilla las reglas eran muy estrictas, y apenas llegamos nos dijeron a las mujeres que teníamos que planificar porque en la guerrilla no se podía tener niños, y la que quedara en embarazo tenía que abortar. Y eso fue lo que me pasó. Cuando por falta de anticonceptivos quedé embarazada, me obligaron a abortar. Siempre supe que lo que había pasado estaba mal. Yo quería seguir adelante con el embarazo, pero ellos decidieron por mí.
Mientras me “recuperaba” del procedimiento que me hicieron y que se complicó, decidí volarme de la guerrilla. Durante mucho tiempo viví escondida. Muchas veces quise contarle a alguien mi historia, pero me daba miedo de lo que pudiera pasarme a mi o a mi familia. Ni siquiera cuando iba al médico para que me curara los dolores tan fuertes que sufro desde que me obligaron a abortar, me atrevía a contarles.
(Lea también: Las mujeres que denuncian violencia sexual en el Meta)
El miedo puede más que las ganas de hablar, por eso me mantuve en silencio durante muchos años. Afortunadamente, encontré apoyo, comencé a entender que lo que me había pasado no había sido mi culpa y finalmente tuve el valor para hablar. Con el Acuerdo de Paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC tuve menos miedo de hacerlo pues ellos dejarían las armas y se empezaría a hablar de las cosas que no solo yo sufrí, sino muchas otras mujeres y niñas.
Gracias a ese apoyo, acudí a pedir reparación por ser víctima del conflicto armado. Nunca lo había hecho porque no confiaba en nadie, ¿cómo confiar cuando en el pueblo ninguna institución nos protegía? Inicié un largo proceso legal y en diciembre pasado tuve una gran alegría cuando la Corte Constitucional reconoció que fui víctima de reclutamiento y de anticoncepción y aborto forzados, y le ordenó a la Unidad de Víctimas que me incluya en el Registro Único de Víctimas.
También, después de once años de silencio, por primera vez conté mi historia en la Jurisdicción Especial para la Paz – JEP. Haberlo hecho fue bonito porque sentí que los magistrados harán algo no solo por mí sino también por las otras mujeres que han pasado lo mismo que yo. También espero que pronto, con ayuda de la JEP, las FARC reconozcan que actuaron mal y que nos hicieron daño a muchas mujeres y niñas dentro de la guerrilla.
(Le puede interesar: El cuerpo de las mujeres afro quiso ser "colonizado" en el conflicto armado)
Todo este proceso me ha ayudado a entender que lo que me pasó es muy grave y que la violencia sexual no es solo la violación. Obligar a abortar a las mujeres y decidir por ellas también es violencia sexual y las mujeres que lo hemos sufrido tenemos derecho a que se nos proteja.
Yo rompí el silencio. Ahora tengo el valor para seguir enfrentando mis miedos y para luchar por mis sueños: quiero estudiar y tener mi empresa. Lo que más quiero en la vida es recuperar completamente mi salud, dejar de sentir dolores y tener que gastar lo poco que gano en comprar medicamentos. Hoy, sin embargo, sigo esperando que la Unidad de Víctimas cumpla con mi reparación, y con ello, le abra también el camino a todas las mujeres que, como yo, han sido obligadas a abortar dentro de los grupos armados.
*Helena fue el nombre asignado por la Corte Constitucional para proteger la identidad e intimidad de esta mujer, y el nombre con el que su historia se ha conocido públicamente. Su historia hace parte del primer informe sobre la violencia reproductiva que mujeres combatientes y niñas reclutadas sufrieron en las filas de las FARC, presentado ante la JEP.