Un libro para recordar a los agentes de inteligencia que no volvieron de su misión

"Los hombres y mujeres de inteligencia militar" es el primer documento que el Ejército publica sobre la vida de sus agentes encubiertos, además de algunos datos de su preparación y su historia.

Colombia en Transición
08 de mayo de 2019 - 01:43 p. m.
Esta fue la ceremonia de los primeros oficiales de inteligencia de Colombia graduados por la Armada Norteamericana, en 1962. / Cortesía
Esta fue la ceremonia de los primeros oficiales de inteligencia de Colombia graduados por la Armada Norteamericana, en 1962. / Cortesía
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De la inteligencia militar poco o nada se ha escrito en Colombia. Por obvias razones es un tema que los militares han preferido tener en el anonimato. Pero en el conflicto armado, quienes han pertenecido a estos grupos también han tenido que lidiar con las peores secuelas de la guerra. Por eso hoy buscan dar a conocer su verdad, en estos momentos en que el país se pregunta por todas las memorias del conflicto armado.

Con ese argumento, el Sargento Mayor (R) Sanders H. Landázuri decidió escribir el libro Los hombres y mujeres de inteligencia militar, en el describe el oficio de ser agente de inteligencia y ahonda en varias historias que hay detrás de esos personajes que el país desconoce y que, en muchas ocasiones, también han sido víctimas.

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“Este libro nace de una inactiva tras observar que se están hablando de fenómenos de victimización y a este sector de la comunidad militar no se le mira. Hay una invisibilizarían de las víctimas. Pero, además, hicimos un diagnóstico y nos dimos cuenta de cuán necesaria es que la población colombiana sepa quiénes son los agentes, de dónde viene, cómo se instruye. Nuestra intención es documentar”, explica Landázuri.

Aunque también, según el sargento (r), tiene como objetivo reunir un documento para que las nuevas entidades como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas tengan en cuenta a estas víctimas y sus familias.

El autor, quien estuvo en este sector de la inteligencia y también es sociólogo, se remonta a la Guerra de Corea, cuando el Ejército de Colombia en el año 1950 con el Batallón Colombia tuvo labores de infiltración, que fueron reconocidas por generales estadounidenses.

Con esta experiencia, señala el texto, el Ejército colombiano “vio la necesidad de la especialización de la inteligencia militar como pilar fundamental para asegurar el éxito, tanto de operaciones militares, como de prevención de posibles amenazas de espionaje y sabotaje, por medio de técnicas de recolección de información e investigación y así salvaguardar la seguridad nacional de los peligros internos y externos; esto, como la nueva configuración de la inteligencia colombiana”.

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En el segundo capítulo, Landázuri ahonda en las características de quienes se dedican a este oficio: ¿Cómo es un hombre o una mujer de inteligencia? En su texto, Landázuri deja claro que son personas entrenadas, cultas, discretas y “con nervios de acero”, que les permiten “estar demasiado cerca del enemigo o incluso integrarse en él, haciendo parte de sus estructuras”. Deben aprenderse al pie de la letra el nombre y características de los delincuentes que integraban las estructuras y el área donde estaban, y sentir que son uno más para cumplir con su objetivo.

Muchos cumplieron sus misiones pero otros fueron descubiertos y asesinados con crudeza. Por eso el libro rescata a esas víctimas militares ocultas. Cada agente es un “individuo elevado a la categoría de héroe, capaz de entregarlo todo a cambio de nada y que ha sido en ocasiones despojado de su dignidad como ser humano, la cual confiamos rescatar, aunque sea en parte, con nuestra obra”, dice su autor.

Incluso, por medio de estas letras, se espera quitarles el estigma de ser personas adoctrinadas. Para Landázuri, es relevante que, a partir de este primer intento por visibilizar su labor, en otros ámbitos académicos se realicen de estudios que identifiquen sus prerrogativas, motivaciones, dificultades y orígenes.

Pocos saben que los Oficiales del Ejército, por ejemplo, “provienen de clase media, estrato tres y cuatro, de familias convencionales, regiones donde la tradición militar hace parte de la cultura y la vocación de servicio es motivo de admiración”. O que los suboficiales, por el contrario “suelen provenir de estratos moderadamente más bajos, preservando prerrogativas y motivaciones similares”.

Tampoco que, además de preparación psicológica, los oficiales también tienen una formación técnica en otra especialidad del campo militar. No usan uniforme, sino atuendo de civil. Dejan sus cortes militares por cabellos largos o barbas. No hablan de su trabajo ni a sus compañeros ni a sus familiares. Al respecto, dice en el libro un suboficial de la reserva activa: “Dejé de pensar en el uniforme y ahora mi afán de los viernes era aprender a hacer bien el nudo de la corbata para el único vestido que tenía”. Todo esto para desarrollar actividades de infiltración en frentes guerrilleros o estructuras del narcotráfico.

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Lo interesante del libro es que cuenta anécdotas al respecto. Por ejemplo, un suboficial narra cómo se acercó a un cabecilla de finanzas del frente de una guerrilla: “Me preguntó de dónde era y qué hacía, me le planté con mi fachada y mi historia ficticia y creo que le di confianza, le gasté varias cervezas en el billar y terminó ofreciéndome trabajo de llevarle encargos al campamento. El tipo era malo y siempre temía que algún día me descubriera. Cuando lo capturaron, me sentí bien porque creo que le aporté a la paz de ese pueblo (Relata un suboficial de su experiencia como infiltrado)”.

Landázuri también recoge voces de los familiares de los agentes que fueron asesinados, quienes los dignifican y les dan un rostro. Por ejemplo, del Sargento Segundo Mario Alberto Marín Franco destaca su disciplina y profesionalismo asumió retos importantes que lo llevaron a adelantar inteligencia en Urabá, donde fue secuestrado y posteriormente asesinado por la extinta guerrilla de las Farc. O también nombra al Sargento Mayor Jesús Alfonso Sol Rivera, de quienes sus familiares destacan su excelencia en su labor y hoy piden justicia por su caso, pues Sol fue asesinado por las Farc con inyecciones de cianuro.

“Este es el primer libro que nos ofrece adentrarnos en el mundo que transita en lo increíble de la inteligencia y lo que hay detrás de las vidas de estos hombres y mujeres. Nos importa que conozcan la parte humana de quienes murieron en el cumplimiento de su misión”, agrega el autor. 

Los militares de inteligencia que fueron víctimas están plasmados en estas páginas. Su autor insiste que es una manera de reivindicar una labor desconocida, pero también de agradecerle a unos compañeros que fueron su familia y que decidieron asumir labores riesgosas que, según Landázuri, aún no son valoradas. 

Por Colombia en Transición

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