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Cuando se habla de violencia política en el Caquetá es frecuente escuchar tanto sobre la violencia ejercida por las antiguas FARC contra el poder del gamonal Hernando Turbay Turbay como sobre el genocidio de militantes de la Unión Patriótica, fenómeno sobre el cual ya hay un reconocimiento de responsabilidad por parte del Estado. Sin embargo, como se expresó en el Espacio de Escucha propiciado por la Comisión de la Verdad el pasado 6 de octubre, las narrativas de la violencia ejercida contra el turbayismo y contra la Unión Patriótica han corrido de forma separada y la reivindicación de las víctimas ha estado dividida.
El presente texto, extracto de una investigación mayor sobre violencia y política en el Caquetá, busca aportar en la construcción de las narrativas sobre la violencia política en los ochentas presentando de forma resumida los procesos históricos que rodearon esta violencia. Lo que ayuda a comprender la historia es que aquí no se trató de buenos o malos y que, como dijo un líder regional en su momento, lo que imperó fueron “unos grises muy verracos”.
Dominio turbayista y resistencia
Durante la década de los sesentas y setentas se consolidó en el Caquetá el dominio político de Hernando Turbay Turbay. En el marco de la lógica clientelista del Frente Nacional, el cacicazgo de Turbay se consolidó con el uso de los llamados auxilios parlamentarios. Turbay canalizaba los auxilios parlamentarios a través de una organización creada por él, la Asociación Jorge Eliecer Gaitán. “De esa asociación sacaba Turbay lo de los puentes, lo de las carreteras, y tenía a la gente contenta”.
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Las prácticas turbayistas generaban oposición entre amplios sectores de la población. Se denunciaba en periódicos de la época la compra de votos, la entrega personal de auxilios estatales a jefes de comunidades, la manipulación política de las juntas de acción comunal, el ofrecimiento de puestos públicos a clientes de los líderes.
El poder que había consolidado Turbay chocaba con las aspiraciones políticas de importantes fragmentos de la población, entre ellos de la izquierda. En los setentas se podía dar el caso que Wla mayoría de concejales eran de izquierda, pero el alcalde de la población era turbayista”.
Oposición al turbayismo y exigencia de reformas: la izquierda en la política local
Durante los setentas el comunismo ganó popularidad en el Caquetá y obtuvo importantes victorias electorales en el norte del departamento (Delgado, 1987). La expresión armada de este descontento se canalizó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC-, guerrilla comunista que consolidó su presencia en la región del Caguán desde su constitución a mediados de los sesentas.
Electoralmente, el comunismo empezó a participar de la mano del Movimiento Revolucionario Liberal –MRL-. Aliado con el MRL, el comunismo logró obtener un representante a la Cámara por el Caquetá en 1964. Esta victoria marcó un patrón en la confrontación política entre el turbayismo y sus opositores pues desde entonces en el Caquetá, siempre que una disidencia del liberalismo se unía a la izquierda, la izquierda obtenía un congresista. Tras romper con el MRL, a principios de la década de los setentas el comunismo empezó a participar a través de la Unión Nacional de Oposición –UNO-. La doctrina de la combinación de las formas de lucha guiaba el accionar político de la organización comunista que a finales de los setentas crecía tanto política como militarmente.
Paralelo a la influencia comunista, el 11 de enero de 1981 el M-19 creó el Frente Sur con base en el Caquetá buscando penetrar en el campo. La operación de estas guerrillas en el departamento coincidió con una amplia movilización social en la que destacaban los maestros, que denunciaban la manipulación de Turbay sobre el sector educativo, y los movimientos cívicos, que reclamaban derecho a la vivienda y a los servicios públicos básicos.
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Creación del Frente Democrático del Caquetá y amenaza al status quo local
En el marco de estas experiencias de movilización a finales de los setentas y principios de los ochentas la izquierda se unió alrededor del Frente Democrático del Caquetá (FDC). Pese a que Turbay controlaba la burocracia, en las elecciones el Frente Democrático le ganaba en número de concejales municipales e intendenciales, las únicas corporaciones públicas elegidas popularmente. Sin embargo, las victorias del Frente no se tradujeron en acceso al control de los recursos del Estado y Turbay permaneció controlando el 70% de la burocracia.
La popularidad del Frente Democrático lo enfrentó al poder turbayista. La incursión electoral de este movimiento de izquierda amenazó principalmente el bastión político liberal, obteniendo victorias en municipios de tradicional carácter político turbayista. Así, pese a que sea dificil de creer hoy en día, los municipios de Montañita, El Paujil, El Doncello, Puerto Rico, San Vicente y Cartagena del Chairá tuvieron en algún momento de finales de los setentas y principios de los ochentas una mayoría electoral de izquierda.
Diálogo de paz con las FARC, apertura democrática y represión contra el Frente Democrático
El Frente Democrático erosionaba el poder turbayista. Durante los diálogos de paz de las FARC con el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) el presidente nombró como gobernador del departamento a un personaje contrario a los intereses de Hernando Turbay. Este gobernador, a su vez, designó en su gabinete a un miembro del Frente Democrático para que asumiera las funciones de secretario de Educación. En 1984, el Frente Democrático obtuvo la mayoría en las votaciones al Concejo en Montañita y Paujil, bastiones tradicionales del liberalismo pero con un trabajo histórico del comunismo.
La respuesta a las victorias del Frente Democrático fue violenta y provino de un agente estatal: el Ejército. Ya en 1980, el Frente Democrático del Caquetá denunciaba múltiples atropellos contra las aspiraciones electorales de la izquierda.
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Un militante del Frente Democrático recuerda la competencia electoral como “una campaña de guerra”. Desde la izquierda en 1982 se denunciaba la desaparición de maestros en Yurayaco, San José del Fragua y se alertaba sobre el interés del gobierno por suspender elecciones en Cartagena del Chairá. El todo es que durante este año un masivo desplazamiento de campesinos que venían huyendo del campo debido a la violencia se tomó una finca de la familia Lara en Florencia creando la invasión de las Malvinas.
La violencia ejercida por el Ejército se relacionaba con las instrucciones impartidas en la Escuela de las Américas. Al menos cuatro altos mandos militares del Caquetá implicados en violaciones a los derechos humanos fueron formados en la Escuela de las Américas. Según testimonios, la batuta de la represión contra el Frente la llevaba el Ejército. A diferencia de otras regiones del país, a principios de los ochenta en el Caquetá no hubo un terreno propicio para la consolidación de grupos paramilitares.
El turbayismo y la represión contra el Frente Democrático
El que no hubiese una tradición paramilitar en la región ha hecho que el papel del notablato turbayista en la “guerra sucia” contra la izquierda no esté del todo claro. Un líder del Frente Democrático sostiene al respecto que “Turbay y los conservadores se asustaron con esta movilización [del Frente Democrático] y tomaron la decisión de detenerla por medio de la represión y el estado de sitio […].No me queda duda de que Hernando Turbay estaba detrás de la represión. Hernando la planificó con los militares […]. Si hacíamos un acto en un barrio nos cortaban la electricidad, nos movilizábamos hacia algún sector y nos ponían retén”.
Sin embargo, las versiones son contradictorias en lo referido a la relación del turbayismo con las FARC. Según un líder gremial, “el tipo de enfrentamiento entre Turbay y las FARC no daba para que Turbay tuviese interés en el paramilitarismo. Las FARC en ese momento eran pequeñas, el territorio era muy grande, Turbay podía ir a Guacamayas [finca de Turbay en el alto Caguán] sin cruzarse con las FARC. Además había decisiones del Estado, de Turbay, que les facilitaban la vida a los colonos de las FARC. Había puentes, vías, que les ayudaban. Entonces era complicado para las FARC oponerse a ello”.
Otro líder comunista recuerda los puntos en común entre las FARC y Turbay al sostener que la población que habitaba zonas de influencia guerrillera era liberal y que como tal “eran todos ahijados de bautismo de Turbay”. Alguien incluso plantearía que “había diálogos entre los Turbay y las FARC para que dejaran hacer obras”.
Otros no estarían de acuerdo, y hay quienes sostienen que “el Caquetá era o de los Turbay o de las FARC” haciendo referencia a la contradicción entre estos dos grandes poderes locales.
“El PC [partido comunista] lo que arma es frentes de pelea contra el gamonalato local, contra Turbay. Hay toda una generación del PC que fue criada en contra de los Turbay, por eso es que uno entiende que finalmente los hayan matado ahora, porque esta generación de jóvenes del PC terminó haciendo mayoría en el secretariado de las FARC y llegado el tiempo los mataron [a los Turbay]”
Sin embargo, otros líderes de la región sostienen que no era cuestión de “odio” de las FARC hacia los Turbay y, les dan a estos últimos, responsabilidad en la persecución contra la izquierda. Un dirigente comunista sostenía:
“Entre Hernando Turbay y las FARC nunca hubo un sí o un no. El PC domina en San Vicente [del Caguán] en el setenta, setenta y dos, alcanzan la mayoría en el concejo, como 11. Pero los mataron a todos. El PC tiene entonces que salir del pueblo y le toca quedarse en el campo. Es posible que Turbay estuviese detrás de esos asesinatos. Hernando Turbay públicamente era suave con las FARC pero por debajo tenía componendas con el Ejército”
Creación de la Unión Patriótica y elección popular de alcaldes:
En 1985 nace la Unión Patriótica como resultado de las negociaciones entre el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) y las FARC. La influencia política de la UP se asentó sobre los procesos históricos de la izquierda en el Caquetá y siguió cosechando triunfos en los concejos de Montañita, Paujil y Cartagena del Chairá.
A esto se le añadió el que, en coalición con una disidencia liberal, la UP obtuvo uno de los dos senadores y uno de dos representantes del Caquetá, desplazando al Partido Conservador. De nuevo, como en los setentas, la unión entre la izquierda y una disidencia liberal le permitió a la primera obtener posiciones políticas.
Si bien todas las fuerzas políticas locales firmaron el Acuerdo de Santa Fe el 13 de abril de 1985 la tensión crecía. En 1986, un año después de la creación de la Unión Patriótica, se sumó otra transformación al sistema político colombiano: la elección popular de alcaldes.
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Por primera vez en la historia administrativa del Caquetá la elección del alcalde no dependía de los intereses de Hernando Turbay y la UP, con la popularidad despertada por la expectativa del proceso de paz, se constituyó en un fuerte contendor al poder turbayista.
Coincidente con lo planteado por varios autores para el resto del país, este periodo de amenaza al status quo local se caracterizó por el incremento de la violencia política. Así, la apertura democrática, y la amenaza que esta representaba para el status quo regional, convirtió la competencia electoral por el poder local en un baño de sangre: el municipio era un nuevo campo de batalla. Según datos procesados por el CERAC el nivel de muertos en el Caquetá fue relativamente alto para la época.
Las primeras elecciones populares de alcalde se realizaron en 1988. Como dijo un entrevistado, empieza la época del “1 por 1. Por un turbayista muerto mataban a uno de la UP”. La persecución contra la UP se dió aún después de que en abril de 1987 el V Plenum de la Junta Nacional de la UP rompiera relaciones con las FARC. Del conflicto entre las FARC y los Turbay quedaron “los muertos que usted quiera”. Un líder gremial recuerda la primera elección de alcaldes “como una de extrema violencia. Nadie se quería lanzar a la alcaldía”. Las FARC asesinaron a muchos militantes turbayistas, entre ellos candidatos a la alcaldía de Florencia, Puerto Rico y Paujil y a dos periodistas de la emisora turbayista “La Voz de la Selva”. Públicamente, la UP rechazó estos asesinatos. A su vez, también son asesinados muchos militantes de la UP, muchos de ellos familiares de líderes de las FARC. Paradójicamente, si bien es claro quién era el responsable de los asesinatos contra el turbayismo, nadie daba mayor razón de los asesinos de los dirigentes de la UP.
Ante esta ola de violencia, el presidente Virgilio Barco (1986-1990), ya fracasado el proceso de paz con las FARC, nombró para el Caquetá un gobernador militar que a su vez designó alcaldes militares para cuatro municipios del departamento: Cartagena del Chairá, Puerto Rico, Paujil y Curillo. En un contexto de violencia militar contra la izquierda, el que las autoridades civiles fuera cambiadas por miembros del ejército se constituyó en un elemento más de la represión política contra la movilización de la UP. Así, líderes campesinos de la organización denunciaban la militarización de sus territorios para impedir la votación por la UP.
Pese a la amenaza electoral que representaba la izquierda para el turbayismo en 1988, tras la ola de violencia, la década del noventa empezó con la UP debilitada y con el liberalismo turbayista significativamente fortalecido –ante la agudización del conflicto, la disidencia liberal se había vuelto a unir con el liberalismo turbayista-. Tras este periodo de lucha violenta por el poder el liberalismo consolidó su dominio regional, incluso a costa del poder conservador, quien perdió poder. En las elecciones para alcaldía de 1990 el liberalismo turbayista arrasó, obteniendo 14 de las 15 alcaldías del Caquetá, incluso en poblaciones que tradicionalmente habían votado por los conservadores. Así, lo que en 1986 empezó como un ejercicio de apertura política representado en la competencia en las elecciones locales de la UP, en 1990 derivó en la reafirmación del poder del status quo local y en el mayor cerramiento del sistema.
El camino a la reconciliación
Lo que vino a lo largo de la década de los noventas y principios del nuevo siglo fue una agudización de la violencia que no se había visto antes en la región. Según la Comisión de la Verdad, más del 47% de la población en el Caquetá es víctima de la guerra y el ejercicio de la política fue particularmente peligroso.
Frente a décadas de violencia, hoy resuenan las palabras de la concejal Martha Cortés durante el Espacio de Escucha propiciado por la Comisión de la Verdad. “Es la primera vez que comparto mi vivencia, como política y como mujer conservadora” sostuvo. “Les comparto que conocí una mujer exguerrillera en el Concejo (…), yo no la quería ni escuchar (…) y dio su testimonio de vida, cuando estaba en la guerrilla, y esta dama me tocó, me tocó el corazón, me tocó esa fibra, esa empatía de mujer, pues estábamos en diferentes escenarios y sufríamos lo mismo, con diferentes ideologías claro, y como fuera en un mismo marco de la historia, respiramos el mismo aire, hacíamos lo que fuera por lo que creíamos era lo mejor para nuestros hijos, así empecé a sanar”.
Este texto busca honrar el sentimiento de la concejal Cortés, usando la historia como una forma de ayudar a trascender las dicotomías que dividieron a la población entre buenos y malos en tiempos de guerra. El esclarecimiento de las responsabilidades no solo penales sino políticas son un paso en este sentido.