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Por: Juan David Enciso Congote*
La famosa frase “la patria por encima de los partidos” contiene una perversión de fondo que alguna vez le escuché a un destacado político colombiano: consiste en creer que las divisiones propias de los partidos son negativas. Mi profesor se refería entonces a una frase semejante que se atribuye a Simón Bolívar: “si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro…”. Como si la unidad proviniera de la “uniformidad”.
Los partidos son justamente la manifestación de la riqueza política del país, emanada de la diversidad de culturas y formas de entender el ordenamiento social. Por eso es más apropiado decir: “la patria a través de los partidos”. Lo contrario nos llevaría al totalitarismo.
Otra cosa es creer que para conseguir la paz tengamos que ponernos de acuerdo en lo ideológico, que es la razón de ser de los partidos. Si esa fuera la condición, la paz sería imposible. Es decir que la gran bandera de Álvaro Gómez, el acuerdo sobre lo fundamental, que curiosamente ha sido apropiada por candidatos de las más diversas corrientes ideológicas, en la práctica no es viable.
Si alguna vez nos pusiéramos de acuerdo sobre lo fundamental, nos sucedería lo que pregonaba Mafalda: que cuando finalmente nos supimos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas. La diversidad del pensamiento es condición sine qua non del funcionamiento de la democracia, siempre que esa diversidad no incluya el derecho a prescindir del otro; y ni siquiera en eso nos hemos puesto de acuerdo.
¿Significa entonces que es imposible establecer acuerdos para construir la paz? De ninguna manera: el filósofo francés Jacques Maritain mostraba que a lo largo de la historia se han conseguido acuerdos de cooperación entre facciones que, en aspectos ideológicos, difícilmente habrían llegado a puntos en común.
Siempre existirán puntos a favor y en contra de temas como la erradicación de cultivos, el porte de armas para civiles, o la estrategia para que gobierno y ELN se sienten a negociar, y dentro de cincuenta años seguiremos discutiendo acerca de si la estrategia empleada fue o no la más apropiada. Así como seguimos discutiendo sobre la pertinencia del Frente Nacional.
Pero si pensamos en la manera de convocar a una comunidad de cultivadores de coca del pacífico nariñense, con su contexto económico, histórico, político y social específico, hay una altísima probabilidad de encontrar caminos para intentar la erradicación, a partir de iniciativas que con toda seguridad provendrán de la propia comunidad. Es decir que la paz es mejor acordarla en concreto que en abstracto.
Necesitamos del apoyo de los medios de comunicación para darle mayor visibilidad a todas esas iniciativas que abundan a lo largo y ancho del territorio colombiano, y que muestran los proyectos de construcción de tejido social que, en definitiva, están construyendo paz. Es una forma de hacer memoria de la paz y no sólo de la guerra.
Necesitamos también de nuevos liderazgos que sepan convocar a los representantes de los partidos, para que podamos ver que precisamente las diferencias entre partidos enriquecen la discusión sobre proyectos; que, aunque la idea de paz se ha convertido en bandera ideológica, sigue siendo un propósito nacional, alrededor del cual podemos reunir a las fuerzas vivas del país, porque el momento que vivimos nos llama a poner los partidos al servicio de la patria.
*Coordinador del Centro de Estudios en Educación para la Paz de la Facultad de Educación de la Universidad de La Sabana.