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El mayor número de víctimas del conflicto armado colombiano es campesino. Y esa misma población es la que se está encargando de rehacer el país, a pesar del país mismo. Como sucede en Granada, municipio del Oriente antioqueño que hoy es un ejemplo de construcción de paz gracias a su gente. Yasmín López, integrante de una asociación que llena de esperanza al municipio: Tejipaz (Tejiendo territorio para la paz), nos dice: “A pesar de lo vivido, la gente siguió adelante, se levantó, hay mucha paz en estos momentos”. Ella nació en El Libertador, una vereda granadina de clima cálido como el corazón de sus habitantes, viajó a estudiar a Medellín, pero sus raíces y las ganas de trabajar con su propia gente la llevaron de regreso: “Yo no quiero educar mis hijos en una ciudad, quiero educarlos en Granada. Llegará un momento en que la ciudad se va a volver invivible, si la gente del campo se va, como dicen los abuelos: se va a vivir la guerra del hambre. Sin el campo no hay ciudad”.
Hasta hace unos años Granada se recordaba por la violencia. Sólo en el año 2000, con un mes de diferencia, padeció dos masacres: la primera, el 3 de noviembre, por los paramilitares que dispararon contra un grupo de personas; en la retirada, asesinaron a quienes se encontrasen, sin distinción. La segunda, el 6 de diciembre, por la guerrilla: un carrobomba con 400 kilos de dinamita que abrió una grieta gigantesca en el casco urbano y en la memoria. Sin olvidar los crímenes cometidos por el ejército nacional que, en los tiempos de la Seguridad democrática, asesinó a campesinos inocentes de sus veredas y corregimientos, como en la mayoría de los departamentos del país, haciéndolos pasar por guerrilleros. Según Hacemos memoria, en Granada se dio “el 40 % de las ejecuciones extrajudiciales de todo el Oriente antioqueño”.
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“Mucha gente que se fue por la violencia regresó a cultivar la tierra”, dice Yasmín. La asociación les compra a los pequeños productores café, huevos, panela, mora y legumbres, entre otros, y les ayuda a distribuirlos a precios justos. “El conflicto en Granada afectó literalmente a toda la población. Muchos de los que regresaron hoy en día son los que cultivan el café que llevamos a tantos hogares”, agrega. Este colectivo se sostiene con los propios ingresos que genera, busca rescatar los saberes ancestrales y campesinos de la comunidad y generar conciencia ambiental; está integrado por víctimas del conflicto, en su gran mayoría mujeres, que han unido sus manos con los campesinos.
Los productos que venden son agroecológicos, orgánicos y BPA (Buenas prácticas agrícolas). La mermelada de mora es muy especial (un manjar inigualable); la panela pulverizada se hace muy práctica en las cocinas; el fríjol y las arepas no pueden faltar, como insignia del territorio, pero es el café el producto más apetecido. Lo procesan de forma tradicional, pero también de otros modos, aprovechando la miel y la cáscara, por ejemplo, así que ofrecen distintas presentaciones. “El café es un producto de esperanza, porque usted lo siembra, pero sabe que tiene que cuidarlo, que tiene que trabajarlo por más de dos años para obtener la primera cosecha”.
Nuestro país está importando muchos alimentos que cultiva, llevando a la quiebra a sus propios campesinos. Tejipaz sabe, como tantas otras asociaciones hermanas que han nacido durante el posacuerdo, que la paz y la reconciliación en Colombia se darán a cabalidad si comemos lo que sembramos con nuestras propias manos, si todos los desplazados regresan a la tierra que les fue arrebatada a sanar el campo, a sembrar la paz.
Twitter: @amguiral