Así opera el clan del Golfo

También se lo conoce como Autodefensas Gaitanistas de Colombia. Tiene 51 mandos regionales y controla por lo menos el 45% de la salida de droga del país hacia el mundo.

Ariel Ávila
15 de septiembre de 2017 - 12:12 a. m.
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Una de las preguntas que se hacen los colombianos es qué es el clan del Golfo. Se podría decir que es la organización criminal más especializada que existe en el continente. Controla por lo menos el 45 % de la salida de droga del país hacia el resto del mundo, decenas de minas de oro ilegal y extorsiones en ciudades y zonas urbanas. Opera en más de 200 municipios, pero influye fuertemente en unos 142.

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El clan del Golfo aprendió de los más de 40 años de historia del narcotráfico que no hay que pelear con nadie a menos que sea necesario, pero de entrada hay que matar para mostrar fortaleza, en sus palabras: “hay que entrar pelando los dientes”. Ya no se asesina masivamente, como cuando los paras entraban a un territorio y masacraban 30 o 40 personas.

Ahora se hace una violencia selectiva —bastante selectiva—, sin incrementar la tasa de homicidios. Se mata a las cabezas de las bandas locales, si no aceptan rendición, y luego se llama a los mandos que estaban por debajo de esa cabeza a una reunión. El que acepte las condiciones, trabaja; el que no, no sale de la reunión.

También aprendieron, sobre todo de lo ocurrido a Pablo Escobar, que al Estado no se le gana una guerra, que es mejor corromperlo. Si bien se puede ejercer la violencia contra él, debe ser esporádica e ir acompañada de grandes sumas de dinero.
No debe olvidarse que varios de los mandos del clan del Golfo fueron guerrilleros del Epl, como alias Otoniel, quien entre los 80 y los 90 militó en esta guerrilla maoísta, luego se pasó a los paramilitares y trabajó directamente con la casa Castaño, militó en el bloque Centauros de los Llanos Orientales y, tan sólo unos días después de la desmovilización de las autodefensas, reincidió junto a Don Mario, fundador del clan del Golfo y hoy preso. Es un aprendizaje criminal de muchos años.

Este aprendizaje ha hecho del clan de Golfo una organización criminal de nueva generación, que opera de la siguiente forma.

1. Se compone de 51 mandos regionales, que son como la asamblea general del grupo. Cada uno de ellos tiene una especie de coordinador o de mentor, que conforman una especie de junta directiva, en total de cinco personas, entre ellos Otoniel y el recientemente abatido Gavilán. Estos mandos contribuyen a una fuerza de élite que denominan Autodefensas Gaitanistas de Colombia. Esa fuerza de élite es utilizada para la seguridad de los comandantes, para enviar a zonas de colonización armada o para someter a los enemigos que incursionan en sus territorios de influencia. Y, claro, para proteger las partes neurálgicas del negocio, como los puertos.

2. Cada mando tiene un padrino en la junta directiva. Por ejemplo, Gavilán era el responsable directo de alias Montero, quien maneja un grupo denominado los Caparrapos, que opera en el Bajo Cauca antioqueño.

3. Cada uno de estos mandos regionales tiene una estructura criminal y puede contratar grupos locales delincuenciales o pandillas. Es decir, un mando regional, además de tener una estructura criminal propia, contrata o subcontrata otras.

4. La subcontratación criminal significa que una organización criminal contrata una pandilla o un grupo violento juvenil para hacer el trabajo sucio y para afrontar la guerra con otras organizaciones ilegales. Eso significa que los deben armar y darles recursos para sostener una guerra. A cambio, el clan del Golfo evita exponer su tropa. Las autoridades locales sólo persiguen a estos jóvenes que son fácilmente reemplazables. 

A los gaitanistas no les interesa la vacuna a la tienda de la esquina, ni la olla que está en la otra esquina. Eso lo dejan para que los gobiernen las estructuras locales, es decir, de la parte media de la organización hacia abajo. Lo que les interesa es mantener el poder a través de estas estructuras locales, y en eso son exitosos.

5. Esta autonomía criminal lleva a que las disputas sean entre pandillas y grupos de delincuencia común, es decir, en la base o la parte baja del crimen. Por ello, las autoridades tienden a pensar que todo es un problema de jóvenes desadaptados y no ven más allá. Por ejemplo, esta subcontratación criminal llevó a que hace unos tres años los gaitanistas perdieran la guerra con los Pachenta en la Sierra Nevada de Santa Marta.

6. Para el clan del Golfo, lo importante es controlar los nodos fundamentales del negocio. Por ejemplo, los puertos de salida de droga. En Buenaventura, inicialmente se asociaron con el Negro Orlando, Orlando Gutiérrez Rendón, un poderoso sicario que se cruzó en una pugna inicial con el clan y luego le tocó pedir la protección de alias Valenciano, de los Paisas. Finalmente, los hermanos Úsuga le perdonaron la vida a cambio de que les devolviera el puerto. Luego, ellos lo entregaron a la Policía y subcontrataron a Fabio Bustamante Riascos, alias La F, jefe de una banda local de Zaragoza (Antioquia) conocida como el clan de los Bustamante, que manejaba parte de las minas de extracción ilegal de oro, y lo pusieron a manejar parte del litoral pacífico. Los gaitanistas subcontratan, pero tienen una persona de su confianza con autonomía sobre los jefes de las organizaciones locales.

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El otro nodo neurálgico, además de los puertos, es la protección de sus hombres. Varios ejemplos: a alias J1, Julio César Paz Varela, masacrado por los Rastrojos junto a ocho integrantes más de los gaitanistas en el sector de La María, durante una reunión que buscaba solucionar el control del puerto de Buenaventura, y luego la masacre de La Barra 44, donde alias Palustre, líder de la banda de la 40, se alió con los gaitanistas y los Rastrojos, bajo el mando de alias el Búho, junto a la banda de los Totos y la 39, masacran ocho personas, entre ellas a Jorge Martínez, alias TK, ficha de los gaitanistas. El clan del Golfo entendió que la cuestión es de alianzas.

El narcotráfico lo manejan las Autodefensas Gaitanistas de la siguiente manera: el cartel de Sinaloa es su principal aliado comercial. Los puertos y las rutas del narcotráfico son propias. Por eso las administran y las protegen. Todo narcotraficante (pequeño o grande) que saque droga hacia Europa debe pagar US$150 por kilo de clorhidrato de cocaína. Si no los paga se enfrenta a tres cosas: la muerte, la expropiación de la droga o entregarla a la Policía.

En otras rutas que son propias pagan US$200 por kilo de cocaína y US$500 millones por abastecimiento de la lacha tipo go fast. El abastecimiento implica combustible hasta la zona de retanqueo, marinos que conocen la ruta, alimentos, armas y logística, que incluye protección hasta salir a mar abierto. Una lancha puede llevar 1.200 kilos de clorhidrato.

En el Caribe, entre Cartagena y La Guajira, se han identificado al menos cinco rutas: una entre Cartagena y Barranquilla, otra a la altura de la isla de Salamanca, una más entre Santa Marta y La Punta (Dibulla, La Guajira), y dos en la Alta Guajira, hacia el faro de Punta Gallinas y Punta Agujas, cerca de la localidad de Chimare. 

La organización ha tenido bajas importantes: las capturas de Yony Alberto Grajales Álvarez, alias Guajiro o el Ahijado, fue un duro golpe. Es sobrino de alias el Negro Sarley y se decía que podía sucederlo en el mando. También la de Eduard Fernando Cardoza Giraldo, alias Boliqueso, detenido en Brasil en 2016 y quien lideraba la red desde ese país. La de Víctor Javier Córdoba Mosquera, alias Aguirre, quien sucedió a el Ahijado. De Jacinto Nicolás Fuentes Germán, alias Don Leo, en 2013, quien lideraba la red desde Perú. De Camilo Torres, alias Fritanga, en 2012. De Melquisedec Henao Ciro, alias Belisario, en 2012, en Santa Marta, y de José Meléndez Suárez, alias el Emperador, quien era el enlace entre México y el cartel de los Soles en Venezuela. Todas ellas muestran una caída significativa de los gaitanistas.

Por Ariel Ávila

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