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Sería difícil determinar cuál fue la última generación en Colombia (si es que ha habido alguna) que no cargó en su espalda el peso de la guerra. Las secuelas de una explosión y los vacíos que dejan las balas en las paredes y en las familias son elementos que se han perpetuado en el país. Los almuerzos en familia iban acompañados de noticias que hablaban de una realidad manchada de sangre por los múltiples atentados, secuestros y crímenes de guerra que se convirtieron en el pan de cada día. Los bombardeos no son los únicos que acontecen en el marco de un conflicto, también suceden los bombardeos de los medios de comunicación plagando las pantallas y los periódicos con noticias y crónicas sobre la violencia.
Este fenómeno de saturación en torno a la guerra dejaría en varias generaciones la inquietud de trabajar para contrarrestar este fenómeno y desviar la atención a nuevos movimientos, acciones y discursos que encaminaran a la sociedad a superar los traumas de la violencia y empezar a recomponer el camino. Ese es el caso de Julián Díaz Velosa, escritor, director y guionista que halló en el cine la posibilidad de reivindicar los valores que se esfumaron en las bombas y que pueden resurgir a través del arte.
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“Creo que cuando es joven en este país los medios de comunicación de alguna manera lo influencian mucho. Y sobre todo cuando uno ve crisis sociales como las de los conflictos armados. Y ese es mi caso. Desde que estaba en el colegio era bombardeado por toda esta información y había tenido familiares y amigos que habían tenido percances directos con el conflicto armado. Siempre había dentro de mí como algo que estaba creciendo, una raíz que me decía que tenía que hacer algo y aportar algo como colombiano a todo lo que estaba sucediendo. Pero era muy ingenuo y en esa época creía que podía, siendo soldado, ayudar a cambiar las cosas y poner como esa parte de lucha. Luego me di cuenta que no fue así. Estudié cine y me enamoré de él. Pero me había quedado esa espinita de que tenía que contar algo de lo que había pasado”, dijo Julián Díaz, director de Ecos.
El proyecto Ecos de paz consta de dos etapas: en la primera, se presenta el largometraje “Somos Ecos”, en la que dos personajes se encuentran en la oscuridad de la selva y la guerra que cobija la naturaleza del territorio nacional. Cada uno pertenece a un bando diferente y será la confianza y el paso de los días lo que les va a permitir encontrar un sendero de reconciliación que los lleve a cumplir sus sueños mientras esquivan las ráfagas y las amenazas inherentes de la violencia. La película surge tras cinco años de investigación en los territorios más golpeados por el conflicto armado. Jornadas de dos a cuatro días componen las 176 entrevistas que Julián y su equipo de trabajo realizaron para re-conocer los testimonios de la guerra y humanizar-se junto a las víctimas y victimarios del fratricidio.
La segunda etapa del Proyecto se llama “Ecos de reconciliación”. Allí se propone construir espacios de diálogo y concertación entorno al cine y a las historias del conflicto. La idea es que estos escenarios de escucha, aprendizaje y reflexión ayuden a los jóvenes a superar los traumas de la guerra a través del arte. De esa forma, se busca que la película de la primera etapa del proyecto se pueda llevar a 220 municipios que hayan sido afectados contundentemente por los enfrentamientos entre los diversos grupos armados. Posteriormente, un gremio de pedagogos desarrollará actividades que se relacionen con la paz, el perdón y la reconciliación.
Una vez abordados los temas, los jóvenes tendrán la oportunidad de narrar sus historias a través de un producto audiovisual que participará para que sea proyectado tiempo después en otros territorios del país gracias al apoyo brindado por el Banco de la República. El objetivo es que surjan 220 cortometrajes de aquellas comunidades que superaron el flagelo de la guerra y que ahora tienen la posibilidad de visibilizar sus relatos e identidades por medio del cine y su factor pedagógico que reconstruye memorias y sociedad.
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Julián asegura que el sueño de desligarse de la cultura de la guerra se materializa gracias al respaldo de cientos de personas que apoyan a quienes quieren traer los susurros de los territorios más apartados y afectados por la guerra y poder ofrecerles una transformación, logrando que los susurros pasen a ser ecos en la historia del país.
Cuenta que se estaba graduando en Los Ángeles en 2011 y “veía cómo estaban representados los veteranos de guerra de Estados Unidos y cómo era que se veían allá. Comparaba eso con lo que pasaba acá en Colombia y me daba cuenta de que los jóvenes aquí estaban en el monte matándose entre los mismos colombianos y ya estaba tan naturalizado el conflicto que a nadie le importaba.”
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Julián Díaz, Melissa Gutiérrez, Mateo Vergara, Etienne Boussac, Juano Acevedo, Manuel Velásquez, Carlos Guerrero, Ángela Serrano y Felipe Cuervo conforman el equipo Ecos. Sus ideas, sus perspectivas, sus lugares de enunciación son los que han permitido que el proyecto y sus acciones enfocadas en los jóvenes de las comunidades más afectadas por la violencia se lleven a cabo. Más de 80 entidades articuladas al desarrollo del proyecto, 150 contactos de organizaciones para la etapa de pedagogía y más de 500 vídeos con mensajes de esperanza y reconciliación para los jóvenes hacen parte de los números que respaldan esta iniciativa y que refuerzan la importancia del proyecto en un momento en el que la sociedad enfrenta una transición llena de incertidumbres.
“Lo más importante aquí es que los jóvenes entiendan que son los que realmente están en la línea de fuego de los diferentes bandos y que ellos pudieran entender qué era lo que pasaba para que no se volviera a repetir y si ellos creían en sus sueños más que en los sueños de otros eso podía generar un cambio, porque si yo sigo mis sueños yo no voy a ser carne de cañón de nadie”, afirmó Díaz.
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