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¿Qué se lleva en la maleta?
Pimienta del Putumayo que compré en Agroexpo, de un proyecto que hemos apoyado; una mochila wayuu que me regalaron las cabezas del sistema integral de justicia; café y chocolate. Me llevo muchos recuerdos, no será la última vez que pase por Colombia. Me despido sin lágrimas porque no he perdido nada, he ganado muchas cosas.
¿Cómo fue su primer paso por Colombia?
Estuve como consejero entre 2007 y 2011; era un momento de pleno conflicto armado, las Farc estaban fuertes. Llegué con niños chiquitos y tenía miedo de dejarlos cuando estábamos fuera, uno sentía la presencia de la violencia. En estos dos años he visto un cambio. Aunque hay discusiones sobre si se implementa bien o mal el Acuerdo de Paz, si se financia a todas las instituciones, hay otra realidad. La discusión es cómo se implementa y se construye la paz, no si se hace la guerra o si se hace la paz. Hay que reconocer los avances.
¿Hay muchos que no reconocen avances?
El Acuerdo es un paso fundamental en la construcción de la paz, pero hay una diferencia entre el Acuerdo de Paz y la paz completa o la construcción de la paz. Suecia, que lleva 200 años sin guerra, sabe que la paz es un proceso constante de construcción.
¿De los lugares de Colombia que ha visitado, cuál le impresionó más?
He visitado Chocó varias veces, es impactante por la vulnerabilidad de la gente, por la presencia de la ilegalidad. Visitamos Vichada, es un territorio llano, caliente, verde, adonde llegamos se cruzan dos calles y no hay nada más. En todos esos lugares hay un deseo de construir, de seguir buscando salidas a esta realidad, aunque las alternativas no son fáciles.
¿De los proyectos que apoya Suecia en la construcción de la paz, cuál destacaría?
A través del Banco Mundial apoyamos la formulación del catastro rural, que en este país es muy significativo, es la base legal ordenada para la tributación, para la resolución de conflictos. Es algo técnico que se traduce en cosas reales para la gente del campo. También los microcréditos, a través de Bancompartir, que llegan a pequeños productores y benefician sobre todo a mujeres en territorio rural; eso es inclusión.
Después de la firma del Acuerdo, ¿cuál es el objetivo de la cooperación sueca?
Queremos seguir siendo socios de Colombia en la construcción de la paz y el desarrollo sostenible. Son más de 140 años de presencia sueca en Colombia. Trabajamos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la agenda 2030, y vemos a Colombia como un socio con nuevos horizontes comerciales. Hoy hay cien empresas suecas (eran treinta hace diez años). Hace diez años llegaban pocos turistas en busca de aventuras, hoy vienen jubilados, familias, jóvenes...
¿Con qué preocupaciones se va?
El asesinato de líderes sociales, la ilegalidad del narcotráfico. Pero hay que ver las cosas con paciencia, no todo se arregla en un día. Para el país lo importante es mantener un proceso de construcción de paz, eso va de la mano con el desarrollo sostenible.
¿Cuáles son los desafíos a futuro en la consolidación de la paz?
El proceso de paz está en un momento de cambio entre lo inmediato y lo de largo plazo. Se necesita que la JEP, la Unidad de Búsqueda y la Comisión de la Verdad tengan posibilidad de hacer su trabajo para que se logre la reconciliación, pasar la página, ver otros horizontes, invertir en un futuro distinto. Ese sistema es innovador y cuenta con un apoyo internacional abrumador.¿Cómo valora las iniciativas de construcción de paz en los territorios?
Ese es un buen ejemplo de la paciencia. Hemos apoyado los programas de desarrollo y paz, los laboratorios de paz, a través de la Unión Europea, Naciones Unidas y otros países. Lo fundamental es que son procesos de construcción, los protagonistas son colombianos y colombianas que tejen relaciones sociales que han servido para fomentar la convivencia pacífica. No funciona en todas partes, pero en algunas sí, en Chocó, Arauca y Catatumbo.
¿Cómo ve el avance de la agenda de igualdad de género?
Es un tema que ha llegado para quedarse. La inclusión y la igualdad están en la discusión, hay mucho por hacer, al igual que en mi país. Son procesos de décadas, hay organizaciones de mujeres fuertes y es prioridad desde el Gobierno buscar la paridad en cargos políticos. Las elecciones son un desafío. Una paz lograda entre todos es más sostenible. Como dijo nuestra canciller: más mujeres, más paz.
¿Cómo es un gobierno feminista con política exterior feminista?
Es la decisión de hacer algo por las desigualdades históricas de la sociedad. Empezamos con políticas públicas que faciliten la participación de la mujer en el mercado laboral, con guarderías, licencia paternal y maternal, por ejemplo. En la Cancillería empezamos a ver cómo asegurar que la participación sea pareja en los cargos. Se ha pasado de 20 % de mujeres, hace veinte años, hasta llegar hoy al 45 %.
¿Cómo lo lograron?
Empezamos a mirar por qué las aplicaciones de mujeres para cargos de carrera eran de menos del 40 %, cuando había más mujeres que hombres. No nos podíamos quedar en la respuesta obvia de que las mujeres no quieren. Nos preguntamos: qué podemos hacer para aumentar el número de solicitudes y cuáles son las barreras que no hemos visto para que no se presenten más mujeres.
¿En Colombia nos estamos haciendo esas preguntas?
Está empezando, seguramente no vamos a llegar a las mismas conclusiones. Somos sociedades distintas con patrones culturales distintos, con historias distintas. Nosotros compartimos nuestra experiencia, pero cada sociedad lo resuelve de manera distinta.