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Wálter Patricio Arizala Vernaza, alias Guacho, es hoy el hombre más buscado por Colombia y Ecuador. No es para menos. El viernes pasado el gobierno ecuatoriano confirmó que él y sus hombres, pertenecientes al autodenominado frente Óliver Sinisterra, asesinaron en cautiverio a un equipo periodístico del diario El Comercio. Entre los dos países se ofrece una recompensa de más de US$230.000 por información que lleve al hombre que maneja dos laboratorios de coca capaces de producir más de 10 toneladas al mes y quien es la ficha clave para los mexicanos del cartel de Sinaloa. Que hoy Guacho sea la pesadilla de colombianos y ecuatorianos no es fortuito.
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Su vida en la guerra comenzó a los 15 años. Ingresó a la columna móvil Daniel Aldana de las Farc, que estuvo bajo el mando de alias Óliver. Aunque fue un guerrillero raso durante años, se especializó en armar y colocar explosivos. Sus jefes se percataron de que el muchacho de origen ecuatoriano tenía una especial habilidad para los números. Fue así como lo promovieron y Arizala Vernaza pasó a controlar los movimientos financieros de la columna móvil. Su compromiso con la extinta guerrilla era tan sólido que cuando se empezó a hablar de una desmovilización para acabar el conflicto, Guacho se separó de lo que durante 10 años fue su vida.
Abandonó las filas de las Farc que estaban ya en camino a las zonas veredales y regresó a la zona que tan bien conocía. Quienes lo siguieron lo reconocieron como el líder de las disidencias. Su objetivo era claro: retomar los corredores claves entre Colombia y Ecuador, consolidar sus contactos con narcos mexicanos y seguir siendo el terror en la frontera. No lo tuvo difícil. Fuentes de inteligencia de la Fiscalía le contaron a El Espectador que tras su salida de la exguerrilla se dedicó a reclutar hombres y comprar armamento de origen ecuatoriano.
Los precios de cada fusil adquirido por el frente Óliver Sinisterra, según ha logrado establecer el Ejército, oscilan entre los $15 millones y $20 millones. Fuentes cercanas a la investigación en contra del líder de las disidencias confirmaron que Guacho también habría pagado una millonaria suma de dinero por armamento que las Farc no le habrían entregado a la Misión de la ONU el año pasado, el cual tendría que haberse guardado en contenedores para posteriormente ser destruido. Se trataría, en todo caso, de una violación a un compromiso que debía ser inviolable, al que habría llegado la extinta guerrilla con el Gobierno en el Acuerdo de Paz.
Más de un año después de la deserción de Guacho y sus hombres, se estima que hoy el frente Óliver Sinisterra tiene 450 miembros, quienes ya tendrían injerencia, no sólo en la zona fronteriza y en Tumaco, sino también en cercanías a Pasto. Las autoridades detectaron células en la capital de Nariño, y fuentes cercanas a la investigación le explicaron a este diario que el número de hombres de Guacho crece a un ritmo aterrador. ¿La causa? La molestia de varias familias de las veredas Gualtal, Llorente y Altaquer (Nariño) que se han ido integrando a sus filas con el argumento de que el Gobierno ha incumplido lo pactado en el proceso de paz.
Para mantener a sus hombres, los disidentes saben muy bien que la respuesta está en el narcotráfico. Y el frente Óliver Sinisterra tiene el control casi total de las rutas en el sur del país. Fuentes de la Fiscalía le explicaron a El Espectador que Guacho es dueño de dos laboratorios de cocaína capaces de producir 3,5 toneladas semanalmente, generando más de 10 toneladas mensuales. El tamaño de la producción es uno de los dolores de cabeza del gobierno Santos, pues sabe bien que uno de los principales compradores del estupefaciente es el cartel de Sinaloa, y Estados Unidos tiene prendidas sus alertas en la lucha de ambos países contra el narcotráfico.
Además de estos dos laboratorios propios, Guacho también tiene el control de varios en la zona de frontera, pues, señalaron fuentes de inteligencia a El Espectador, el jefe de la disidencia estaría cobrando un impuesto o vacuna a los dueños que tienen sus laboratorios en terrenos donde opera el frente Óliver Sinisterra, el cual oscila entre los $500.000 y el millón de pesos por kilo producido.
En manos de los hombres de Guacho, además de las millonarias sumas de dinero y los laboratorios de coca, están dos ciudadanos ecuatorianos: Óscar Efrén Villacis y Katty Vanesa Velasco. El gobierno de Ecuador confirmó su secuestro a comienzos de esta semana y ya le dijo a Guacho que los debe devolver vivos. Una exigencia que parece tener poco peso, si se tiene en cuenta que Guacho y sus hombres ejecutaron a Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra (de El Comercio), secuestrados el pasado 26 de marzo. Sus cuerpos no han sido entregados por los disidentes, quienes alegaron falta de garantías de seguridad. Las autoridades de ambos países apuntaron toda su artillería para dar con Guacho.
Sobre él, la Fiscalía tiene el registro de varios hechos claves en su vida. Sabe que ingresó a las Farc en 2007 y que fue reclutado por alias Alexis o Tachuela. Asimismo sabe que tiene nacionalidad ecuatoriana, pero también cuenta con cédula colombiana, que habría sido expedida en Barbacoas (Nariño), en donde se encuentra su única foto con corbata. El ente investigador ha seguido de cerca las andanzas de Guacho y hoy tiene las suficientes evidencias para explicar una de sus estrategias de guerra. En términos concretos, su modus operandi puede describirse en dos palabras: acción y reacción.
Lo ha demostrado en varias de las acciones terroristas que ha perpetrado en los últimos meses en la frontera, que han sido una respuesta a ataques de la Fuerza Pública a sus hombres o familia. Por ejemplo, el atentado con un carro bomba a la estación de Policía de San Lorenzo (Ecuador), que dejó 28 personas heridas, fue su respuesta a un allanamiento hecho por la Policía a la casa de su mamá en días anteriores en Ecuador. Al parecer, el lugar quedó en muy mal estado tras el operativo, por lo que el disidente se molestó y atentó contra la edificación.
Otro de los atentados del guerrillero fue contra una torre de energía ubicada en la vereda Las Marías (Tumaco, Nariño) el pasado 5 de abril. El ataque se dio tras la captura, por parte del gobierno ecuatoriano, de uno de sus cuñados. Y el caso más reciente: el secuestro de la pareja de ecuatorianos después de que se enterara de la captura de Rubén Jaramillo, quien sería su primo. El foco de las autoridades colombianas y ecuatorianos está sobre Guacho y han puesto a sus hombres y esfuerzos en su cacería. Pero él, mejor que nadie, conoce la selva de la frontera. Así es como ha esquivado durante 14 años a las autoridades.