La paz en Montes de María es de las mujeres

A una hora y 30 minutos al sur de Cartagena de Indias, una de las ciudades turísticas más reconocidas de Colombia, se encuentran dos municipios con un pasado de violencia armada bastante fuerte: María La Baja y San Jacinto (Bolívar). Juntos acumulan cerca de 11 masacres, 102 muertos y 168 mil personas desplazadas entre 1980 y 2014.

Óscar Arnulfo Cardozo Cardozo
13 de junio de 2020 - 11:00 a. m.
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Por: Óscar Arnulfo Cardozo Cardozo

Algunas lideresas de las tejedoras de Mampuján han recibido amenazas en estos días de pandemia. / Óscar Cardozo- Cortesía
Algunas lideresas de las tejedoras de Mampuján han recibido amenazas en estos días de pandemia. / Óscar Cardozo- Cortesía

Pero su presente no parece mejorar. Hoy hay 54.758 hectáreas de palma de aceite sembradas en el territorio, nuevos actores armados vinculados a redes del narcotráfico y amenazas a líderes sociales por parte de antiguos miembros de grupos paramilitares. Sin embargo, en medio de tanto caos, son las mujeres las que han creado redes entre ellas que permiten dar un nuevo aire a sus propios territorios ante el azote de la violencia, las multinacionales y el olvido del Estado.

Las mujeres que tejen telares y memorias en Mampuján

A 10 minutos de la cabecera urbana del municipio de María La Baja se encuentra el corregimiento de Mampuján. Allí, el 10 de marzo del año 2000, un bloque paramilitar al mando del comandante Juancho Dique desplazó a gran parte de su población, que solo pudo volver 10 años después.

El retorno trajo mucho dolor, pero también reconciliación de la mano de la Asociación Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz, un grupo de 15 mujeres cuyo trabajo fue reconocido en 2015 con el Premio Nacional de Paz que otorga el Gobierno colombiano.

(Lea también: Ser lideresa social en medio de amenazas)

“Después de un largo tiempo de vivir en María La Baja, las mujeres se idearon la forma de hacer algo productivo y que les ayudara a salir del trauma y del estrés que estaban viviendo a causa del desplazamiento. Fue cuando con la ayuda de un amigo, vino una artista de tela y psicóloga, quien nos ayudó mucho, comenzando con esta técnica. Y fue el arte de hacer telares o tapices en los que plasmamos nuestras historias de vida”, cuenta Gledys López, integrante de esta Asociación.

Esta mujer, inagotable, junto con otras 50, que son el número actual de mujeres vinculadas a la Asociación, no solo tejen tapices, sino también tejen memoria y verdadera paz: “La palabra memoria para nosotros significa no olvidar lo que pasó, pero también significa que nosotros somos capaces de salir adelante. Siempre he pensado que cuando usted tiene hambre, no puede tener paz. Y esto, además de que es una terapia, es un trabajo con el que podemos remendar las brechas que dejó la guerra”.

Sin embargo, la reciente amenaza que recibió Juana Alicia Ruiz, también de Montes de María, ha elevado la preocupación de estas mujeres sobre el inminente regreso de actores armados ilegales en su territorio. El más presente es quizá las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (llamadas por el Gobierno como Clan del Golfo), que según los pobladores y las autoridades han estado merodeando las viviendas de las integrantes de esta Asociación en Mampuján y han hecho llamadas intimidantes.

Por lo pronto, en medio de la crisis económica que trajo la pandemia, las tejedoras de Mampuján están fabricando tapabocas con sus diseños para recibir ingresos y gestionar apoyos y alimentos para las comunidades más necesitadas de Montes de María. Ahora están a la espera de que un día el confinamiento actual y la violencia de los armados sean asuntos del pasado.

(Vea: Los archivos de “La Paz en el Terreno” llegan a la Comisión de la Verdad)

Mujeres hilando hamacas para la paz en San Jacinto

Al lado occidental de María La Baja, justo en el enclave central de Montes de María, se encuentra el municipio de San Jacinto (Bolívar). Son famosos en el mundo por ser la tierra de los ganadores del Grammy Latino en 2007, con los Gaiteros de San Jacinto. Pero paralelamente a su música, San Jacinto también es reconocido por haber sido perpetradas allí siete de las peores masacres de Bolívar (Cerro Maco, Las Palmas, Arenas, Cruz de Mayo, Bajo Grande, Finca Alemania y la Sierra).

Por un tiempo, el silencio rondó San Jacinto. Hombres y mujeres solo callaban de miedo en la tierra donde los sones y porros musicales antes retumbaban. De hecho, hay una pieza originaria de aquí, conocida como Las hamacas, que cuenta, sin quererlo, la historia de las mujeres de este municipio que lucharon desde la Asociación de Mujeres Víctimas del Conflicto Armado de San Jacinto para posicionar el tejido de estas hamacas y unir a las mujeres que lo perdieron todo tras la guerra en una sola causa: volver a sus territorios.

Luz María Plaza Romero, la representante legal y guía de las mujeres adscritas a Asomuvica (Asociación de Mujeres Víctimas del Conflicto Armado de San Jacinto), cuenta los días duros de la guerra y la importancia de luchar hoy por la paz: “El logo de nuestra Asociación tiene dos manos y una paloma, porque queremos que esta sea la representación de que la paloma busca libertad”.

Actualmente hay 49 mujeres vinculadas a esta Asociación, la que genera dividendos para cerca de 400 familias. Y en estos tiempos de pandemia, Luz María cuenta emocionada que forman parte de un laboratorio de trabajo, en convenio con el Laboratorio de Innovación y Diseño de Bolívar de Artesanías de Colombia. Aunque también es muy crítica, porque dice que no han recibido apoyo de la Gobernación ni del Gobierno Nacional en esta crisis.

(Lea también: Las Voces de la Verdad con las que la CEV se acerca a los territorios)

Es así como han encontrado una forma de subsistir, hacer memoria y crear estrategias para la paz, aunque los vientos de violencia parecen volver a la región. “Nosotras no hemos tenido amenazas. Pero nuestro contexto, nuestra comunidad, no es ajena a estos hechos. Nuestros líderes sociales, líderes reclamantes de tierras y defensores de derechos humanos en San Jacinto sí se han visto afectados por este tipo de hechos. Hace un tiempo a una compañera que tenía un quiosco en la vereda Patio Grande, ubicada en la carretera que va de San Jacinto a Carmen de Bolívar, le quemaron su negocio y la intimidaron muy feo. Son esas cosas las que nos ponen de una u otra manera vulnerables, al no haber tampoco acompañamiento del Estado”, asegura.

*Investigador adscrito a la Universidad Nacional de Colombia en temas de memoria, conflicto y disputas socio-territoriales.

Por Óscar Arnulfo Cardozo Cardozo

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