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De acuerdo con el análisis global sobre la situación de líderes y defensores de derechos humanos en 2020, realizada por la ONG irlandesa Front Line Defenders, Colombia es el país con mayor número de líderes asesinados de las naciones analizadas. Según los registros de la ONG, en 2020 se documentaron 177 asesinatos de líderes, una cifra siete veces más alta que el país que sigue en este escalafón: Filipinas, con 25 líderes asesinados en ese año (ver gráfica página 21).
Pero, ¿cuál es el impacto de estos asesinatos en Colombia? De acuerdo con la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH): “En el contexto colombiano, las personas defensoras de derechos humanos han sido un pilar fundamental para el proceso de democratización en el país, pues a través de sus actividades de vigilancia, denuncia, promoción y educación contribuyen a la observancia de los derechos humanos”.
Justamente, en un año en el que la pandemia por el COVID-19 impuso la virtualidad como forma de vida, las redes sociales se convirtieron a la vez en aliados y enemigos para los líderes sociales en Colombia. Por ejemplo, el 13 de julio del 2020, por medio del sistema de mensajería de WhatsApp, el grupo neoparamilitar autodenominado Águilas Negras amenazó de muerte a dos líderes sindicales pertenecientes al Sindicato de Educadores Unidos de Caldas (EDUCAL), entre ellos el docente y líder sindical Mario Mantilla.
Otro caso documentado se registró en Caloto (Cauca), allí señalan los campesinos que por medio de redes sociales circuló un panfleto del Bloque Sur y Norte del Cauca de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia con el siguiente mensaje: “Queremos informarles a todos los nortecaucanos como Corinto, Caloto, El Palo, Santander de Quilichao y a sus alrededores que hemos vuelto a la región. A controlar el pueblo y queremos decirles aquellos líderes indígenas y campesinos que desde las .0000hr serán ejecutados por colaboradores de la Dagoberto Ramos y la Jaime Martínez”. Estas últimas son estructuras de las disidencias de las Farc, pertenecientes al Comando Organizador de Occidente, que también intimidan y controlan a la población.
Las amenazas hacen parte del diario vivir de los líderes sociales en Colombia. Y las redes sociales y servicios de mensajería instantánea han sido un canal que también han empleado los violentos para amedrantar a las comunidades. Jairo*, líder social de los Montes de María, y Mayerlis Angarita, lideresa y fundadora del colectivo de víctimas y sobrevivientes del conflicto armado en esta región del Caribe colombiano llamado Narrar para Vivir, han sido víctimas de estas intimidaciones. Incluso Jairo*, quien prefiere proteger su identidad por amenazas recibidas contra su familia, ha optado por usar Telegram, un servicio de mensajería alternativo, para contactarse con autoridades y realizar denuncias.
Más allá de este riesgo que traen consigo las redes para las personas que lideran procesos sociales, hay un peligro que no es tan evidente a simple vista. Hoy por hoy, los y las líderes están en medio de un mundo hiperconectado, lo que hace que separarse de las redes sociales sea casi imposible, pues se ha convertido en la única forma de comunicación con organizaciones internacionales, con periodistas e incluso con otros líderes. Pero este fenómeno, asegura Clemencia Carabalí, líder afro, ganadora del Premio Nacional de Derechos Humanos y representante de la Asociación Municipal de Mujeres que trabaja en el norte del Cauca, ha afectado su salud mental.
“Tanta virtualidad te cansa, te estresa, si tú no te alejas eso te termina afectando la salud. Yo, por ejemplo, estoy en tres grupos que son muy activos y con el trabajo en terreno, ya a uno no le queda más energía. En un día es una cantidad impresionante, un bombardeo de información. Y eso te carga mucho, ver en tantos grupos imágenes, videos de muchachos mutilados, cadáveres en el río Cauca, eso te parte el alma. Yo por salud mental dejé de ver tantos grupos, porque eso te afecta”, asegura Clemencia.
“También tienen sus ventajas”, dice la líder afro. Ella indica que su experiencia con las redes, en especial Twitter y Facebook, ha sido alentadora. “Yo siempre recibo cosas muy positivas, apoyo de mucha gente. Creo que mi labor como líder sería más complicada sin redes sociales, desde la organización nosotras identificamos siete capacidades para el cuidado y la autoprotección, y entre estas está la comunicación. Sí puede ser un arma de doble filo, pero entre todas acordamos que debemos usar las redes y la comunicación con tres propósitos: para la visibilidad, la incidencia y la protección. A través de ellas hemos logrado visibilizar todas las cosas que hacemos y de paso fortalecer nuestras redes de apoyo, y para conseguir fondos, incluso desde el exterior”, dice Clemencia.
En el caso de Mayerlis y de Narrar para Vivir, ella y las mujeres que conforman el colectivo también han logrado visibilizar por medio de redes sociales sus logros desde la organización, en especial desde su canal de Youtube y alianzas en productos audiovisuales como documentales, videos y reportajes con entidades estatales como la Unidad de Víctimas, con ONU Mujeres Colombia y con medios de comunicación nacionales e internacionales.
Por su parte, Isabel Cristina Zuleta, socióloga, activista colombiana y líder del movimiento Ríos Vivos, asegura que tanto Facebook como Twitter han sido aliados en la difusión de sus logros como colectivo ciudadano y también para compartir información de interés nacional y pedagógica. El Movimiento Ríos Vivos, ganador del premio nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia en 2018, lleva activo en Twitter nueve años y actualmente cuenta con casi 30.000 seguidores.
“El movimiento no habría tenido la necesidad de tener redes sociales si los medios de comunicación realmente hubiesen visibilizado lo que pasaba en los territorios. Si no nos hubiésemos sentido ofendidos con la manipulación de la información y la tergiversación que hicieron canales regionales y nacionales sobre nuestras luchas”, asegura Isabel.
La líder ambiental de Ríos Vivos narró que la principal motivación para adentrarse en el mundo de las redes sociales fue un “bloqueo mediático” que se le realizó al movimiento desde sus denuncias contra el megaproyecto hidroeléctrico Hidroituango. “A partir de las redes encontramos la forma de manifestarnos, visibilizar y comunicarnos con el mundo. Nosotros encontramos conexiones con otras luchas como las nuestras en Latinoamérica y en el mundo. Es una conexión con la globalidad. Para nosotros han sido claves nuestras dinámicas, que pasaron de Facebook a Youtube para hacer real nuestro mandato de la voz propia, sin intermediaciones”, relata Isabel.
Pese a los riesgos y ventajas de las diferentes experiencias de liderazgo, los y las líderes entrevistadas para este especial concuerdan en que la mayor dificultad para continuar con sus labores, en un mundo que gira alrededor de las redes sociales, es la falta de conectividad en sus territorios. “Yo me acuerdo que antes uno tenía que mandar una notica en un bus y esperar a que el compañero o la compañera esperara el bus y la leyera, ahorita uno manda el mensaje por WhatsApp y eso le facilita a uno. Pero esto depende de quién tiene la señal y cobertura, la conectividad es pésima incluso en las cabeceras municipales. Se siente una impotencia muy grande”, asegura Clemencia.
Los desafíos para los líderes sociales y defensores de derechos humanos han ido transformándose al paso que se transforma la sociedad. De acuerdo con el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, “en los últimos 30 años, 4.752 líderes han sido asesinados en Colombia, por paramilitares, Ejército, guerrillas y todos los actores de la guerra”. El porqué detrás de los asesinatos, asegura De Roux, se da por la disputa del territorio, por la defensa de los pueblos ancestrales (lucha indígena y afro), la restitución de tierras y la protección a las víctimas del conflicto armado. Por su parte, Léyner Palacios, comisionado de la Verdad, aseguró que hay que dignificar a los líderes afros, dar garantías para su participación en política y dejar de pensar en ellos únicamente “para el deporte y el baile”.