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“El problema siempre es el mismo: uno acaba la coca y luego no llegan los programas, no llegan las ofertas, y ¿uno de qué va a vivir? De nada porque no tenemos cómo más sobrevivir”, dice Johana Contreras, una campesina del Catatumbo que se volvió desconfiada con las promesas del Estado. Por años le han dicho que deje de cultivar coca sin ofrecerle alternativas reales y sostenibles para ella y su familia. Una historia que conocen bien miles de familias de Nariño, Putumayo, Guaviare, Meta o Caquetá, donde se han quedado esperando los proyectos luego de comprometerse a sustituir el cultivo de la hoja de coca.
(En video: Mujeres del Putumayo transforman el territorio lejos de la coca)
En el año 2000, a Johana y a su familia les tocó salir corriendo de la vereda Mineiros, en Tibú, tras la incursión paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia al Catatumbo, que había iniciado un año atrás, dejando a su paso masacres como la de La Gabarra, en ese mismo municipio, ocurrida el 21 de agosto de 1999, donde fueron asesinados alrededor de 40 campesinos. Mientras el cerco de los paramilitares avanzaba, la gente de su vereda decidió irse, cruzar el río Catatumbo, y luego de tres días de caminata salieron a El Tarra. De allí fueron a parar a Cúcuta. Johana tenía 15 años. En la vereda quedó la finca, el ganado, las gallinas, los cultivos de pancoger.
Nada de eso encontraron cuando volvieron a su finca, una década después, en 2010. “En el Catatumbo lo que había era monte y rastrojo”, cuenta. En su terruño quedaron los escombros de lo que había sido su casa. “Ya no había potreros para meter una vaca, no había yuca, no había plátano”. Entonces volvieron a parar la vereda, pero sembrando coca. Se hizo natural que cada familia tuviera una o dos hectáreas sembradas y levantara de forma artesanal el cambuche donde convierten la hoja de coca en pasta base.
Johana cuenta esa historia hoy en un capítulo de la serie web Sembradoras de Paz, dedicada a contar los relatos de mujeres de distintas regiones del país que por años vivieron de la coca y que hoy son lideresas en proyectos alternativos en la economía legal. Todas, mujeres inscritas al Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), pactado en el Acuerdo de Paz, al que están inscritas 99 mil familias en 14 departamentos del país.
Sembradoras de Paz, serie producida por PASO Colombia (programa de One Earth Future) cuenta inicialmente con ocho capítulos, protagonizados por mujeres de Dagua y Bolívar (Valle del Cauca), Anorí (Antioquia), San José del Guaviare (Guaviare), Tibú (Norte de Santander) y Puerto Asís (Putumayo).
En la vereda de Johana arrancaron las matas de coca en el marco del PNIS, pero las promesas que traía ese programa no se las han terminado de cumplir. Según lo pactado, cada familia se beneficiaría de un ciclo de pagos de $1 millón mensual (o $2 millones bimestrales) durante un año, un proyecto de seguridad alimentaria por $1.800.000, asistencia técnica, un proyecto productivo de corto plazo y otro de largo plazo. En total, $36 millones por familia. Sin embargo, se cumplieron los pagos y el proyecto de seguridad alimentaria pero los proyectos productivos, a la fecha, no han llegado.
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Por eso PASO Colombia implementó el Plan de Contingencia en Apoyo a Familias Erradicadoras de Coca, en coordinación con la Consejería presidencial para la Estabilización y financiado por el Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para la Paz, como un nuevo respaldo para las familias que se inscribieron al PNIS, pero no han recibido los proyectos. Hasta el momento, el plan ha beneficiado a 1.967 familias de 10 municipios de Putumayo, Antioquia, Norte de Santander, Meta, Valle del Cauca, Cauca y Guaviare.
Johana, al igual que las otras protagonistas de la serie, es beneficiaria de ese plan de contingencia en el que tuvieron un peso importante las mujeres. El plan consiste básicamente en brindar ingresos durante cuatro meses a esas familias mientras participan en trabajos comunitarios y se preparan en actividades diseñadas para hacer sostenibles los proyectos de seguridad alimentaria y productivos que trae el PNIS. Además, las apoya en el establecimiento de redes comerciales y las acompaña en el mejoramiento de sus prácticas productivas.
En los otros capítulos de la serie, mujeres de esas regiones cuentan cómo la violencia atravesó sus vidas pero también abren el horizonte para las alternativas que hoy pueden ayudar a desenredar el programa de sustitución de cultivos, cuyo cumplimiento reclaman desde distintas regiones del país.
Aquí puede ver todos los capítulos de la serie: