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"Escribir y contar mi cuento, ya no es un cuento" fue una iniciativa de la Fundación Te Abrazo Chocó en Quibdó, que buscó fomentar la creatividad literaria en niños, niñas y adolescentes víctimas del coflicto armado. Se formaron en nueve sesiones de escritura para narrar sus historias de paz. Al cierre, se escogieron 30 cuentos finalistas, seis de ellos fueron premiados.
La idea hace parte del proyecto Comunidades para la Paz, implementada por la Fundación Plan, en asocio con el Secretariado Nacional de Pastoral Social y financiado por la Unión Europea, que busca prevenir todas las formas de violencia y proteger a la niñez.
Aquí les presentamos uno de los cuentos ganadores:
La lealtad de un amigo
Autor: Jair – 17 años
A las afueras de la ciudad de Camberra existió un pueblo llamado Tauchigadó en el cual vivía un niño llamado Jhon. Aquél niño tenía un amigo llamado Carlos e iban para todos lados teniendo grandes aventuras, en las mañanas iban a la escuela y en las tardes les ayudaban a sus papás a pilar el arroz en los pilones de madera que se veían por todo el pueblo cuando llegaba la cosecha. En el tiempo de la subienda del pescado, se divertían ayudando a sus papás a desenredar los bocachicos de los trasmallos que toda la gente del pueblo usaba para la pesca y buscar su sustento diario vendiéndolo en la ciudad.
Los meses transcurrían en calma, hasta que un día Jhon y Carlos en medio del juego y la diversión, encontraron un juguete nuevo en la parte de atrás del pueblo: era algo redondo y con algo parecido a un anillo en la parte de arriba; por ser algo desconocido, decidieron mostrarlo a sus papás antes de usarlo, cuando sus papás lo vieron, descubrieron que era una granada y que si los niños la hubieran activado había ocurrido una desgracia. Esa semana la vida de Jhon y Carlos cambió, pues la familia de Jhon decidió abandonar el pueblo para evitar una tragedia.
La semana siguiente Jhon y su familia ya estaban en casa de unos familiares en Camberra y al cabo de unos días, escucharon la noticia que una gente armada había llegado al pueblo y se habían llevado algunos jóvenes, niños y niñas, y a otros los habían dejado entrenados y armados, “cuidando el pueblo”. Entre los que estaban cuidando el pueblo estaba Carlos. Mucha gente se fue a la ciudad, y se les veía agrupados en el coliseo con el susto en las caras; pasó el tiempo y la ayuda llegaba, pero no era suficiente, muchos empezaron a buscar trabajo en la plaza de mercado; las mujeres, como empleadas domés acompañantes para saber cuál de sus amigos de infancia era, pero no consiguió hacerlo.
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Le quitaron todo lo que tenía: dinero, reloj, celular, billetera y se fueron rápidamente del lugar. Esa noche durmió en casa de una de sus tías que años atrás decidió regresar al pueblo a pesar de los peligros, porque en la ciudad no había conseguido cómo sustentarse. Al día siguiente quiso regresarse a la ciudad y evitar un peligro mayor. Se despidió de su tía y cuando estaba bajando por la improvisada escalera de madera de la casa, encuentra a los jóvenes que el día anterior le habían robado con esas armas y a otro joven que era el líder de la banda.
Su rostro se le hizo familiar pero el susto no lo dejó detallarle el rostro. Jhon permaneció en silencio esperando lo que iba a suceder, cuando el líder le preguntó que cómo había estado y Jhon con una voz entrecortada respondió que bien, el líder le dijo que tenía sus cosas que todo estaba como se lo habían quitado sus compañeros y al instante se acercó un poco más y le dijo llorando que él era Carlos y que lo había extrañado mucho, se abrazaron y tuvieron una larga conversación. Jhon decidió quedarse esa semana y convenció a Carlos y a sus amigos de no servirle más a los que los habían dejado “cuidando más el pueblo”, Carlos le decía a su amigo que no era fácil porque él no sabía hacer más nada pero que iba a pensarlo. Al terminar la semana, Jhon tenía que regresar a la ciudad y retomar todo lo que había dejado, pero le dejó su número de teléfono y su dirección a su amigo. Pasado un mes, Carlos llegó a casa de su amigo y fue bien recibido.
Su amigo le ayudó conseguir un empleo e ingresar a estudiar. Desde ese momento, los dos reunían a muchos niños de barrios pobres de la ciudad y les faconsejaban no aceptar ser parte de ningún grupo delincuencial y les decían que quienes cuidaban los barrios y los pueblos era Dios, los policías y el ejército. Autora: Yirleza – 16 años Había una vez una niña llamada Ana, ella era grosera y desobediente con sus padres y siempre quería estar en la calle. Un día cualquiera, Ana se peleó con sus papás y decidió irse de la casa porque la vida era mejor sin cantaletas de los padres. Los primeros días se los pasó con una de sus amigas, pero como no ayudaba con los gastos de la casa, los padres de su amiga le pidieron que se fuera. Sin casa y sin trabajo las cosas se pusieron difíciles para una jovencita de dieciséis años.
Esas semanas Ana comenzó a dormir en la calle con mucho miedo, mientras sus papás preocupados, ya había comenzado a buscarla por toda la ciudad. En medio de estar en la calle, se tropezó con una banda porque quisieron robarle la poca ropa que tenía en un bolso, pero el jefe de la banda al verla sola y asustada, decidió invitarla para que le ayudara con los trabajos que había que hacer y todo se lo pintaron bonito y fácil. Ella estaba muy contenta porque todo se veía muy bueno, hasta que un día le dijeron que para trabajar vendiendo drogas tenía que consumirla para conocer mejor el producto y recomendarlo mucho mejor. Ana en el momento no aceptó, pero al ver que le habían dado posada y un techo, aceptó las condiciones. La joven empezó a vender y a consumir drogas, y se enamoró con el jefe de la banda, y aprendió todas astucias del negocio en un par de meses. Al terminar ese año, otra banda asesinó al novio y Ana se convirtió en la líder de la banda. Al siguiente mes de la muerte de su novio, la joven decidió caminar y reflexionar acerca de la vida tan vacía que estaba llevando y en medio de caminar lloraba porque eso no era lo que quería para su vida.
Por lo distraída que iba, se tropezó con un joven muy guapo y de buena clase social. Los dos se impresionaron y se disculparon. En medio de eso, terminaron hablando, pero Ana no quiso decirle la verdad sobre su vida. Intercambiaron números de teléfonos y siguieron conversando, al cabo de un mes, Ana decidió contarle la verdad. El joven asombrado, en lugar de abandonarla la abrazó y prometió ayudarla. Ella respondió que era tarde, que ya no podía salir de allí. La semana siguiente el joven la convenció de entregarse y contar todo lo que le había pasado.
Al escuchar la historia, las autoridades la enviaron a un centro de rehabilitación para menores de edad. Todo ese tiempo, su amigo la visitaba en el centro y Ana estaba contenta porque su vida había tomado otro rumbo. Dos años después, Ana salió rehabilitada, y con deseos de estudiar y así lo hizo hasta ser una funcionaria ser centro de rehabilitación y ayudar a los jovencitos que terminaban ahí. Autora: Keisy – 15 años Esperanza era una niña que vivía en medio de la selva con sus papás, sus escasos diez años habían transcurrido en medio de los cambuches y caminando de pueblo en pueblo. Su mejor amigo era Paulo, otro niño que lo habían llevado de otro pueblo.
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Aquella niña era tan tierna y buena y a la vez, que ella hacía lo que estuviera a su alcance para complacer a su mejor amigo, pero aquél amigo se aprovechaba de ella porque sabía que ella lo complacía en todo. Un día Paulo se metió en un problema grande, y Esperanza quería estar ahí, al lado de Paulo para ayudarlo y apoyarlo en todo lo que fuera posible, sin embargo, Paulo no se lo permitió. Esperanza se sintió muy mal porque su mejor amigo no le permitió estar a su lado para ayudarlo, y ella lloró mucho por esta razón, y se preguntaba por qué Paulo era así de malo con ella cuando solo quería ayudarlo y que él se sintiera un poco mejor en medio de esa vida que llevaban.
A Paulo no le importó lo que Esperanza estaba pensando, solo pensó en él y nadie más. Llegó un día en que Esperanza comenzó a charlar con Mateo, otro niño que se habían llevado de otro pueblo, y comenzaron a interactuar y a llevarse muy bien entre los dos. Mateo, escuchaba a Esperanza en el momento que tenían libre, cuando ya pasaban los entrenamientos en la selva, entonces Paulo al ver que Esperanza se la pasaba tan bien con Mateo, sentía miedo de que en tan poco tiempo Mateo le quitara a su mejor amiga, sin embargo, Paulo no hizo nada para que no pasara, porque en realidad, Paulo sólo le interesaba lo que Esperanza pudiera hacer por él y no ella como persona. Con el tiempo, Esperanza se distanció de Paulo y fortaleció su amistad con Mateo.
Cuando Paulo sintió que en realidad le tenía un cariño especial a Esperanza era demasiado tarde porque a Mateo, Esperanza y sus papás ya los habían trasladado a otro campamento, y de este modo, Paulo no pudo pedirle perdón a la que en realidad sí había sido su mejor amiga en medio de la guerra. Autora: Wendy – 13 años En la Ciudad Soñada los días transcurrían de forma normal cuando, de repente, fuertes lluvias comenzaron a caer y en las casas todos se abrigaban y se abrazaban para protegerse del frío que producían las fuertes lluvias. De un momento a otro, cuando dejó de llover y se fue el frío, ellos se hicieron presentes, y ya se les veía andando juntos y a su paso por las calles de la ciudad. Iban cambiando todo a su alrededor: la felicidad se convertía en tristeza; la alegría, en llanto; los amigos peleaban, la gente ya no confiaba. “¿Quiénes eran?”, preguntó doña Soñada. “Somos La Pobreza y La Violencia, ¡estamos aquí para cambiarlo todo y nadie lo impedirá!”.
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El tiempo pasaba y las cosas no cambiaban porque La Pobreza y La Violencia en las calles estaban. Los jóvenes eran asesinados, las niñas violadas y hasta los ancianos eran despreciados; los parques desolados y todos preocupados pues a la Ciudad Soñada la hambruna había llegado. De repente un día inesperado, Cuando nadie tenía esperanza volvieron las fuertes lluvias y todo se inundó. Entonces La Pobreza se ahogó y las personas pensaron que todo se había solucionado. Pero La Violencia no se había marchado; estaba muy triste pues había muerto su aliada y ahora ella sola quedaba. De repente llegó a la ciudad una visita inesperada. La Paz había venido a la Ciudad Soñada.
Cuando llegó se llevó una gran sorpresa porque la ciudad no era tan soñada, pues La Violencia se había apoderado de todo. La Paz, después de ver todo el desastre, decidió dialogar con La Violencia haciéndole ver que es mejor la abundancia que la escasez, la paz que la guerra, la felicidad que la tristeza. La Violencia reflexionó y aceptó, y luego de esta conversación llegaron a un acuerdo. Se hicieron amigas y en la Ciudad Soñada ya malas cosas no se veían; ahora en la ciudad todos pueden salir a caminar sin miedo a que los vayan a matar desde que La Paz llegó y dialogó con La Violencia. Ahora ya La Violencia ya no es violencia sino que es risa lenta y en vez de pobreza hay abundancia. Dicen por ahí que La Paz se quedó a vivir y de la Ciudad Soñada no se quiere ir...