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Una mirada a los reportes sobre deforestación de los últimos meses confirma una tendencia innegable. El fenómeno se ha concentrado principalmente en la región amazónica, alternándose la cabeza del listado entre Guaviare o Caquetá. A nivel municipal, hay uno en particular que durante 2018 no dejó de aparecer en los boletines de alertas tempranas de deforestación emitidos por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam): San Vicente del Caguán.
En los cuatro boletines trimestrales del año pasado este municipio caqueteño estuvo presente con distintos porcentajes respecto a otros municipios de la región y del país. Sin embargo, en el último de ellos -que midió de octubre a diciembre- el aumento fue drástico: entre San Vicente del Caguán y el vecino municipio de Cartagena del Chairá concentraron alrededor del 35 % de las detecciones tempranas de deforestación en todo el país. Caquetá se ubicó muy por encima de los demás departamentos con el 45 % de las detecciones.
De acuerdo con los reportes del Ideam, entre las principales causas de la deforestación en esta zona del país está, por un lado, la actividad ganadera, que “se establece de manera extensiva a lo largo del territorio, siendo una de las pocas alternativas económicas consideradas rentables en la zona y que usualmente es financiada por actores externos”. Por el otro lado, aparece el proceso de colonización que ocasiona una demanda creciente de recursos y nuevas tierras, y que se realiza en ausencia de control estatal a escala local.
Frente a la crítica situación de deforestación que aqueja a San Vicente del Caguán, el alcalde de este municipio, Humberto Sánchez, afirma que se debe responder con una lógica de “mano dura” que no permita la reincidencia en este tipo de actividades. “Hay que armar un bloque de búsqueda con las autoridades en contra de los deforestadores porque si no vamos a seguir con el mismo problema, van a seguir las talas y las quemas. La justicia tiene que proceder lo más rápido posible para judicializar a los responsables de estas actividades”, señala Sánchez.
Sin embargo, en el territorio hay otras voces que le apuntan a combatir el fenómeno de manera diferente. Se trata de un trabajo conjunto entre la comunidad de la región y los excombatientes de la antigua guerrilla de las Farc que residen en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Óscar Mondragón, ubicado en la vereda Miravalle, de San Vicente del Caguán, para consolidar economías sostenibles que le apunten a la conservación del territorio, principalmente a través del ecoturismo.
Amazonía joven
En la cuenca media del río Caguán, justamente en los municipios de Cartagena del Chairá y San Vicente del Caguán, así como en el municipio de Puerto Rico, desde hace meses viene en marcha el proyecto Amazonía Joven, Corredores amazónicos para la paz, financiado por el Fondo Europeo con 2’150.000 de euros. Su principal apuesta es la consolidación de oportunidades económicas sostenibles y el fortalecimiento del liderazgo de jóvenes entre 14 y 29 años para incidir en una gestión sostenible del territorio con enfoque de construcción de paz.
Para ello, el proyecto es ejecutado por Corpomanigua en asocio con el Vicariato de San Vicente del Caguán y Acción Cultural Popular (ACPO). En el corazón del territorio en el que se implementa el proyecto, está ubicado el ETCR Óscar Mondragón. “Como Amazonía Joven tiene dentro de su territorio este espacio de reincorporación, nosotros empezamos a construir una propuesta para fortalecerlo y que se construyó colectivamente con la población del ETCR y con la comunidad”, explica Nubia Chacón, directora ejecutiva de Corpomanigua.
Y es que dicho espacio de reincorporación está ubicado en una región que no solamente es histórica y fundacional de la guerrilla de las Farc (la zona del Pato, considerada en la década de 1960 como ‘república independiente’ por el Estado porque estas comunidades liberales reivindicaban una soberanía y autonomía territorial), sino que también es representativa de las zonas de reserva campesina en el país, pues allí se constituyó la primera de ellas: la de El Pato Balsillas.
Por eso, el trabajo en el marco de este proyecto ha sido desarrollado en medio de un estrecho vínculo entre la cooperativa Manuel Marulanda Vélez, del ETCR, y la Asociación Municipal de Colonos de El Pato (Amcop), que agrupa a 1250 familias habitantes de la zona de reserva campesina. Específicamente para el desarrollo de Amazonía Joven dentro del espacio de reincorporación, el Fondo Europeo destinó 430.000 euros.
Y lo que se concertó colectivamente, dice Chacón, fueron principalmente dos líneas. Por un lado, en el componente productivo se acordó trabajar en la infraestructura para la producción piscícola, que fue lanzada el pasado miércoles 3 de abril y que a través del sistema biofloc permitirá producir cinco toneladas de tilapia roja al mes. En esa misma línea se está trabajando en la construcción de un centro de acopio para frijol en la reserva campesina.
La otra línea es todo lo referente a la principal apuesta que han emprendido desde el espacio territorial Óscar Mondragón, el ecoturismo. “Nosotros hemos visto un potencial en esto. Además del río Pato, tenemos otras riquezas naturales en este sector como el avistamiento de aves que se complementa con el senderismo”, resalta María de los Ángeles Vargas, excombatiente coordinadora de proyectos en el ETCR.
“Caquetá ha sido un epicentro del conflicto armado en el país. Fue un asentamiento de varios frentes guerrilleros cuando estábamos en armas y era prácticamente un sitio cerrado para los civiles, solo estaban acá los campesinos de la zona, pero la gente no venía. Ahora, en tiempos de paz, lo ideal es que los turistas puedan venir y disfrutar lo que ofrece la naturaleza que tenemos acá”, agrega la excombatiente, orgullosa de su territorio.
El proyecto bandera que en esta línea está más avanzado es el rafting por el río Pato, que ya está abierto a turistas y que hizo que el equipo que conformaron los excombatientes para guiar a los visitantes a través de las aguas del Pato, tenga un lugar en el campeonato mundial de rafting de Australia, que se llevará a cabo en mayo próximo. Para ello, de hecho, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ya autorizó la salida del país de los excombatientes que integran el equipo.
Pero además del rafting, los excombatientes ofrecerán senderismo, llevando a los visitantes a través de las rutas que utilizaron en la guerra para movilizarse y que conectan con el aledaño Parque Nacional Natural Cordillera de Los Picachos. Además, explica Vargas, están en gestiones con el Viceministerio de Turismo para que los certifiquen en la práctica de rappel, como ya están certificados en el rafting.
El paquete lo van a complementar con alojamiento para los huéspedes, a través de la construcción de una cabaña bioclimática y un restaurante del mismo tipo en el que planean ofrecer la tilapia producida allí mismo.
Es ese modelo de ecoturismo con el que se planea hacerle frente al avance de la deforestación en la zona. Según explica Chacón, la conservación del territorio es uno de los principales objetivos de Amazonía Joven y una de las preocupaciones de los excombatientes que ven cómo a su alrededor avanza la quema y la tala del bosque. Por ello, el proyecto identificó 100 familias en la zona que en sus terrenos suman alrededor de 1.800 hectáreas para conservación.
Lo que se pensó además con los excombatientes del ETCR es la difusión a través de ellos mismos, que conocen el territorio, de la importancia del bosque y la montaña, en términos de pedagogía con las comunidades.
La situación del ETCR Óscar Mondragón
“Los ánimos de los muchachos están a un 100 %. Siguen apostándole a la paz y siguen comprometidos con los proyectos. No puedo decir que estén desmotivados”, asegura Franklin González Ramírez, conocido como Rodolfo o Corcho, quien quedó a cargo del ETCR de Miravalle, tras la salida de Hernán Darío Velásquez, el Paisa, en julio de 2018.
Rodolfo sostiene que sí hay incertidumbre entre los excombatientes que allí residen -poco más de 70, pero que contando a otros que van y vienen constantemente son alrededor de 90- al ver, por ejemplo, el tema jurídico, teniendo en cuenta las recientes objeciones que el presidente Duque hizo a la ley estatutaria de la JEP. “El proceso de paz, algo que ya está firmado, se negocia todos los días. Esto se convirtió en un mercado a donde uno va todos los días a negociar una libra de arroz. Todo lo están cambiando”, señala.
A pesar de ello, la voluntad de paz en este espacio de reincorporación es palpable. El vínculo que se ha logrado entre los exguerrilleros y los campesinos de la comunidad es estrecho. Viene de antes, señalan algunos, al recordar que la zona fue asentamiento histórico para las Farc y para su comandante Manuel Marulanda Vélez. Incluso, todavía hoy se celebra en la zona el Festival del Retorno, en honor a los colonos que regresaron al territorio en la década de 1980, luego de haber salido por los bombardeos de la Fuerza Pública a El Pato.
Durante el lanzamiento de la infraestructura piscícola el pasado miércoles 3 de abril, en este espacio de reincorporación se dieron cita, además de los excombatientes, representantes de la zona de reserva campesina, el Gobierno Nacional, la Misión de Verificación de Naciones Unidas y una delegación de la Unión Europea. Incluso esta última, encabezada por Francisco García, jefe de cooperación de la Unión Europea en Colombia, pasó la noche en el ETCR, algo que no es usual.
“En este momento es una región llena de esperanza que está proyectándose hacia un desarrollo con un enfoque muy desde el territorio. Son comunidades que se han integrado de manera muy fuerte con los excombatientes, están trabajando conjuntamente para mostrarse a nivel nacional como un modelo de vida”, explica Chacón, que desde hace varios meses acompaña la implementación del proyecto en el espacio de reincorporación.
Conscientes de que la figura de los ETCR va a desaparecer en agosto de este año, según lo ha anunciado el Gobierno Nacional, los excombatientes de Miravalle están concentrando los esfuerzos en poner a producir los proyectos que tienen allí (el piscícola, invernaderos de tomate y pimentón, y el de ecoturismo). “En este momento hay mucha infraestructura, pero ninguno está produciendo. Los vamos a poner a producir, eso es fijo, pero eso tiene sus tiempos y nosotros estamos muy jovencitos en esto, llevamos dos años aquí”, señala María de los Ángeles Vargas.
De lo que tienen certeza es de que una vez se acabe el espacio de reincorporación van a seguir allí trabajando como lo han venido haciendo desde que dejaron las armas. “Lo único que va a cambiar es que ya no vamos a llamarnos ETCR, sino vamos a ser un asentamiento urbano en la vereda, no es más. No nos vamos a apartar de la gente de la vereda porque nosotros somos integrantes de esta junto con los campesinos. Esa es la apuesta. Acá nos vamos a quedar”.