El colegio de Neiva que construye paz, pero no tiene paredes ni pupitres

La falta de recursos, el pandillismo y el tráfico de estupefacientes parecieran cercar a la Institución Educativa Andrés Rosa. Sin embargo, los docentes han logrado disminuir los problemas de convivencia y tienen iniciativas para que la escuela sea un espacio de paz. Un colegio con futuro.

Nicolás Sánchez Arévalo / @ANicolasSanchez
20 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
En la sede Picardías los salones no tienen paredes. / Fotos: Alejandra García
En la sede Picardías los salones no tienen paredes. / Fotos: Alejandra García
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En el 2018, a la comunidad de la Institución Educativa Técnico IPC Andrés Rosa, en Neiva (Huila), le tocó despedir a un estudiante de 12 años. La violencia se lo arrebató, murió tras ser apuñalado. También el año pasado aparecieron tres personas baleadas en una cancha de fútbol que queda a unos 20 metros de la entrada del colegio, ubicado en la Comuna 8 de esa ciudad, un sector en donde problemas como el microtráfico, el pandillismo, el desempleo, el embarazo adolescente y el hambre hacen parte de la realidad de miles de personas.

La Comuna 8 tiene 31 barrios, unos seis asentamientos sin legalizar y alberga alrededor de 50.000 habitantes. Reynaldo Celis, presidente de la Asociación de Juntas de Acción Comunal de ese sector de la ciudad, y Rubiela Unas, edil, coinciden en que los problemas de violencia se deben a la falta de oportunidades. “Por la falta de empleo es que la juventud recurre a la droga”, enfatiza Unas. “Somos el patio trasero de Neiva. Acá vienen los políticos sacan los votos y no vuelven”, opina Celis. No hay un número preciso de las pandillas que operan allá, pero lo que se sabe es que la lucha por el control del microtráfico es a muerte. Quien desobedezca las fronteras invisibles impuestas por las pandillas se expone a ser asesinado. Esos grupos delincuenciales están compuestos por jóvenes de la comuna. “Un chico con tantos problemas como los que tienen acá es fácil de reclutar”, afirma Celis.

Con esos problemas se enfrentan día a día en el colegio. Su rector, Álvaro Camacho, recuerda que en alguna ocasión organizó una feria de robótica para la cual invitó a instituciones educativas públicas y privadas y una rectora le contestó que no iban a asistir porque temían por la seguridad de los estudiantes. El funcionario resume los problemas que enfrenta la Comuna 8 con dos palabras: el hambre. “Las niñas son explotadas sexualmente, los niños ingresan al microtráfico y a la delincuencia para subsistir. El problema es el hambre”, insiste.

Camacho llegó a la rectoría hace cuatro años. Para esa época las agresiones físicas en la institución estaban disparadas: había una cada semana. En el 2017 no hubo peleas y en el 2018 solo se presentaron dos. Dice que han logrado disminuir esos índices gracias a que les ha insistido a los profesores en que el énfasis de su labor, en un contexto como ese, es quitarle espacios a la violencia. “Aquí conviven (entre comillas) el representante de una pandilla y el de otra, aquí no se tiran”, cuenta. Además asegura que tienen como objetivo irradiar ese ambiente de paz a la comuna.

Álvaro Camacho, rector del IPC Andrés Rosa

El ambiente en ese sector de la ciudad es hostil. Cuando salimos con Camacho de la sede administrativa, ubicada en el barrio Nueva Granada, él tuvo que advertir que iba con un extraño para que no se presentaran problemas durante las dos cuadras que debíamos recorrer para llegar a la sede Picardías.

Al llegar a este último lugar nos encontramos con la realidad que viven todos los días 99 estudiantes de los grados primero, segundo, tercero, cuarto y quinto: “aulas” sin paredes. Los niños reciben clases en espacios abiertos, con cuatro columnas y unas tejas. En la institución les tocó habilitar como “salones” espacios que no tienen muros. Allí las voces de los profesores se confunden. Pero no solo las de los docentes. Por ratos toca interrumpir las clases debido a que los ruidos del exterior no permiten escuchar.

Los alumnos y profesores tienen que escoger: si quieren tener la luz prendida se tienen que aguantar el calor, pero si la apagan tienen que luchar contra la oscuridad. “A las 10 de la mañana apagamos las luces porque hace mucho calor, entonces quedamos a oscuras”, cuenta una de las profesoras. Además tienen un problema de sanidad. En esa sede cuentan con cuatro sanitarios para los 99 estudiantes, uno cada 24 alumnos, lo que, según el rector, contraría la Norma Técnica Colombiana 4596, que estipula que debe haber uno cada 16 estudiantes.

Consultamos a Alfredo Vargas, secretario de Educación de Neiva, quien dijo que a mediados de julio de este año se va a hacer una licitación con el fin de intervenir la sede Picardías. “Se van a hacer adecuaciones de salones, de drenajes y de baterías sanitarias”, afirmó. El funcionario dijo que esperan entregar las obras en noviembre de 2019.

En la sede administrativa también tienen problemas. Camacho está pidiendo desde enero algunos pupitres para sus estudiantes. Un acta que conoció Colombia 2020 da cuenta de que el 17 de enero de 2019 Piedad Cuenca, funcionaria de la Secretaría de Educación Municipal, visitó la institución educativa para verificar sus necesidades. En el documento quedó consignado que se necesitan 153 pupitres, que no han llegado casi cinco meses después de la inspección. “¡Se sientan en el piso o les pongo sillas rimax porque no tengo más!”, protesta el rector.

“Estamos en trámite con Colombia Compra Eficiente para la compra de 12.000 pupitres para 167 sedes educativas, entre las que está el IPC Andrés Rosa. Esperamos a finales de junio estar distribuyendo los pupitres que hacen falta. El tema estará solucionado para el segundo semestre”, se comprometió el secretario Vargas.

Al preguntarle por qué la visita se hizo en enero y los pupitres llegarían apenas en junio, respondió que se debe a que tuvieron que visitar todas las sedes para saber cuántos se necesitaban y hacer una sola compra, de otro modo “podríamos caer en un fraccionamiento de contrato”, dijo.

Una problemática que afecta a todo el colegio es que los alimentos que llegan a la institución son insuficientes para el número de estudiantes. El profesor Libardo Chávez dice que “en sus casas los alumnos consumen un alimento muy escaso, muy pobre, y acá tampoco lo hay”. Las cifras las proporciona Camacho: tiene 1.301 estudiantes y les dan solo 290 almuerzos semanales que les suministran a quienes cursan décimo y once porque son quienes estudian en jornada única. Además, solo les entregan almuerzos para dos días a la semana.

Al preguntarle a Vargas al respecto explicó que, debido a la expedición de una directiva del Ministerio de Educación de finales de 2017, solo se le da almuerzo a quien están en jornada única. “Antes (de la directiva) se les daba almuerzo a todos los niños. Ahora quienes no están en jornada única no tienen derecho al almuerzo por disposición del Ministerio”, aseguró. Pero la falta de alimentación también respondería, según el funcionario, a la falta de recursos del municipio, el cual habría pasado de percibir $50.000 millones de regalías a $10.000 millones.

La ausencia de Estado y el contexto del barrio producen (no al revés) lo que el rector llama ausencia de futuro. Los estudiantes no creen que puedan lograr grandes cosas. Camacho cuenta que uno de sus estudiantes se tuvo que alojar en un hotel debido a que el equipo de fútbol sala de la institución educativa estaba participando en un torneo. “Profe, ¿de verdad yo voy a dormir ahí? Yo no puedo aceptar eso porque si llego a dañar algo no tengo cómo pagarlo”, le dijo. “Hay un problema de privación cultural: los muchachos no creen”, analiza el rector. También siente que programas estatales como Generación E no están hechos para el contexto del colegio. Cuenta que un joven se ganó una beca de Ser Pilo Paga, pero no tenía con qué imprimir los documentos requeridos. El colegio le ayudó a solucionar eso, pero el estudiante decidió no ir por la falta de recursos para sobrevivir en una ciudad como Bogotá.

Para generar una expectativa de futuro, Camacho se ha propuesto que los estudiantes del Técnico IPC Andrés Rosa participen en concursos y actividades académicas, culturales y deportivas, tanto de la ciudad como del departamento y nacionales. “Los codeo con niños estrato 25 y para mí eso es más importante que decirles que se sienten a estudiar para unas pruebas Saber”, afirma el rector.

La estrategia ha dado resultados. Por ejemplo, el año pasado el colegio ganó el premio Constructores de País en Ambientes Educativos, otorgado por Colombia 2020, por la iniciativa de cuidar las abejas que visitan de vez en cuando al colegio.

Iniciativas para brindar futuro

El profesor Diego Fernando Falla creó una iniciativa por medio de la cual cambiaron el destino de las abejas que visitaban el colegio. Antes morían por la acción de los bomberos, que para evitar ataques a los estudiantes quemaban los panales. Hoy el docente trabaja con un grupo de 15 estudiantes con quienes empezó un proceso de sensibilización sobre la importancia de esos insectos.

Fue así como entre 2017 y 2018 lograron que no hubiera más ataques. Además lograron que la Cooperativa de Apicultores del Huila se fijara en ellos y les diera una capacitación. Ahora los estudiantes y los profesores que orientan el proyecto sueñan con ser el primer colegio de Colombia que produce miel. Con la iniciativa han logrado que algunos de los alumnos se proyecten como científicos.

Otra iniciativa está orientada a que los jóvenes puedan construir un futuro distinto al que tienen que vivir en la comuna. Se trata de un taller de metal-madera. Hace dos años varias cooperativas, algunas internacionales y otras nacionales, donaron implementos como tornos y otras herramientas para que los jóvenes pudieran aprender a hacer diversos productos. Ahora reparan los pupitres del colegio, hacen cocinas integrales, butacas, camas, mostradores, entre otros.

Hay una parte de la producción que sacan a la venta en una feria organizada en el colegio. Lo que recaudan de esas ventas lo reinvierten en los materiales que necesitan para trabajar y en implementos para otras actividades estudiantiles. Por ejemplo, el profesor Chávez, líder del taller, cuenta que una parte de esas ganancias la utilizaron para comprar la indumentaria que necesitaba la selección de fútbol sala del IPC Andrés Rosa.

Para varios jóvenes, ese espacio ha sido una ventana para esquivar el ciclo de violencia al que muchos están condenados. Chávez cuenta con orgullo los casos de estudiantes que a partir de lo que aprendieron con él fundaron empresas en la Comuna 8. “Tienen sus propias microempresas y generan empleo tanto para su entorno familiar como para sus amigos”, celebra. Hablamos con una estudiante de 16 años que quiere constituir una empresa en mantenimiento de pupitres. Cuenta que empezó a soñarlo gracias a la formación que recibió en el taller.

El profesor también se queja por la falta de alimentación para los estudiantes. Dice que solo llegan almuerzos para ocho de los 42 alumnos que hacen parte del taller. Chávez tiene un objetivo trazado: “El próximo año el taller de metal-madera va a organizar la mecatrónica para que los niños aprendan y algún día sean unos ingenieros, industriales, electrónicos, mecánicos…”. En el IPC Andrés Rosa están jugados por construir paz en la Comuna 8 de Neiva. Han comprobado que la violencia se combate con oportunidades. Esperan que el Estado apoye su labor.

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Por Nicolás Sánchez Arévalo / @ANicolasSanchez

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