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La anécdota de la ametralladora punto 50 en Mesetas (Meta) revela el poder que alcanzaron a tener las Farc hasta los últimos días de la guerra. Es un arma costosa, que puede perforar aeronaves, que hoy, cuando avanza la dejación de armas en el país, sigue estando rodeada de misterio. “A esa hay que irla a sacar entre 12 personas y por partes. Está a 15 días de camino”, un guerrillero contó el cuento y tiró el brazo hacia el horizonte sabanero. Esa M50 compone una de las 900 caletas, que en septiembre próximo, si todo sale bajo lo previsto, estará en manos de Naciones Unidas.
Desde Villavicencio, la capital del Meta, uno empieza a ver la infinidad de la sabana. Entre más avanza el carro, en las planicies resaltan las vacas cebú, las jorobadas, y miles de hectáreas de tierra sembradas de pasto. Más adentro, donde están los combatientes de las Farc, en la vereda Buenavista, el paisaje se puebla de árboles porque la zona veredal se ubica en medio de tres parques naturales: Sumapaz, Los Picachos y Tinigua.
Esta zona fue transitada por el secretariado de las Farc desde sus inicios. A tres horas de Mesetas queda el municipio de La Uribe, sitio donde la guerrilla, en 1966, realizó la segunda conferencia constitutiva del movimiento. Fue en la vereda Palmares, en el cañón del río Sinaí, cuenta Aldinéver Morantes, uno de los herederos políticos y militares de Víctor Julio Suárez, también conocido como el Mono Jojoy.
Durante la guerra le llamaron “el zarco Aldinéver”, por los ojos color celeste. A sus 41 años es el coordinador de la zona veredal Mariana Páez, como la bautizó. Ya no quiere que le digan comandante, aunque 27 años de su vida los pasó bajo el régimen militar y político de las Farc. A esa guerrilla llegó el 27 de diciembre de 1990, con 14 años.
Justo en los albores del ataque a Casa Verde (en La Uribe), cuando el gobierno de César Gaviria ordenó el bombardeo de los máximos líderes de la insurgencia que se encontraban en ese mítico campamento. “Con todo eso, aquí nacimos y aquí nos quedamos”, dice Morantes, quien se enfiló dos años después de que los paramilitares asesinaran a su abuelo y a dos tíos en Restrepo (Meta).
Llegó al bloque Oriental, que se fundó en 1993. Entonces, desde Arauca el frente 38 hizo una travesía hasta los municipios de La Uribe y Mesetas, donde ya estaba el Mono Jojoy al mando de la estructura militar de los Llanos Orientales, la más poderosa de las Farc hasta sus últimos días como ejército. Morantes así lo reconoce. De los 60 frentes enumerados que llegó a tener las Farc en todo el país, 36 pertenecían a esta zona oriental. Además, allá nacieron más de cien compañías móviles que operaron en siete regiones del país.
En 2008 Morantes fue ascendido a miembro del Estado Mayor del bloque Oriental, también conocido como Embo. Era uno de los nueve integrantes. Tener ese cargo implicaba liderar cuatro o más frentes. Un frente se formaba por más de una columna, ésta era el resultado de dos o más compañías, las compañías se conformaban por dos guerrillas, ésta se componía de dos escuadras y éstas eran integradas cada una por 12 combatientes.
Así, las Farc terminó con 7 mil hombres armados, de los cuales 1.200 hoy están reunidos en las tres zonas veredales del Meta. Esta es la región del mítico bloque Oriental. La conferencia guerrillera (la décima y última fue en septiembre de 2016) era el organismo que elegía al Estado Mayor Central (31 miembros), quienes a su vez elegían al secretariado, que hasta la dejación de armas estará compuesto por nueve comandantes.
El momento militar más importante que tuvieron las Farc fue entre 1993 y 2002. Cuando las tomas a los pueblos fueron planeadas por el bloque Oriental, como se lo había ordenado la séptima conferencia. Ese mismo día, paradójicamente, la guerrilla asumió la denominación de “Ejército del Pueblo (EP)”. De hecho, éste fue el encargado de articular a los demás bloques y de coordinar “la toma del poder”, cuando intentó movilizar el 50 % de la organización hacia Bogotá, por el páramo de Sumapaz.
A pesar de la muerte de su principal líder, Víctor Julio Suárez, el bloque Oriental siempre tuvo injerencia en nueve departamentos desde su creación: Cundinamarca, Boyacá, Arauca, Casanare, Vichada, Meta, Guaviare, Guainía y Vaupés. Además, tuvo importantes campamentos en los llanos del Yarí, en límites entre Meta y Caquetá, y una presencia decisiva en San Vicente del Caguán. Estratégicamente trazaron un cordón para controlar la Orinoquia y la Amazonia.
En 1994, Morantes ascendió a reforzante de escuadra y con los años sería comandante de compañía, de columna, de frente y finalmente del Embo. Portó desde una pistola, un fusil, armas de artillería y mucho armamento que lograron capturar en combates con las Fuerzas Militares. “Si algo tienen digno las Farc es que lograron subsistir en una guerra asimétrica durante 53 años”, dice el exjefe guerrillero, reconociendo el daño que les hicieron las balas de la Fuerza Aérea.
“Creo que experiencia militar sí tenemos. Entonces, si Colombia dice que tiene el mejor Ejército del mundo, pues también tiene a los mejores guerrilleros del mundo. Porque a nosotros no nos derrotaron, llegamos a un proceso de paz y eso lo celebramos”, explicó cuando se le pregunté por qué no permiten tomar fotos a los guerrilleros que dejaban su fusil en una mesa.
La cuenca del Ariari
Para conectar La Macarena con Vistahermosa en el Meta la guerrilla, durante la zona de despeje, abrió la carretera que rompe el Parque Nacional Natural Tinigua. De Mesetas a esta cabecera municipal hay tres horas y luego otras dos para llegar a la vereda La Cooperativa, donde nos esperó Bayron Yepes, otro de los cercanos a Jojoy.
Antes de llegar a la trocha, el carro estacionó en un puerto improvisado en la vereda Piñalito. Ahí se montó en un planchón para pasarlo al lado derecho del río Guejar. Un sitio donde las Farc siempre tuvieron el dominio militar y político.
Los bultos de arena arrumados y organizados en hileras son las ruinas de las trincheras de la guerrilla. Del otro lado, en Piñalito, estaba el Ejército y otras veces los paramilitares. Esas aguas también se mancharon de sangre.
El Guejar, más abajo, le entrega sus aguas al Ariari, un afluente que llegando a San José se encuentra con el Guayabero para formar el Guaviare. Por estas aguas transitaron los primeros frentes que constituyeron el bloque Oriental, para moverse entre Guaviare, Meta, Vichada, Vaupés y Caquetá. Esos frentes fueron: 7, 42, 43, 26, 40 y 31, además del Embo. Fue la retaguardia histórica del secretariado.
Bayron Yepes está en la zona veredal de Vistahermosa. Antes de llegar, a diez minutos, está el caserío La Cooperativa, una vereda fantasma que, desde que las Farc se concentraron ahí, volvió a recibir a colonos. La tierra es rojiza y llena de cultivos de arroz y plátano de grandes finqueros.
Adentro de las casas del campamento, que construyeron ellos y el Gobierno, está Yepes viendo el noticiero de mediodía. Tiene 56 años y es guerrillero desde finales del 83. Ingresó al frente 14, en San Vicente del Caguán (Caquetá). Llegó a ser cercano al Mono Jojoy, porque se convirtió en líder del bloque que organizaba estructuras en Bogotá y Cundinamarca.
Ya sin fusil, con Yepes recorrimos la huerta de tomate y plátano, y un par de hectáreas de sachainchi, el proyecto productivo con el que esperan terminar exportando cremas cosméticas hacia Europa. Quieren montar una fábrica procesadora de esta planta codiciada por sus beneficios restaurativos.
En la mitad del campamento, con las casas para 327 combatientes de fondo, nos sentamos a hablar de las armas que están dejando en manos de la ONU. Mucho del armamento que tienen lo capturaron en combates con las Fuerzas Militares o los paramilitares, sostuvo: “Fusiles Galil, ametralladoras y lanzagranadas MGL. Ese es el armamento que tenemos... Otra parte se consiguió y compró. Aquí tuvimos cantidad de ametralladoras semipesadas, ametralladoras punto 50, pero esas en el transcurso de la guerra se fueron perdiendo, se fueron dañando. Aquí tuvimos ametralladoras guardadas y después el Ejército las cogió. Eso está por aclararse, pero así era la guerra, no nos quejamos de eso”, dice.
Las armas hechizas también cuentan en este proceso de dejación de la guerrilla más antigua de América. Muchas las construyeron ellos mismos en los campamentos del bloque Oriental y del Alfonso Cano. En los Llanos tenían talleres para fabricar morteros y sus respectivas granadas. “Eran artesanales, pero funcionaron en la guerra bien. Fabricamos miles de morteros: 60, 81 y 120 milímetros”, comenta Yepes. Incluso, aprendieron a fabricar R1 y TNT, dos explosivos industriales. Muchas de esas armas aún están guardadas en caletas.
La rampa para cilindros fue otra arma tristemente célebre que se diseñó en el bloque Oriental. Se utilizó para las tomas guerrilleras a los pueblos de esa zona. Era muy rudimentaria y, por lo tanto, muy poco precisa. “Una rampla de esas puede variar el objetivo entre 20 y 30 metros, entonces en un casco urbano le puede caer a una casa”. Por eso buscaban utilizarla en campos abiertos para asaltar a las patrullas, tras la orden del secretariado.
¿Por qué no va a existir la foto de un guerrillero dejando el fusil en una mesa?, le pregunto a Yepes. “Sencillo”, dijo, “en el Acuerdo está que ahí no va a haber foto porque es un problema político, porque nosotros no estamos rindiéndonos, porque no somos una organización derrotada, y ese acuerdo indica que hay que hacer dejación del armamento y lo vamos a hacer”.
Los misiles que no fueron
A comienzos de este mes también pude ir a otra zona para constatar el desarme de la estructura militar del bloque Oriental, esta vez en La Macarena. Allí donde murió bombardeado su creador y máximo jefe, el Mono Jojoy, una noche de septiembre de 2010. Allí donde sólo se llega navegando el Guayabero; por tierra por la carretera de San Vicente del Caguán (Caquetá) o por aire desde Villavicencio.
En la zona el día empezó a las 4 a.m. Los guerrilleros golpeaban ollas y tapas, y aplaudían gritando: “caféee, a levantarse”. El armerillo estaba en la mitad del campamento, al lado de la guardia principal, donde había un guerrillero todo el día con el popular fusil ruso AK47. El armerillo era un rancho de tabla y cinc, de un metro de ancho por tres de alto. Tenía un candado que sólo se abriría cuando el proceso de dejación empezara.
A las 8 a.m. un mando medio abrió la puerta y empezó a llamar con lista en mano a los combatientes que ese día dejaban el 30 % de las armas. Cada uno cogía el fusil, se retiraba hacia la parte trasera del campamento, donde estaban los contenedores y los funcionarios de Naciones Unidas. Nadie podía tomar fotos. La orden la dio Iván Merchán, otro de los nueve integrantes del Estado Mayor del bloque Oriental. El comandante del frente 53 que operó en Cundinamarca. Su físico recuerda al del Mono Jojoy, su exjefe.
“Fabricamos misiles tierra-tierra y tierra-aire, y se hicieron ensayos para derribar aviones, pero entonces llegó el Acuerdo de Paz”, comentó Merchán, quien confirmó el mito de los misiles que tanto trasnocharon a la inteligencia militar. Los tiempos son otros, definitivamente. Sólo ese día, 80 guerrilleros del bloque más guerrero de las Farc dejaron sus fusiles.