El silencio de los fusiles dejó escuchar el canto de las aves

En Santa Rosa (Cauca) la comunidad se organizó para documentar los pájaros de su territorio y participar en el Global Big Day, del que ocuparon el primer puesto en la lista de Colombia, país ganador por tercer año consecutivo. Creen en el turismo de naturaleza.

Beatriz Valdés Correa - @beatrijelena
10 de mayo de 2019 - 11:00 a. m.
La comunidad de Santa Rosa salió en pequeños grupos para avistar y documentar aves. / Programa Naturamazonas, Conservación Internacional Colombia.
La comunidad de Santa Rosa salió en pequeños grupos para avistar y documentar aves. / Programa Naturamazonas, Conservación Internacional Colombia.
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Santa Rosa es un municipio del sur del Cauca que no suena, ni suma ni resta, según la misma comunidad. No tiene vías de acceso y para ir a muchas de sus veredas hay que pasar por departamentos como Putumayo o Huila. En su territorio habitan unas 10.000 personas que viven de la ganadería y la agricultura. Es, en todo caso, un sitio a donde las instituciones no llegaron, a diferencia de los actores armados.

Pero hoy, después de mucho tiempo, llegó para ellos una alegría: el primer puesto en la lista de Colombia, país ganador del Global Big Day, concurso de documentación de aves de la Universidad de Cornell (Estados Unidos), ha sido para el turismo comunitario de este municipio, con 346 especies reportadas. El triunfo es de la comunidad, que se organizó para hacer turismo de naturaleza.

(Le puede interesar: El avistamiento de aves se toma el Putumayo)

Este es un nuevo comienzo en la historia de Santa Rosa. Antes, las memorias eran otras: “Estuvimos tan dispersos y tan alejados del Estado que el parque central de la cabecera municipal fue construido por el Eln con castigados y secuestrados”, dice el alcalde, Jaime Urrutia. En este municipio hicieron presencia el M-19, el Epl y, con mucha fuerza, las Farc y el Eln. “Las Farc impusieron su autoridad por acá. Nos tocó convivir y por un tiempo creímos que nunca iba a llegar la Fuerza Pública a enfrentarse, pero llegó y eso sí fue cruel”, dice Humberto, campesino y líder comunitario, recordando el inicio de la década de los 2000, cuando Santa Rosa pasó de tener 153 víctimas en 1999 a 795 en 2003, según el Registro Único de Víctimas (RUV).

Sin embargo, cuando se le pregunta a Humberto al respecto, respira y dice: “Nosotros sobrevivimos y aquí estamos”. Él y su familia se quedaron, y ahora, cuando tienen un pueblo más tranquilo, se organizaron comunitariamente.

En Santa Rosa hay población indígena inga y yanacona, comunidad campesina y población afro. Esta diversidad se tradujo, hasta antes de 2016, en un conflicto por la tenencia de la tierra. La legislación de los resguardos indígenas no permite titular predios para el campesinado, y la comunidad negra estaba en proceso de crear su consejo comunitario. Para poder hablar, después de mucha discrepancia, crearon la Mesa Étnica e Intercultural, un espacio de 24 personas donde hay ocho integrantes por cada población y discuten temas como la creación de una zona de reserva campesina o el apoyo a la comunidad afro para conformar su consejo comunitario.

Es en este espacio donde, además, empezaron a articularse con todos: institucionalidad, organizaciones sociales, universidades, corporaciones autónomas regionales y otros. Indígenas, negros y campesinos pasaron a pensar en el potencial con que contaban para hacer turismo de naturaleza, conservando la riqueza de su zona de transición entre el bosque andino y el bosque amazónico.

Luego continuaron con la caracterización, con apoyo de la Universidad Nacional, y se dieron cuenta del enorme potencial de su región. Al vivir siempre ahí, no pensaban que el tipo de fauna y flora que tenían fuera importante, o singular, pero lo entendieron. Después empezó el trabajo en campo. Con la Universidad del Cauca se pusieron en la tarea de avistar aves. En Santa Rosa salen a pajarear niños, mujeres, indígenas, adultos mayores, campesinos y afros, y desde 2018 se pusieron la camiseta del Global Big Day, con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), Conservación Internacional y Parque Nacionales Naturales de Colombia. Este año, después de mucho esfuerzo comunitario, quedaron de primeros en la lista de Colombia. Y están felices.

(Lea también: Zonas de reserva campesina: 64 oportunidades para proteger el medio ambiente)

Por ejemplo, están haciendo un diplomado para aprender a administrar el turismo, liderado por Mesa Étnica y apoyado por la Alcaldía y varias organizaciones, o llamando a las instituciones a hacerse presentes. Esperan borrar de este modo el estigma que les dejó la guerra. Saben que su base comunitaria les permitirá seguir escuchando el canto de las aves ahora, cuando los fusiles ya no suenan.

Por Beatriz Valdés Correa - @beatrijelena

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