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¿Por qué tomar el riesgo de quedarse en Riosucio?
No es un riesgo, es un placer pasar la noche con la gente de Riosucio. Es importante salir de la capital y de las grandes ciudades del país para ir a zonas complicadas del país y conversar con las comunidades que están sufriendo, golpeadas por la violencia, por la falta de oportunidades, y mostrar que hay interés de la comunidad internacional por la protección a líderes y lideresas amenazados, para mostrar que estamos atentos y mandar un mensaje a los que les quieren hacer daño: estamos pendientes de ellos y no vamos a tolerar que los ataquen. Es una protección simbólica, pero esperamos que de algo sirva.
¿Por qué Riosucio?
El problema de la tierra sigue siendo un problema central en Colombia y en esta zona hay muchos procesos de restitución de tierras complejos. Si no se resuelven no se puede construir un desarrollo sostenible. Hay varias preguntas de cómo fomentar el desarrollo cuando hay pocos recursos para invertir y son limitadas las competencias técnicas, pero tienen mucha voluntad y unos saberes tradicionales que no hay que despreciar, solo necesitan un empuje.
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En esta zona hay presencia de grupos armados, Agc y Eln, ¿cómo hizo para superar estos riesgos?
Una de las bellezas del trabajo diplomático es que uno puede hablar con el presidente de la República y hasta con los más humildes del país. Y hablando con los más humildes es donde más se aprende de la realidad del país. Si uno no sale de Bogotá no tiene una imagen fiel de la realidad colombiana, que es diversa y desigual. Yo no estoy buscando el peligro, las autoridades colombianas nos dejan circular libremente por el país, como está previsto en los convenios diplomáticos. No me gusta moverme con gran despliegue de fuerzas, es absurdo llegar a comunidades con un batallón detrás. Uno intenta no correr riesgos, pero es importante demostrarles a las comunidades que compartimos su situación. Lanzamos una campaña para ponernos en el lugar de un líder, para que durante un día vivamos la situación de riesgo que viven, lo hacemos acompañados por un escolta.
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Hay muchas expectativas sobre lo que puede hacer un embajador…
Cuando voy al terreno, las comunidades hacen solicitudes de todo tipo y uno intenta responder a ellas, pero hay limitaciones económicas y no tenemos muchos recursos para subvención, porque nos estamos enfocando en países pobres como África, no podemos meternos en procedimientos propios del Estado colombiano, podemos respetuosamente llamar la atención del Estado, pero ante todo respetamos la soberanía de Colombia, no podemos decirle a Colombia qué hacer.
¿A qué otros lugares ha ido?
En poco más de dos años he ido a muchos lugares, desde Catatumbo, sur de Nariño, Montes de María, el río San Juan, el Magdalena Medio, Guaviare, Vichada, Amazonas, siempre tratando de salir del casco urbano, yendo a las veredas o reuniéndonos con líderes comunitarios de varias veredas y vemos problemáticas similares: desigualdad, falta de oportunidades, presencia insuficiente del Estado, violencia; un conjunto de problemas que se pueden resolver si se atacan juntos. El camino existe, el proceso de paz lo ha trazado; no es fácil implementarlo, pero es la única vía para conseguir que las condiciones mejoren en esas zonas.
¿Qué concluye sobre la realidad en estas zonas?
Que persiste el problema de acceso a la tierra, que hay una disyuntiva en el modelo económico y agrícola que quiere Colombia: si quiere un modelo agroecológico que le dé un lugar al pequeño campesino o quiere un modelo agrointensivo que se basa sobre grandes exportaciones, que utiliza muchos recursos químicos, que agota los recursos naturales. En realidad, no se trata de oponer esos dos modelos, la dificultad es encontrar un modelo que tenga la eficiencia de la agroindustria, pero que se articule con el campesinado. También es común encontrar cultivos ilícitos que son consecuencia de la falta de oportunidades, la violencia vinculada con el narcotráfico y otras economías ilegales, falta de vías terciarias, la presencia del Estado en el terreno más allá de presencia militar es limitada.
¿A qué otros líderes ha acompañado, además de Soraya Bayuelo en Montes de María?
En septiembre estuve con Ludy Elena Pérez, que pertenece a la organización Gestionando Paz, que agrupa a víctimas de violencia sexual durante el conflicto, y que ha recibido amenazas, ella fue mujer Cafam. También he dormido en Santander de Quilichao. No me parecen lugares peligrosos, uno descubre mucho de la vida cotidiana de la gente, de los retos que hay, no es lo mismo quedarse unas horas que quedarse más tiempo con la gente.
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¿Qué se lleva de Riosucio?
El recuerdo de un atardecer mágico sobre el río Atrato, la visión de un pueblo muy elegante y bonito a pesar de la pobreza, con sus casas palafíticas para escapar de las inundaciones del río, el sabor delicioso del pescado y la voluntad de la gente de salir adelante. Un ejemplo, unas mujeres tienen un proyecto de pesquería, necesitan asesoría técnica para estructurar su proyecto, es el tipo de ayuda que hay que brindar.