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Recientemente, celebramos un cumpleaños familiar en casa. Nos sumergimos en una charla sobre política que, como suele suceder, pronto se vio invadida por la indignación y el negativismo. Discusiones absurdas sobre si los incendios habían sido generados por simpatizantes del gobierno o de la oposición marcaron un ambiente de malestar e indignación. Caímos en el ya normalizado reclamo por haber votado por el gobierno actual o por la oposición; paradójicamente todos defendiendo la democracia que tanto queremos.
Esta polarización se ha profundizado en los últimos años. Si somos petristas somos antiuribistas, si somos uribistas somos antipetristas. Hoy vemos este fenómeno en la agenda internacional, en donde si simpatizamos con el dolor de Israel somos antipalestinos, o si hacemos lo propio por el dolor de Palestina somos antiisraelíes. Caer en este tipo de narrativas es un indicador clarísimo de que la desinformación y la manipulación informática permean nuestro consumo de información. Y como lo estamos viendo, las consecuencias de ello son incalculables en términos económicos, en deterioro de la institucionalidad y mucho más grave en miles de vidas humanas…
La “desinformación” ha sido catalogada como la principal amenaza para la estabilidad global en 2024, según el Reporte de Riesgos Globales del World Economic Forum. Erróneamente a veces se define como información falsa, datos y hechos creados para mostrar una realidad inexistente. En realidad, hoy cuando hablamos y estudiamos la desinformación nos referimos a un ámbito mucho más grande: abarca también verdades a medias, información sesgada y sin contexto, y argumentos engañosos. Según estudios recientes, 1 de cada 5 fuentes que consumimos es desinformación. Sin embargo, medir este consumo es casi imposible, lo que nos hace pensar que esta cifra puede ser mayor.
Hay múltiples factores que explican por qué caemos en desinformación. Los estudios sobre el comportamiento, el cerebro y los procesos de toma de decisión han encontrado que la vulnerabilidad a la desinformación se ve exacerbada por factores cognitivos y sociales, como la rapidez con la que procesamos la información, la cantidad de veces que hemos oído una narrativa, la manera como nos relacionamos con otros, con nosotros mismos, nuestra postura política, el tipo de medio que consumimos, los niveles de confianza, experiencias pasadas, la polarización política entre otras.
Sólo el hecho de oír una y otra vez la misma desinformación hace que cada vez nos parezca más real, que nos parezca más ético hablar de ella, y que nos familiaricemos tanto con ella que a pesar de que nos corrijan su falsedad la vamos automatizando como una verdad. Esto nos sucede a todos sin excepción y por eso es imperativo que toda la ciudadanía adquiera herramientas de alfabetización digital y mecanismos para prevenir y reducir nuestra vulnerabilidad a la desinformación.
La difusión de desinformación tiene como objetivo manipularnos, incidir de manera direccionada en nuestras percepciones y acciones. Sin darnos cuenta, esto impacta en nuestra decisión de por quién votamos, de si votamos o no, socava la estabilidad democrática, pone en peligro la salud pública, el medio ambiente, nuestro derecho a vivir... Sé que cualquier persona que me lee ha presenciado situaciones de manipulación sin saberlo y comparte conmigo la necesidad de contrarrestarla.
Colombia hoy cuenta con un proyecto maravilloso que logra reducir en 30 % la vulnerabilidad a la desinformación. Esta es una cifra que no tiene precedentes en iniciativas de alfabetización digital similares. La razón de su efectividad es que se ha construido a partir de investigaciones rigurosas sobre el cerebro, los procesos de toma de decisiones y los mejores mecanismos para lograr que las personas adquieran herramientas efectivas en contra de la desinformación. Este proyecto se llama DIP (Detox Information Project); es desarrollado por ETHOS BT - Behavioral Team, un centro de innovación que se ha convertido en un aliado de empresas e instituciones y que utiliza las ciencias del comportamiento para investigar y solucionar las problemáticas que enfrentan la gran mayoría de organizaciones y que tienen que ver con los factores que motivan la toma de decisiones y el comportamiento de las personas.
DIP hizo para Colombia la primera serie web sobre desinformación y los trucos de nuestro cerebro en el país: “La ciencia que explica la mente y la desinformación” se encuentra en Youtube y en la página de DIP www.somosdip.com
Cada vez son más las iniciativas que buscan reducir la desinformación y esto es una maravillosa noticia. Sin embargo, necesitamos de cada persona para lograr frenar la manipulación informática y las consecuencias sociales y económicas que esto está trayendo. La única manera de lograrlo es si todos nos volvemos impermeables a la desinformación. Esto nos hará más libres y nos permitirá seguir construyendo y viviendo en una sociedad con democracia.
Conozca más información en la página web www.somosdip.com y en www.ethosbt.com