Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La inteligencia artificial (IA) es una realidad arrolladora que está evolucionando de manera vertiginosa, conquistando nuevos espacios, abriendo novedosas oportunidades y, sin duda, coadyuvando en el devenir del conocimiento y, como consecuencia, al desarrollo mismo de la humanidad. Como todas las invenciones y los descubrimientos que han sido disruptivos, con la capacidad de revolucionar a la sociedad, inmediatamente se definen sectores de la comunidad a favor y otros en contra.
Quienes no comparten la definición de inteligencia artificial plantean que se trata solamente de “inteligencia aumentada”, permitiéndole al ser humano una amplia capacidad de manejo de datos; por lo tanto, mayor provecho y usufructo de la inteligencia humana. Pero les preocupa la IA generativa por su capacidad de crear nuevos contenidos y la posibilidad futura de adquirir autonomía.
Retomando postulados del filósofo John Dewey, el académico Mike Ananny, en un artículo en la revista Issues in Science and Technology, propone abordar la IA generativa como un problema público y, como tal, someterla al debate, a la rendición de cuentas y la gestión colectiva. A su juicio,, “todos los miembros de la sociedad deberían rechazar las afirmaciones de las empresas tecnológicas y los ‘padrinos’ de la IA, que afirman que la IA generativa es a la vez una amenaza existencial y un problema que solo los tecnólogos pueden gestionar. Los problemas públicos se debaten, se tienen en cuenta y se gestionan colectivamente; no son competencia de empresas privadas o de cuidadores autoidentificados que trabajan a su propio ritmo con conocimiento exclusivo”.
Uno de estos análisis fue liderado, el pasado 7 de noviembre, por la Academia Nacional de Medicina, específicamente, sobre la realidad de la IA en la educación superior. Durante la interesante jornada, el médico y académico Gustavo Quintero Hernández se reafirmó en la trascendencia de seguir promoviendo y retomando el pensamiento crítico y el humanismo; en este caso, extendido al ámbito digital, trascendiendo a la universidad meramente instruccional, para afrontar los desafiantes retos que la IA le propone a la sociedad.
Deberá existir una reflexión crítica permanente sobre sus alcances, usos, aplicaciones, herramientas, potencial e, incluso, riesgos advertidos, en muchos casos por sus propios creadores y desarrolladores; por ello, es necesario que los gobiernos y la sociedad en general promuevan espacios de auditoría y control que aseguren el buen uso de este desarrollo tecnológico.
Como hacedora de la inteligencia artificial, la humanidad deberá promoverla a través de canales de ética, adoptando estrictas regulaciones a escala mundial y en los países. La sociedad no puede sumergirse en el horror vacui frente a este desarrollo tecnológico creciente y en constante mutabilidad, y la educación superior, sin duda, tiene un rol preponderante en este horizonte.
Su utilidad en la educación superior es incontrovertible; de hecho, ya cuenta con una infinidad de herramientas que son aplicadas en los desarrollos pedagógicos, los procesos curriculares y en diversas tareas, automatizando y facilitando actividades, prodigando a profesores y estudiantes recursos educativos variados para el aprendizaje y la formación exitosa. El futuro de la IA es retador y cada día aparecerán nuevos algoritmos que podremos utilizar las universidades en la construcción y gestión de los procesos de aprendizaje y aseguramiento de la calidad.
*Rector de la Universidad Simón Bolívar