Transformación digital y desigualdad social
La transformación digital acelerada vivida en el sector educativo durante la pandemia dejó a poco más de la mitad de la población en los países en desarrollo y a cerca del 80% en los países menos desarrollados sin acceso efectivo a la educación.
Por: Santiago Correa Restrepo
En los últimos dos años se ha vuelto lugar común afirmar que la pandemia del Covid 19 ha sido el mayor catalizador de la transformación digital en la educación; no obstante, pocas discusiones se han realizado sobre el trasfondo de esto en términos de desigualdad. Si bien es cierto, la rapidez y lo abrupto de la pandemia llevó a un proceso acelerado de educación a través de herramientas digitales, esto tuvo impactos asimétricos en el mundo.
De acuerdo con el Global Skill Report (GSR), liderado por Coursera, el índice de penetración digital global para el 2019 en países desarrollados se ubicaba en el 87%, mientras que en países en desarrollo era del 47% y en los menos desarrollados de apenas el 19%. Esto implica, de contera, que los resultados en términos de desarrollo de competencias, conocimiento y habilidades para el trabajo ampliaron su brecha durante la pandemia, no sólo entre países sino al interior de los mismos, pues estos resultados empeoran cuando se miran áreas rurales y urbanas al interior de los mismos, lo que sin duda profundiza los problemas de equidad.
La transformación digital acelerada vivida en el sector educativo durante la pandemia dejó a poco más de la mitad de la población en los países en desarrollo y a cerca del 80% en los países menos desarrollados sin acceso efectivo a la educación. Para América Latina los resultados son algo mejores, con un índice de penetración digital del 62%, pero con serias dificultades en términos de competencias digitales en la población adulta, incluyendo conocimiento computacional y resolución de problemas en ambientes digitales, así como bajos niveles de adopción de tecnologías.
Para el caso colombiano, los resultados del GSR presentan serias preocupaciones, pues en términos de las tres competencias medidas: Negocios, Tecnología y Data Science, el país ocupa el lugar 91 entre 108 países medidos, con un especial rezago en las dos primeras competencias. Así, en términos de las competencias en negocios, los mejores resultados se ubican en contabilidad, emprendimiento y talento humano; pero existe una brecha muy amplia en términos de comunicaciones, finanzas, liderazgo y administración, mercadeo, y ventas.
En cuanto a las competencias tecnológicas hay resultados interesantes en computación en la nube, programación, bases de datos, desarrollo de aplicaciones móviles; pero resultados bastantes pobres en redes de computación, seguridad informática, ingeniería de sistemas y ciencia computacional.
Respecto al último grupo de competencias -Data Science-, Colombia presenta mejores resultados, en especial en análisis de datos y programación estadística, aunque no tanto en visualización de datos, machine learning, y matemáticas. Estos datos nos invitan a una reflexión en el sector educativo y como sociedad. No sólo debemos hablar de transformación digital como un prurito permanente, sino que tenemos que hacerla realidad en propósitos concretos.
Es fundamental ampliar la cobertura de Internet del país con calidad para asegurar el acceso a la educación, pero al mismo tiempo tenemos que realizar un esfuerzo general para mejorar las competencias digitales de profesores, trabajadores y estudiantes en todos los niveles.
En términos de los diferentes niveles de educación, desde la básica hasta la universitaria, estas competencias deben estar presentes de manera deliberada y con propósito en todos los currículos. Simultáneamente, se deben desarrollar procesos de aprendizaje de corta duración y de alto impacto que lleven a certificaciones de saberes que permitan que las personas sean más competitivas en sus trabajos. Así mismo, deben existir múltiples rutas de aprendizaje a lo largo de la vida profesional que permitan procesos de actualización permanente para afrontar estas nuevas realidades.
Para nuestro país el reto no es menor. Existen serios rezagos y brechas evidentes que deben ser afrontadas desde la política pública, pero también desde el esfuerzo de las instituciones educativas y del empresariado. Debe construirse un consenso nacional sobre los objetivos de la educación colombiana en el corto y largo plazo, de tal manera que nos permita tener un país más competitivo y menos inequitativo.
Por: Santiago Correa Restrepo
En los últimos dos años se ha vuelto lugar común afirmar que la pandemia del Covid 19 ha sido el mayor catalizador de la transformación digital en la educación; no obstante, pocas discusiones se han realizado sobre el trasfondo de esto en términos de desigualdad. Si bien es cierto, la rapidez y lo abrupto de la pandemia llevó a un proceso acelerado de educación a través de herramientas digitales, esto tuvo impactos asimétricos en el mundo.
De acuerdo con el Global Skill Report (GSR), liderado por Coursera, el índice de penetración digital global para el 2019 en países desarrollados se ubicaba en el 87%, mientras que en países en desarrollo era del 47% y en los menos desarrollados de apenas el 19%. Esto implica, de contera, que los resultados en términos de desarrollo de competencias, conocimiento y habilidades para el trabajo ampliaron su brecha durante la pandemia, no sólo entre países sino al interior de los mismos, pues estos resultados empeoran cuando se miran áreas rurales y urbanas al interior de los mismos, lo que sin duda profundiza los problemas de equidad.
La transformación digital acelerada vivida en el sector educativo durante la pandemia dejó a poco más de la mitad de la población en los países en desarrollo y a cerca del 80% en los países menos desarrollados sin acceso efectivo a la educación. Para América Latina los resultados son algo mejores, con un índice de penetración digital del 62%, pero con serias dificultades en términos de competencias digitales en la población adulta, incluyendo conocimiento computacional y resolución de problemas en ambientes digitales, así como bajos niveles de adopción de tecnologías.
Para el caso colombiano, los resultados del GSR presentan serias preocupaciones, pues en términos de las tres competencias medidas: Negocios, Tecnología y Data Science, el país ocupa el lugar 91 entre 108 países medidos, con un especial rezago en las dos primeras competencias. Así, en términos de las competencias en negocios, los mejores resultados se ubican en contabilidad, emprendimiento y talento humano; pero existe una brecha muy amplia en términos de comunicaciones, finanzas, liderazgo y administración, mercadeo, y ventas.
En cuanto a las competencias tecnológicas hay resultados interesantes en computación en la nube, programación, bases de datos, desarrollo de aplicaciones móviles; pero resultados bastantes pobres en redes de computación, seguridad informática, ingeniería de sistemas y ciencia computacional.
Respecto al último grupo de competencias -Data Science-, Colombia presenta mejores resultados, en especial en análisis de datos y programación estadística, aunque no tanto en visualización de datos, machine learning, y matemáticas. Estos datos nos invitan a una reflexión en el sector educativo y como sociedad. No sólo debemos hablar de transformación digital como un prurito permanente, sino que tenemos que hacerla realidad en propósitos concretos.
Es fundamental ampliar la cobertura de Internet del país con calidad para asegurar el acceso a la educación, pero al mismo tiempo tenemos que realizar un esfuerzo general para mejorar las competencias digitales de profesores, trabajadores y estudiantes en todos los niveles.
En términos de los diferentes niveles de educación, desde la básica hasta la universitaria, estas competencias deben estar presentes de manera deliberada y con propósito en todos los currículos. Simultáneamente, se deben desarrollar procesos de aprendizaje de corta duración y de alto impacto que lleven a certificaciones de saberes que permitan que las personas sean más competitivas en sus trabajos. Así mismo, deben existir múltiples rutas de aprendizaje a lo largo de la vida profesional que permitan procesos de actualización permanente para afrontar estas nuevas realidades.
Para nuestro país el reto no es menor. Existen serios rezagos y brechas evidentes que deben ser afrontadas desde la política pública, pero también desde el esfuerzo de las instituciones educativas y del empresariado. Debe construirse un consenso nacional sobre los objetivos de la educación colombiana en el corto y largo plazo, de tal manera que nos permita tener un país más competitivo y menos inequitativo.