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Hace exactamente un siglo, los colombianos que nos precedieron estaban metidos en el mismo lío en que estamos los del 2020. En los primeros días de octubre de 1918 comenzaron a enfermar de gripa, primero por decenas, luego por centenas. La enfermedad aparentemente les llegó desde Europa por vía marítima. También a nosotros, pero por vía aérea. La mayoría de los casos importados documentados hasta ahora por el Instituto Nacional de Salud provienen de España e Italia.
La pandemia de ellos, la “gripa española” o “la pesadilla”, fue causada por un ancestro de la gripe aviar H1N1. Aunque vale la pena aclarar que el concepto de virus no estaba tan claro en sus libros de medicina. Sospechaban que existían agentes patógenos diferentes a las bacterias, pero no podían observarlos con un simple microscopio. Nuestra pandemia, Covid-19, que saltó de China a más de 150 países en tres meses, es causada por un miembro de otra familia de virus. SARS-CoV-2 hace parte de los coronavirus.
Pablo García Medina, médico bogotano y director de la Dirección Nacional de Higiene, dejó consignado el avance de la enfermedad a través de una ruta imprecisa: “A principios de noviembre la gripa se había propagado al departamento de Boyacá, y había aparecido en los departamentos de Antioquia, Tolima, Bolívar y Atlántico, y luego a Valle y Caldas. A finales de noviembre estaban invadidos los dos departamentos de Santander”. Hoy, los centenares de muestras genéticas tomadas en todo el mundo les están permitiendo a los virólogos rastrear las rutas de SARS-CoV-2. Gracias a que los virus mutan con bastante rapidez, esas mutaciones son como “migajas de pan” que deja el virus en su recorrido y revelan sus rutas.
La gripa generó caos, como hoy. Y eso que eran muchos menos. Muchos matrimonios se aplazaron. “Las oficinas públicas, los colegios, la universidad, las chicherías, los teatros y las iglesias estaban vacías; los servicios urbanos colapsaron; la Policía, el tranvía, el tren y los correos se paralizaron, porque la mayoría de policías, operarios, curas, alumnos, profesores y empleados enfermaron: se suspendieron todos los espectáculos públicos, y las calles de la ciudad, especialmente en la noche, estaban casi desiertas”, escribió en aquella época el médico Jorge Laverde.
Las consultas a $1 se ofrecían a domicilio. Hoy la prioridad para el sistema de salud también será mantener al mayor número de personas en sus casas, en aislamiento, respondiendo consultas por teléfono y, como lo advirtió el director de la Asociación de Clínicas y Hospitales a El Espectador hace unos días, la prioridad deberían ser las consultas domiciliarias para evitar que muchos otros se contagien.
También la pseudociencia se asomó en 1918. Un aviso en un periódico rezaba que “en el taller de mecánica del señor Eduardo Boada se suministra gratis una magnífica receta para combatir en pocas horas la epidemia de la gripa”. También nos tocó una dosis de esto a nosotros. En un meme de WhatsApp se dice que las “gárgaras con agua tibia y sal o vinagre eliminan el virus”. Otros tienen toda su fe puesta en un “suero cubano”.
Poca información quedó de los estragos que causó la gripa de 1918. Tomó casi un siglo reconstruir los datos. Solo el año pasado un grupo de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, conformado por Abel Martínez, Bernardo Meléndez, Edwar Manrique y Omar Robayo, se dieron a la tarea de calcular los muertos en uno de los departamentos aparentemente más afectados: Boyacá.
“El grupo más afectado en 1918 fue el de menores de cuatro años, triplicando las tasas de mortalidad de la prepandemia. La población de 15 a 44 años, aunque no presenta la mayor tasa de mortalidad, tiene un incremento siete veces mayor con respecto a los años comprendidos entre 1912 y 1917”, concluyeron. La pobreza, la falta de higiene y la deficiente nutrición se sumaron a la virulencia de la gripe española.
No sabemos qué vaya a pasar con nuestro sistema de salud, cargado de problemas crónicos desde aquella época. Pero sí sabemos lo que les ocurrió a esos colombianos: “La Higiene Pública, en manos del Estado, se mostró incapaz de hacer frente a la pandemia, y fue la Junta de Socorros, un organismo privado constituido por los notables de la capital, la única institución que realizó acciones efectivas con los afectados. Esta institución aparece recordada y alabada por los medios escritos, en contraposición a la Dirección Nacional y la Municipal de Higiene, que fueron fuertemente criticadas”.
Este artículo está basado en las siguientes fuentes:
- “Dudas y desasosiego ante la epidemia de gripa en Bogotá en 1918”, de Juan Carlos Eslava, Marcela García-Sierra y Sandra Bernal, de la U. Nacional.
- “Análisis histórico epidemiológico de la pandemia de gripa de 1918-1919 en Boyacá, un siglo después”, de Abel Martínez, Bernardo Meléndez, Edwar Manrique y Omar Robayo.
- “La pandemia de gripe de 1918-1919 en Bogotá y Boyacá, 91 años después”, de Fred Manrique, Abel Martínez, Bernardo Meléndez y Juan M. Ospina.