Si el COVID-19 afecta a los indígenas, ¿por qué nos afectará a todos?

Son ellos los defensores de la naturaleza, los territorios y las áreas naturales que, bajo la excusa del desplome de la economía gobal, pueden recibir una arremetida de destrucción.

Daniel Wizenberg* / especial para El Espectador
25 de marzo de 2020 - 12:59 a. m.
Raya, un anciano nahua. Más de la mita de su pueblo fue aniquilado tras la apertura de su tierra a la exploración petrolífera. / Cortesía de Survival
Raya, un anciano nahua. Más de la mita de su pueblo fue aniquilado tras la apertura de su tierra a la exploración petrolífera. / Cortesía de Survival
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Ante el avance del nuevo coronavirus en América Latina, los más vulnerables son los pueblos indígenas, que representan casi el 10% de la población. Una América Latina donde, además, según la ONU, tres de cada 10 personas en pobreza extrema son indígenas.

Más de la mitad de los indígenas mayores de 35 años en el mundo padece diabetes. También son altos los índices de mortalidad infantil, desnutrición, enfermedades cardiovasculares y respiratorias. En varios medios internacionales, como The Guardian, advierten que “si el virus entra a las diferentes comunidades indígenas la devastación será total”.

Para el movimiento global Survival International, el problema viene de antes. En un informe titulado “El progreso puede matar”, que estudia el tema en los cinco continentes, concluyen que hay varias cuestiones esenciales en relación a la salud de los pueblos indígenas: que se respeten sus derechos territoriales, que puedan conservar sus tradiciones, que no se les imponga “el progreso” impidiendoles continuar su modo de vida y que tengan acceso a unos sistemas de salud que sean cuidadosamente concebidos por y para ellos.

"Los pueblos indígenas que controlan su propia tierra están más sanos y gozan de una mejor calidad de vida que aquellos que han sido expulsados de sus tierras y a los que se les ha impuesto el 'desarrollo' ", afirma Fiore Longo, directora de la oficina de Survival en París y Madrid.

Para Longo, cuando se expulsa a los indígenas fuera de sus tierras y cuando se les roba sus recursos, muchos indígenas terminan viviendo en poblados pobres en las ciudades, marginalizados y empobrecidos. Su salud y su bienestar se desploman. Sufren enfermedades mortales que nunca antes habían conocido. Se disparan las epidemias como la depresión, las adicciones y el suicidio. Y esto es especialmente verdad para grupos que anteriormente fueron nómadas y que tenían poco o ningún contacto con la sociedad mayoritaria, como es el caso de los nukak en Colombia.

Para Alex Villca, de la La Coordinadora Nacional en Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap), en Bolivia, los pueblos indígenas no solo son vulnerables al coronavirus sino a lo que vendrá después: “habrá un hueco grande en la economía global y, por tanto, puede ser una excusa para que se arremeta más contra la naturaleza, los territorios indígenas y las áreas naturales protegidas donde ellos están”.

No solo son un problema la pandemia y sus consecuencias; también, lo que sucede mientras ponemos toda nuestra atención en el avance de la pandemia. La distracción mediática sobre el tema está dejanado espacio para que el asesinato de líderes sociales, varios de ellos indígenas, quede más en el silencio que de costumbre. Desde que inició la cuarentena en Colombia tres líderes sociales fueron asesinados.

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Acción e inacción

Hay que hacer pagamentos a los sitios sagrados, llamados ezwamas, por medio de materiales que tengan espinas, como tuna, pichiwey, cardón, cacho de cabra, espuela de gallo, bejuco de iguana, ceiba y cactus, con salvedad de las plantas medicinales como limón, pomelo y mandarina. Según registra Semana, eso dice en una carta a otros pueblos de su región Edilma Loperema Plata, coordinadora el grupo de mujeres del pueblo indigena wiwa de la Sierra Nevada de Santa, donde se han tomado algunas medidas: se cerraron el Parque Tayrona y el acceso a la Sierra Nevada.

Cientos de comunidades indígenas alrededor del país exigen mayor presencia del Estado. Los pueblos indígenas de Casanare piden la distribución de insumos, equipamiento y suministros médicos. Los pueblos del Chocó se declararon en estado de Asamblea Permanente. El resguardo arhuaco de la Sierra promovió la cuarentena preventiva al igual que el pueblo awá de Ricaurte, Nariño, y pueblos del Valle del Cauca. El Pueblo Kankuamo adoptó medidas para “salvaguardar el buen vivir, la armonía territorial y el derecho a la salud”. Y desde la ONIC denuncian que hay empresas mineras que no están cumpliendo con la cuarentena obligatoria.

En Perú, la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) emitió un comunicado a todas las comunidades del país, en especial las amazónicas: “el calor amazónico y las plantas sagradas lo enfrentarán pero no podrán detener esta tragedia. Llamamos a preocuparnos profundamente y tomar medidas inmediatamente”. Quieren evitar el “etnocidio sanitario de más de 500 años de colonización”.

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En Argentina hay preocupación por la situación de pueblos como los wichis: “no podemos enfrentar el hambre, menos el coronavirus" dijo Rodolfo Franco, médico de esas comunidades. En Bolivia, para el dirigente Alex Villica, “el personal de salud no está calificado para atender en caso de que el virus aumente en el país”. En México, los zapatistas cerraron los centros de resistencia y diversas organizaciones reparten información sobre el virus en lenguas indígenas al igual que en Ecuador, donde la crisis sanitaria va en aumento exponencial. Allí los pueblos reclaman al gobierno medidas específicas mientras las comunidades Chapeton, Pakayaku, Sarayaku, Molino, Teresa Mama y Montalvo están padeciendo inundaciones graves. En Guatemala, donde ya murió un indígena por coronavirus, arrestaron a un médico que vendía “vacunas” contra esta enfermedad a indígenas del municipio de Chisec. En Paraguay, los ayoreos denuncian que no se paró la construcción de una carretera a pesar de la cuarentena obligatoria y que eso los está exponiendo más que de costumbre. En Chile los mapuches divulgan recetas contra la fiebre y suspenden ceremonias.

Los no contactados

El riesgo que se cierne sobre los pueblos indígenas no contactados atañe especialmente a los gobiernos de  Perú, Colombia, Brasil y Bolivia. En especial en la cuenca amazónica.

“Son 506 pueblos indígenas que estarían en inminente riesgo, además de 76 pueblos indígenas en aislamiento, cuyo sistema inmunológico es muy débil y cualquier gripa los puede llevar a la desaparición. Una pandemia de esta magnitud para las comunidades nativas significaría una catástrofe de grandes proporciones”, dice Robinson López, de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA). En la región ya hay unos 80 casos confirmados.

"Los pueblos en aislamiento voluntario son más vulnerables porque su sistema inmunológico no es apto para defenderse de algún virus, bacteria o enfermedad. Aparte de su vulnerabilidad inmunológica, también está la sociocultural, que implica la carencia y dificultad para el acceso al servicio de salud”, explica Jackeline Borjas Torres, especialista del programa Amazonía de la organización DAR (Derecho, Ambiente y Recursos Naturales) en Perú.

Allí diversas organizaciones piden al gobierno peruano “el respeto de la autodeterminación”. “Si el pico de la epidemia ya representa un panorama de colapso para el sistema público de salud, las consecuencias en comunidades indígenas y para los pueblos que viven en aislamiento voluntario (los Isconahua, Mashco Piro, Murunahua, Nahua, Nanti) pueden ser aún más devastadoras” analizó en el Washington Post la periodista Nelly Luna.

En Brasil, las autoridades estaduales de la región amazónica declararon la situación de emergencia lo que prohíbe la visitas a reservas indígenas. La Asociación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) canceló todas sus reuniones y asambleas pero no dejan de denunciar a Jair Bolsonaro. El presidente no solamente minimiza la pandemia sino que además fomenta el contacto con los pueblos indígenas no contactados: nombró como jefe del departamento de indígenas no contactados de la FUNAI a un misionero evangelista: ya está recaudando fondos para adquirir helicópteros para “llegar a diez grupos de gente que vive en extremo aislamiento”.

Cambio de paradigma

Las cuarentenas no son solo para detener la pandemia; también son una oportunidad para pensar: cada vez más personas se detienen y se quedan en sus casas con tiempo para eso. Es un momento de preocupación pero también en el que la lógica productiva tiene un impasse y sus consecuencias quedan a la vista rápidamente: recesión, sí, pero menor contaminación también. Si hasta los canales de Venecia ahora son cristalinos. La lógica de la empatía y la interdependencia emergen: hay grupos de académicos en América Latina promoviendo una acción frente al coronavirus que revitalice la colectividad.

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El sociólogo argentino Mempo Giardinelli afirma que “más allá del miedo y el desquicio presentes, son las condiciones ambientales del planeta las que vienen siendo alteradas en todos los órdenes y en todos los continentes, y en consecuencia el peligro para la humanidad va mucho más allá de cepas y contagios”. Nuestro modo de vida y de producción está en el fondo de lo que está sucediendo. Tenemos que volver a pensarnos como parte de un todo en el que no somos el centro sino una parte más. Vale para luchar contra el COVID-19 pero también para ir más allá. “Lo contrario es entregarse al éxtasis apocalíptico, la zona de confort de la nueva derecha que nos ofrece un minuto más de vida a costa de mutilarnos”, dice Alejandro Galliano.

No solo hay que ayudar a los indígenas a protegerse del avance de la frontera agro industrial y de las epidemias como el coronavirus, también hay que cambiar el paradigma de la conservación. Gracias a que los pueblos indígenas piensan que pertenecemos a la tierra y no que esta nos pertenece es que son los mejores guardianes de la naturaleza: el 80% de la biodiversidad que queda en el planeta está sus territorios. Si el coronavirus afecta a los indígenas nos afectará a todos.

* Editor de Revista Late y Consultor de Survival International

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Por Daniel Wizenberg* / especial para El Espectador

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