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La comisión Lancet de Migración y Salud ha ratificado en varios informes que debe desmitificarse la idea de que los migrantes son portadores de enfermedades. No lo son, al menos no más en la medida que todos lo somos. De hecho, normalmente las personas que migran, sobre todo con vocación de permanencia, están mayoritariamente sanas, ya que las enfermas suelen quedarse en sus lugares de origen, al no estar en condiciones de movilizarse grandes distancias. Así lo ha mostrado de forma consistente la evidencia internacional sobre el estado de salud de los migrantes.
Es cierto, sin embargo, que en los contextos migratorios existen desafíos asociados a la necesidad de vigilar la transmisión de enfermedades infecciosas, en especial, durante la ocurrencia de epidemias; pero en ningún caso este flujo debe entenderse como asociado a la nacionalidad, sino a la procedencia. Esta no es una distinción trivial y es absolutamente clave, para prevenir el estigma y la discriminación, que pueden tener graves efectos sobre los migrantes, y dificultar su integración socioeconómica y cultural, al generar prejuicios que pueden permanecer en el tiempo, incluso luego del control de la epidemia. Sobre todo, cuando ya existe un ambiente que favorece la xenofobia en nuestro país, contexto en que la prudencia, incluso la que nace del lenguaje, debe ser un principio rector.
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También enfatizar en la procedencia, en lugar de la nacionalidad, permite reconocer que en casos particulares como la actual migración que se viene presentando desde Venezuela, existen flujos mixtos constituidos por refugiados y migrantes venezolanos, pero también ciudadanos colombo- venezolanos, colombianos de retorno, migrantes en tránsito, pendulares e incluso indígenas transfronterizos.
Ciertamente, puede presentarse migración motivada por la búsqueda de servicios de salud, en cuyo caso podría existir un flujo de personas sintomáticas buscando recibir atención médica, lo que puede convertirse en un desafío para los sistemas de salud de las fronteras. El reto es mayor en el caso de los migrantes sin aseguramiento en salud, especialmente los recién llegados que no conocen el sistema de salud y que, además suelen tener menos recursos económicos. Adicionalmente, muchos de ellos son migrantes en tránsito, pendulares o llegados sin plan establecido de domicilio, en los que el seguimiento epidemiológico puede ser difícil.
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El gobierno nacional con el acompañamiento de la cooperación internacional tomará pronto medidas más claras en la frontera con Venezuela para contener y mitigar la pandemia. Como integrantes de la Red Migración y Salud, queremos dar algunas pautas muy generales, que podrían aplicarse a epidemias en contextos de movilidad humana, pero también específicamente al contexto de la frontera colombiana con Venezuela:
1. No es razonable pensar en cierres de fronteras. Al menos, no en este momento. El costo humano y económico sería altísimo. Además, contraproducente, ya que puede incrementar el cruce por pasos irregulares, a través de los miles de trochas entre ambos países, donde la posibilidad de hacer vigilancia epidemiológica es menor y establecer estrategias de control sería casi imposible. Adicionalmente, esto podría llevar a mayores riesgos ambientales y lesiones a los que se podrían enfrentar los migrantes durante el ingreso o tránsito por Colombia.
2. Cualquier intervención debe sopesar en cada momento el balance entre el riesgo epidemiológico versus los impactos sociales, económicos y políticos para las personas de ambos países, especialmente los más vulnerables.
3. En una epidemia, la variable epidemiológicamente relevante puede ser procedencia, que es distinto a nacionalidad.Medios de comunicación deben comunicar de dónde proceden las personas, no su nacionalidad. La distinción no es trivial, y previene el estigma contra los migrantes.
4. Cualquier intervención sanitaria debe respetar los derechos humanos y la dignidad de los migrantes, quienes muchos casos presentan una alta vulnerabilidad relacionada con el mismo proceso migratorio, especialmente cuando es irregular. Deben evitarse medidas que afecten las libertades básicas y los medios de vida de los migrantes.
5. Las medidas deben ser basadas en evidencia. Debe evitarse medidas demagógicas que no son eficientes y sostenibles: como el de repartir indiscriminadamente tapabocas en la frontera.
6. La Organización Mundial de la Salud ha instado a integrar a los migrantes a la respuesta a la pandemia, para ello específicamente consideramos relevantes las siguientes acciones, especialmente para aquellos irregulares que no se pueden asegurar, o los regulares que no han logrado asegurarse:
- Estrategias de Información, Educación y Comunicación en: derechos, rutas de acceso al sistema de salud, estrategias de prevención (lavado de manos, higiene respiratoria y distanciamiento social), signos de alarma y momentos en los cuales consultar a los servicios.
- Líneas de atención sensibles con los derechos de los migrantes para orientación en caso de síntomas y signos de alarma.
- Rutas claras de acceso a sistemas de salud en zona de frontera.
- Seguimiento a migrantes en tránsito en puestos de seguimiento a lo largo del trayecto migratorio.
- Considerar montar una vigilancia centinela en frontera para la búsqueda activa de sintomáticos respiratorios y aislamiento preventivo según el caso.
Todo lo anterior plantea un gran reto para el Sistema de Salud, y requiere una respuesta rápida, coordinada y logísticamente compleja con asignación de recursos. Es necesario además entender que, aunque se necesita un enfoque diferencial, se trata de una respuesta para todos en reconocimiento de su derecho a la salud, en donde los migrantes hacen parte de la acción colectiva e individual para contener y mitigar la pandemia en ambos países.
*Julián A. Fernández- Niño y Andrés Cubillos-Novella. Red Migración y Salud