El arquetipo de Venus siempre se ha asociado con los conceptos del amor ideal, ya bien sea dando o recibiendo dicho afecto. También se reconoce en él, por su regencia zodiacal del signo Tauro, al Becerro de Oro de la materia y sus placeres, así como la estabilidad de las cosas materiales y corporales; mientras que por su regencia sobre el signo de Libra simboliza las relaciones humanas, las costumbres sociales y el dinamismo equilibrado, perceptivo y racional de la mente. Es decir, que hay un Venus terrenal y otro más celestial o humano, respectivamente.
Se dice, entonces, que Venus es dual, como acabo de mencionarlo; y, además, si al momento de nuestro nacimiento aparece en el horizonte antes que el Sol como Estrella Matutina, se le conoce con el nombre de Venus Lucifer o quien hace la luz; pudiendo representar a las personas que se sienten elegidas por Dios para una misión específica, como seres creativos, innovadores, intuitivos y buscadores de la libertad, que viven para vivir el día con gusto y gracia. Pero, si sale después que el Sol, se llama Venus Hespéride o estrella vespertina, que representa a seres amorosos, estables, más racionales y relajados; personas que viven para comenzar la noche.
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En la mitología grecorromana Venus encarna a Eufrosina, una de las tres Gracias; aquella que es la encarnación del regocijo, el júbilo y la alegría. Entre las Musas es Erato, la amorosa, acompañada de un ciervo de cornamenta en forma de lira; es ella la encargada de la elegía, la lírica-amorosa, la poesía erótica y la prosa romántica. Venus-Afrodita es la seducción y el amor adolescente; es el símbolo de la armonía y de las coaliciones, de la fuerza o poder de atracción; también representa el talento artístico innato y la intuición sensorial. Su oficio en nuestra carta astral, necesitando ser deseada y evitando todo tipo de enfrentamientos, es el de suavizar, limar asperezas y rechazar toda clase de violencia, representando la paz, lo que nos hace felices solos o compartiendo las relaciones sociales; también estudiamos en Venus cómo acentuar nuestras mejores cualidades y hacernos felices a sí mismos y a los demás; y entonces nos ha de gustar el deseo de compañía y de reflejarnos en el otro o en la gente de la cual nos rodeamos. Por ello Venus encarna cómo atraemos a los demás. o nos atraen ellos, así como qué de nosotros le gusta a los demás, es decir cómo, por qué y con qué los atraemos.
En la posición de Venus en nuestra carta natal, encontramos la autoestima, los valores o lo que valoramos permanentemente y como obtener autovaloración, porque nos puede dar identidad o fama; porque nos puede servir para reconstruir lo afectado en nuestra vida; porque le da placer al cuerpo -el dulce deseo y lo erótico y sensual- o satisfacción crítica. Venus es símbolo de lo estético, de lo hermoso en todo sentido, del refinamiento de las costumbres, del glamur, del deseo de gustar -o el objeto deseado-, de la risa, la diplomacia y de todo aquello que nos ayude a introducir no sólo armonía social en la vida personal, sino a contribuir calurosamente con la sociedad. Si no lo logramos, aparece la otra cara de Venus trayéndonos la pérdida de autoconfianza y estima en esas mismas situaciones sociales; pues reprimimos facultades socialmente valiosas, por miedo al rechazo.
He ahí nuestras comparaciones, el compartir, los compromisos en general, el dar, la dependencia de los demás, el dinero, las formas de cambio, el gusto, el ocio, la comodidad, el beneficio menor, lo poco práctico, la tranquilidad. En una carta femenina la energía de Venus es más accesible que la de Marte; sucede lo contrario en una masculina. Venus es lo que él busca en las mujeres y Marte lo que ella en los hombres. En la carta astral de una mujer, Venus significa lo que ella es capaz de darle al hombre como el cáliz abierto de una flor; y en la de un hombre, es el tipo de mujer que él necesita, atrae o busca ya bien sea como compañía, novia, esposa o amante. Pero, por encima de todo lo escrito hasta aquí, Venus nos da… lo que necesitamos.