La casa de los Buendía
A Macondo llegó el video, pero no lo llevó Melquiades. La pantalla gigante por donde pasan imágenes coloridas e indefinidas de la vida de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, el matrimonio con el que comienza una de las descendencias más importantes de la literatura y que ahora vuelve a estar en el teatro, hace parte de una nueva adaptación de Cien años de soledad.
La estirpe de los Buendía regresa a las tablas con la obra La casa, nombre con el que Gabriel García Márquez quiso llamar inicialmente a su obra cumbre. Es el primer montaje autorizado por el escritor, que siempre ha sido reacio a la adaptación de sus escritos al teatro. Fue estrenado en 2007 durante el homenaje que se le hizo al Nobel colombiano en el Congreso de la Lengua, en Cartagena, con motivo de los 40 años de la publicación del libro. Pero hoy, después de varios procesos, La casa vive un período de madurez.
Sigue a Cromos en WhatsAppLa versión de Cien años de soledad que hoy se ve con video y música en vivo en el Teatro de Bellas Artes es también, como dice Esteban García, productor y actor de la obra, para despedirse. Es el cuarto escenario por el que ha estado desde que se estrenó en una casa en ruinas en Cartagena, para luego seguir en el Teatro Libre de Bogotá y después estar en el Teatro Arlequín, durante el Festival Iberoamericano de Teatro del año pasado. Esto les ha permitido transformarse según el espacio pues en cada uno han explorado las posibilidades visuales que les da el texto.
La obra de García Márquez ha inquietado siempre a los dramaturgos, que han hecho versiones de algunos de sus textos. Algunas de las más recordadas son La hojarasca, dirigida por Pawel Nowicki; La cándida Eréndira y su abuela desalmada y Crónica de una muerte anunciada, dirigidas por Jorge Alí Triana, y Memoria y olvido de Úrsula Iguarán, de Juan Carlos Moyano. Incluso en Nueva Orleans fue montada una ópera basada en El amor en los tiempos del cólera.
La casa fue un reto para la Fundación Iberoamericana de Teatro de Investigación (FITI), pues es quizás la obra más compleja de García Márquez por la cantidad de personajes y por el realismo mágico, un elemento difícil de representar en las tablas. "La intención no era hacer una versión de teatro de Cien años de soledad, era más acercarnos a la primera idea de un joven escritor sobre la creación y destrucción de una casa que luego se le convirtió en Macondo", explica García, quien hizo la adaptación con el director ruso David Gurji.
De ahí surgió un trabajo que se evidencia en el escenario con una puesta en escena tan universal como el libro y que aborda el realismo mágico a través del diseño de luces y de situaciones, que permiten una identificación del público con una historia que ya es parte de la memoria colectiva. Todo esto respaldado por un trabajo actoral contemporáneo, basado en el teatro psicólogico de Konstantín Stanislavski y en el lenguaje corporal, desarrollado por Gurji a partir de su tradición teatral rusa.
La historia, que recoge la primera generación de los Buendía, transcurre sobre un piso de tierra delimitado por guaduas, unas sillas mecedoras que complementan el ambiente caribeño y adornado con símbolos como los pescaditos de oro y los pergaminos con la historia de la familia escritos por Melquiades.
Todo esto acompañado de vallenatos, canciones en vivo de Totó la Momposina, quien se integró a la obra en esta versión, y de los ritmos ancestrales y contemporáneos de Teto Ocampo.
Melquiades (Gustavo Angarita) no sólo lleva los inventos y cura al pueblo del olvido sino que es el narrador de la historia de los Buendía, por la que pasan José Arcadio (Félix Antequera), Úrsula (Laura García), Pilar Ternera (Carmenza Gómez), José Arcadio hijo (Giovanni Galindo) y Aureliano Buendía (Esteban García), además de Rebeca, Amaranta y Pietro Crespi. Un grupo selecto de personajes que sirve para mostrar también cómo en un pueblo de unas pocas casas también campea el desorden, la corrupción y la guerra. Así es La casa, de Esteban García, un lugar donde habita la realidad y la ficción, la soledad, la muerte y una descendencia temerosa de engendrar hijos con cola de marrano.
García Márquez definió Cien años de soledad como "un vallenato largo". En este sentido, La casa es una estrofa, aunque una estrofa suficientemente elocuente del mundo macondiano.