Una calma reparadora después de 15 minutos de destrucción. Con este fin existen locales que ofrecen el servicio de acabar con un bate lo que esté en una habitación. En Chile, Argentina, Estados Unidos y España la Crash Therapy es un espacio para canalizar la ira y el estrés inherentes a la frustración característica de la era de las redes sociales. Computadores, electrodomésticos viejos, y botellas de vidrio son las víctimas de la furia que posteriormente le da paso a la calma.
Esta manera de desahogarse recibe su propia dosis de críticas. Para algunos psicólogos, la sensación reparadora que queda después de salir de los salones no soluciona el problema de fondo. “Se sienten bien al momento, porque disminuye el nivel de tensión interna y se liberan neurotransmisores”, explicó la psicóloga Solange Anuch al periódico chileno El Mercurio. “La persona solo va a descargar la reacción física, pero no va a resolver el problema de base. Es un peligro estimular este tipo de conductas porque aumenta el repertorio conductual, es decir, se refuerza una conducta violenta”.
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La ira, como mecanismo de supervivencia, altera el equilibrio fisiológico y mental. En otras palabras, es la respuesta a un ataque o a una amenaza. “En términos psicológicos, la ira es una emoción que surge como resultado de sentirte herido. Usualmente, se precipita cuando hay una sensación de injusticia. La ira significa que se retiren o nos den espacio para estar solos porque de alguna manera hemos sido atacados”, sostiene la psicóloga Carolina Barreto.
Dejar salir la rabia tiene beneficios para la salud mental.
Ahora la pregunta es ¿qué hacer cuando suena la alarma de la ira? Barreto hace una distinción: si la expresión de esta emoción deriva en conductas destructivas, sin que haya motivo, está teniendo el efecto opuesto de la ira. En cambio, si se utiliza para defenderse de algo que es una amenaza significativa, en este caso estaría cumpliendo el propósito de autopreservación.
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Con el objetivo de quitarle el estigma, es necesario saber que es una emoción tan antigua como el ser humano. Cualquier emoción es un llamado a la acción, y reprimirla es una regla que debe reevaluarse. “Una ira cohibida tiene consecuencias negativas sobre la persona. En la represión de la emoción hay una internalización profunda, lo que significa que no se usa para lo que sirve. Cuando la sabemos utilizar, nos permite canalizar estos cambios fisiológicos y además es una herramienta que genera acción transformativa”, dice Barreto.
¿Qué hacer cuando aparece? ¿Es posible expresarla sin recurrir a la Crash Therapy o a situaciones indeseables? Al tratarse de una emoción primaria, la persona en cuestión debe entrar en diálogo con su cuerpo. Ejercicios de respiración y de autorregulación sirven para calmar el sistema fisiológico. La tensión se libera cuando hay maniobras controladas. “Sirven los movimientos en los hombros, abrir y cerrar los puños, estirar, sacudirse un poco. Lo valioso es saber que la rabia, entre más se reprima, más tendrá la necesidad de salir y por eso se va convirtiendo en emoción destructiva”, advierte la psicóloga Barreto.
La verbalización es otra vía de escape. Intelectualizarla es el paso previo para poder manifestarla con palabras que no tengan una carga hiriente. Cualquiera que la sufra constantemente debe consultar a un psicólogo para combatir la raíz de su origen. Buscar ayuda es una opción cuando los ataques son frecuentes y los ejercicios individuales no son suficientes para contener la respuesta emocional.
¿Qué hacer para canalizar la ira?
- Reconocerla, saber que se es víctima de un ataque. Identificarla ayuda a empezar a controlarla.
- Dejarla salir, nunca guardársela. Hay ejercicios de respiración o de verbalización que sirven para mitigarla.
- Esconderla puede tener consecuencias negativas en lo personal y en lo colectivo. Puede acelerar el estrés, la irritación y generar una adicción por esas sensaciones.
- La ira es parte de la dimensión de las personas. Conocerla es aprender a discriminar el ADN psicológico. Vista desde un ángulo positivo, ayuda a mejorar la salud emocional