Alexandra Rada
Alexandra Rada tiene muy claro que la belleza es producto de la salud y el bienestar. De nada sirve una liposucción, si uno nunca entiende la importancia de comer adecuadamente. La grasa vuelve con la misma facilidad con que la quitan. Por eso, en su consultorio no se encuentran salidas fáciles sino duraderas. Y mucho más sanas que esas cirugías plásticas, que incluyen anestesia general, bisturí y un desgaste físico agotador y doloroso. Para ella el truco está en hacer que sus pacientes se quieran, para que estén dispuestos a consentir su cuerpo y tratarlo como se lo merece. Una vez inyecta amor propio, arranca un círculo virtuoso: a medida que el paciente se siente bien trabaja para sentirse aún mejor.
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Rada estudió en la Universidad Libre del Valle. En algún momento consideró ser pediatra o ginecobstetra, pero su vida se dirigió hacia otros caminos después de conocer a su esposo, el médico Sergio Rada. Juntos desarrollaron el Método Rada, que se apoya en los últimos hallazgos de la medicina estética y en la voluntad de sus pacientes para cambiar su estilo de vida y, de esa manera, transformar la manera en que se ven en el espejo.
Todo empieza con los cambios cotidianos más básicos, como olvidarse de la costumbre de cucharear, ese hábito de comer como si uno estuviera en una carrera contra el tiempo. Ella les enseña a quienes pasan por su consultorio a que lleven la comida a su boca, a que luego dejen el cubierto sobre el plato, a que mastiquen con calma y a que sigan con el otro bocado, solo si el primero ya ha pasado por el esófago. “¡Así se llenan mucho más rápido y con menos comida, porque el estómago se demora en asimilar que está recibiendo alimentación!”. Pero también hay procedimientos más avanzados, como los hilos mágicos, que logran los efectos de la cirugía plástica sin necesidad de hacer un solo corte. Quitan la pata de gallina de los ojos, eliminan la papada, levantan la piel caída, etc.
Después de un procedimiento con esos hilos mágicos, al día siguiente sus pacientes llegan a la oficina como si hubieran pasado por una máquina de embellecimiento. Sus colegas empiezan a cuchichear en los pasillos. Se preguntan cómo lo hicieron, dónde encontraron la fuente de la juventud. No hay incapacidad, no hay costuras, no hay dolor. Como mucho, la piel puede inflamarse un poco y adquirir una tonalidad más moradosa en los lugares donde el hechizo de Alexandra hizo efecto. Eso es todo. Por haber perfeccionado esta técnica y haber explorado procedimientos poco frecuentes –como usarla en el abdomen, no solo en la cara– es que la médica recibirá el premio al mejor caso clínico realizado con hilos tensores en todo el mundo.
¿En qué consiste la magia?
Hace más de una década, Alexandra trató a Silvana Tarud, que en ese entonces tenía 19 años. Pesaba 110 kilos y con el Método Rada adelgazó 50. Todo un logro para la joven. Sin embargo, y como es normal, después del tratamiento le sobraba piel en el abdomen. Durante mucho tiempo no hizo mucho al respecto, hasta que Alexandra llegó de un congreso en Ecuador, donde un médico portugués le enseñó todo lo que tenía que saber sobre los hilos tensores y los hilos de colágeno. Entonces, la médica decidió probar su técnica en ella, a pesar de que generalmente se utiliza para estirar la piel de la cara. Después de insertar muchos hilos mágicos, su abdomen quedó plano. Ese trabajo es una obra maestra que será reconocida en Tokio.
Es difícil aterrizar la ciencia detrás del procedimiento, pero lo intentaremos. Cuando llega su paciente, lo primero que hace Alexandra es introducir hilos de colágeno en la piel en la que trabajará. Estos hilos eventualmente son absorbidos por el cuerpo, pero mientras tanto, fortalecen la piel. Luego, introduce los hilos tensores (que fueron inventados en Japón). Entran por un punto, salen por el otro y se convierten en la base sobre la cual la piel se estirará.
Alexandra usa la misma anestesia que usa un odontólogo, así que los pacientes están bien despiertos y pueden ver el proceso de transformación. “A medida que les voy mostrando, muchos pacientes lloran. Ayudarles a que aumente su autoestima es muy poderoso y muy gratificante para mí. Se sienten más fuertes, más capaces de enfrentar la vida”.
Foto: Raúl Higuera.