El factor más importante para mantener una imagen sana de uno mismo es tener la capacidad de autocompadecerse.
No es orgullo ni soberbia, es simplemente conocernos de manera sencilla y honesta para saber nuestras cualidades y defectos. Lo hacemos sin juicio ni evasión, permitiendo usar nuestros dones, al tiempo que transformamos nuestras condiciones desfavorables. La autoestima ayuda a evitar las ilusiones que nos generan falsas expectativas sobre nuestra capacidad y valía.
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En mi práctica médica es común encontrar baja autoestima en la mayoría de los enfermos, esto dificulta su propia capacidad de ejercer acciones que favorezcan sus fuerzas curativas internas que apoyan cualquier tratamiento. Por eso es esencial despertar una autoestima saludable, que en sí misma es creadora de calidad de vida y bienestar. Para tal fin hay tres recomendaciones que favorecen su natural expresión y sus bondades.
Lo primero es no compararse con los demás, sin importar la condición que se tenga de salud ni el pronóstico del padecimiento; cada caso es único y puede ser vivido de manera particular. Lo segundo es desarrollar la cualidad del autocuidado en cada momento, esto lleva al desarrollo de hábitos de vida saludables, en cuanto al sueño, la actividad física y la alimentación, además de aumentar el compromiso con la responsabilidad en crear buena salud.
Por último, no preocuparse del resultado, sino ocuparse de la acción ejercida en favor del propio bienestar, para no desgastarse por las expectativas, dedicándose a disfrutar el proceso que se realiza. Así entonces se ponen ganas y gozo a lo que se hace, convirtiéndose en buen amigo de sí mismo, algo que modifica de manera útil la autoestima.
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Todo esto, que es útil para ayudar en la curación, también lo es en la prevención, por lo que recomiendo desarrollar una sana autoestima, que permitirá disfrutar la vida y elevar el potencial natural, aun a pesar de condiciones adversas.
Autor de la columna: Santiago Rojas.
