Jean levanta cola
Los jeans salen con el trasero levantado de la fábrica de Zulma Carrillo y de Alfonso Ríos. Lo vemos en la propia Zulma, que los porta orgullosa porque su esposo los confecciona. El jean se aferra sensual a su prominente figura. Resalta su cintura y las nalgas las muestra firmes. El que no la conoce y se queda contemplándola, dirá que el jean le da cierto aire de altivez.
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Los pantalones salen doblados dentro de cajas cerradas, listas para repartirse en el almacén familiar y en los locales del Centro Comercial Gransan, al sur de Bogotá. La mercancía está marcada con los nombres de los destinatarios. La venden porque ofrece el efecto visual del jean de Zulma, ahí está la clave de los Censured Jeans. De lo que es incapaz la naturaleza, de levantar la cola, se encarga Alfonso. En su taller se inspira en referentes de moda del momento, dibuja sobre cartulina los moldes, los recorta con precisión de cirujano estético, compra rodillos de extensa tela de jean y con máquina, ayudado por un equipo de operarios, empieza a darles la forma.
En el taller de Zulma y Alfonso actualmente se fabrican 600 jeans levantacola cada quincena. A partir de junio duplican la producción, pensando en tener mercancía suficiente para cubrir las demandas de final de año.
Arriba, en el taller de jeans levantacola, hay tres mujeres trabajando. La que se ve al fondo maniobra la máquina plana y las que están más cerca de la entrada adhieren botones a unos jeans impecables. Predomina el color azul en diferentes tonos. A ojo es difícil contarlos. A ojo es difícil saber que son levantacola. Alfonso los revisa tomándose su tiempo, su mirada se cierra lo justo, como quien mira por un microscopio. Busca precisión en las costuras.
Las telas licradas provienen de China. Las comercializa un colombiano que, a partir de junio, cuando empieza la temporada alta, vende a crédito en promedio 12.000 metros a 160 millones de pesos.
En una década ha perdido la cuenta de la ropa que ha hecho. No es el inventor de los levantacola, pero sabe interpretarlos como lo haría un académico. Lee sus detalles, memoriza ideas. Levanta un ejemplar, que extiende fácilmente, sin hacer tanta fuerza, por estar fabricado en tela licrada. Con el índice derecho señala la clave de su jean. En la parte superior de cada glúteo se ven tres pinzas, las mismas que sostienen una bombacha disimulada que es perceptible cuando una mujer se lo pone. La bombacha es un molde que realza los glúteos, los tonifica como quien se pone un disfraz de superhéroe con abdominales de mentiras –pero los jeans levantacola no tienen espuma ni ninguna clase de prótesis–. A simple vista son iguales a cualquiera, solo que cumplen el milagro de resaltar el trasero.
“Podría decir que les luce a las mujeres con o sin cola. La clave de mis prendas son las pinzas, el realce de la cola, y la pretina anatómica, que faja la cintura, lo que permite una horma más adecuada”, explica Alfonso, que lleva unos pantalones negros y una camiseta blanca de algodón. “Si la clienta no tiene cola y es flaca, yo recomiendo que se lleve una talla menos, para que le ajuste bien y no le sobre la bolsa que tienen estos jeans”, ataja Zulma, que aparece de manera súbita, caminando sobre unos tacones altos. Es entendible que sea más imponente que Alfonso. Es la imagen oficial de los jeans y se encarga de venderlos a los comerciantes, a la gente que ubica su marca en redes sociales, a los que van a su local en el barrio 20 de julio. “A la mujer con nalgas caídas nuestro jean inmediatamente le levanta. A la clienta gordita el jean de nosotros también le sube bien. Fabricamos hasta la talla 22”.
Para diseñarlos, Alfonso se inspira en la moda de los almacenes grandes. Aprendió a dibujar a punta de prueba y error, y en cursos esporádicos. Según sus pronósticos, pronto las flores se van a poner de moda. Las puede ver en las pasarelas de ferias mundiales que sigue en su computador y en la ropa exhibida en Falabella.
En el Centro Comercial Gransan, los jeans se consiguen al por mayor por 25.000 pesos y por unidad a 28.000. En diciembre, en el almacén Alexos Jean, pueden comercializar 500 pantalones al día.
“Falabella es un gigante que marca tendencias y se mete de lleno con el jean, pues sabe que Colombia es un gran mercado. A los pequeños empresarios nos toca pegarnos a ellos, que no nos quitan compradores, porque son para estrato 4 y 5 –dice sincero–. Mi esposa y yo apuntamos al estrato 3, la competencia la encontramos en otros microempresarios que también fabrican el levantacola. Así como uno fabrica 15.000 prendas al año, hay otros que sacan 200.000. Y eso abruma, porque si uno quiere vender a 33.000 pesos al por mayor, el gigante lo vende a 28.000”.
La marca Censured Jeans está desarrolando un molde inspirado en la mujer brasileña. Su idea es lograr una horma más genuina y que resalte más la cola. El proyecto todavía está en dibujos, pero aspiran lanzarlo en el segundo semestre de este año.
Julián Caita atiende el almacén Alexos Jean en el Centro Comercial Gransan. Cuando el día está flojo, vende un promedio de 20 jeans levantacola. Los Censured Jeans, de Alfonso y Zulma, son de los más apetecidos, por la calidad de la tela, por su permanente innovación, porque fabrican con y sin bolsillos. Realmente piensan en los menesteres de sus clientas. “Es difícil que el levantacola le quede bien a una mujer sin cuerpo. No hay nada que hacer si no hay nalgas, aunque como vendedor yo siempre digo que se le ve bonito”, sostiene el administrador del negocio. Sus compradoras se dividen entre mujeres capitalinas y de clima caliente. “Las costeñas y las negritas, que tienen más cola, procuran buscar el jean con bolsillos, porque se les ve menos cola. Son al contrario de las que no tienen nalgas, procuran que no se les note mucho para evitar que los hombres las molesten”.
Según el fabricante Alfonso Ríos, un jean levantacola puede durar más de 15 lavadas. La tela licrada es su punto débil, ya que cede al contacto con el agua y el jabón.
Ante la pregunta de si las mujeres que usan jeans levantacola son inseguras y acomplejadas, Julián se ríe y responde que en el mundo no hay mujeres feas ni bonitas, sino mal arregladas. Que así un jean les quede perfecto, ellas se quieren ver aún más lindas. Ahí está el secreto.
Fotos: Daniel Álvarez