Lo buscamos cuando ganó las últimas elecciones a la Alcaldía Mayor de Bogotá. Cuando un personaje público es difícil de acceder por su apretada agenda, o porque simplemente no quiere conceder un espacio, se convierte en una obsesión. Y más cuando se trata del segundo hombre más poderoso del país político, después del presidente de la nación.
Si Carlos Fernando Galán no salió en la primera edición de Cromos en 2024, cuando recién se posesionó, iba a ser difícil buscar una coyuntura para volver a intentarlo a través de su equipo de prensa. Junio, el Mes del Padre, nos cayó como aguacero en Chingaza. Y no solo porque Carlos Fernando sea el papá de Julieta y de Juan Pablo, sino también porque es el hijo de Luis Carlos, aquel valiente que recordamos todos los colombianos porque hay colegios, bustos, un aeropuerto con su nombre y un inolvidable retrato tomado por el fotógrafo Carlos Duque que lo inmortalizó en nuestros corazones.
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La paciencia es un superpoder, y Cromos en sus 108 años puede dar fe de ello, porque valió la pena haber esperado al alcalde. Cuando nos dio el “sí”, no nos imaginamos que la entrevista fuera a ser en su casa. En el mejor de los escenarios, calculamos que sería en su despacho o a la salida (o en el intermedio) de uno de sus innumerables compromisos a lo largo y ancho de la ciudad.
Carlos Fernando Galán, su esposa y sus hijos fueron protagonistas en Cromos
Cuando su jefa de prensa nos dio una dirección, intuimos que sería en la intimidad de su apartamento. Nunca quisimos confirmarlo por temor a arruinar el hechizo. Fotógrafo, maquilladora y periodista entramos con los músculos apretados, casi en puntas de pies para no hacer ruido en el hogar de un Galán. A la confianza la enfría la timidez y, dependiendo de la energía del personaje, se cristaliza o se derrite por una calidez sorpresiva. ¿Adivinen lo que ocurrió con el alcalde? Acompáñenos a descubrirlo.
Abrir las puertas de la casa a unos desconocidos es una apuesta a ciegas, sobre todo en tiempos de redes sociales y celulares con micrófono y cámaras. El alcalde salió a recibirnos desde el fondo de un pasillo que separa la sala grande de la zona más privada del apartamento, donde se encuentran las habitaciones. Nos saludó en ropa deportiva, enchaquetado, como si hubiera estado haciendo ejercicio o como si se hubiera vestido con lo primero que encontró.
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Al verlo a centímetros por primera vez (antes, en campaña, lo había visto de lejos repartiendo volantes frente al parque Renacimiento), sin sus fachas formales, de golpe luce más joven, como un estudiante de maestría o un arquitecto recién graduado. Nos sentimos bienvenidos, y eso me llenó de nervios (soy muy torpe y me da el delirio de que voy a tropezarme con un objeto valioso).
A manera de mecanismo de protección, suelo programarme para moverme lo menos posible para evitar hacer daños con mis codos. Por suerte es un apartamento rectangular, cuya sala está bien distribuida, con lo preciso para que sea acogedora sin sacrificar el espacio ni la comodidad. Sobresale un mueble con los portarretratos de los Galán Deik.
Cerca de uno de los rincones de la sala hay un busto de Luis Carlos Galán Sarmiento de tamaño mediano. Al tratarse de la cabeza completa se percibe como si abarcara la sala entera. De todo lo que cuelga en las paredes, hay una obra que inevitablemente se roba las miradas: un primer plano de Simón Bolívar, aunque no en versión de billete o de pintura de museo. Es distinto, la técnica que usó el artista rompe su aura ceremonial y lo ubica en un plano más pop.
Es un apartamento bañado por el sol de la séptima. Si bien no está en un piso muy alto, desde él se puede ver Bogotá como un valle de contrastes. En la zona del comedor está la maquilladora con la esposa del alcalde, la abogada Carolina Deik, y los niños Julieta y Juan Pablo. Improvisaron un pequeño salón de belleza con neceseres, brochas, polvos de colores, peines y maquinarias para el pelo.
El alcalde pregunta por la ropa que debe ponerse. Para conservar su estilo formal, el fotógrafo le explica lo que necesitamos para que no salga con la misma pinta en todas las fotografías. Galán escucha con atención y se va por donde salió a recibirnos. Mientras vuelve y terminan de maquillar a los otros protagonistas de la sesión, movemos algunos enseres de la sala para poder tomar las imágenes. Con cuidado desplazamos la mesa de centro y conectamos las extensiones para las luces. En pocos segundos cambia el orden de la sala para priorizar los puntos en donde posarán los Galán Deik.
Julieta (10 años) y Juan Pablo (4) se adelantan a sus padres y juegan espontáneamente frente al fotógrafo, que deja tirado lo que estaba haciendo para captar a los hermanos. Julieta guía a Juan Pablo, lo carga, lo sienta a su lado, le explica que mire sonriendo al lente. De repente, su abuela materna aparece y los acomoda para que salgan impecables, sin arrugas en la ropa.
Es la primera vez que son los protagonistas de una revista. Más adelante, Julieta me pregunta por Cromos, por la cantidad de ejemplares que circulan mensualmente y por los temas que solemos abordar. Ante cada respuesta se queda pensando, es evidente que pertenece a la generación alejada del ritual de los medios de comunicación impresos. Para uno es fácil evocar las mañanas de algún familiar tomando tinto mientras lee el periódico o una revista, para otros es una imagen retro, desaparecida.
Julieta es curiosa, le gusta absorber y procesar información nueva. En cambio Juan Pablo es travieso, le cuesta quedarse quieto, con sus carros de juguete recorre las superficies de los muebles. Cuando dice por décima vez que no quiere posar, su padre, que aparece transformado por su ropa impecable, de alcalde joven (47 años), le promete que si se porta bien tendrá un regalo como recompensa.
Se suma a Julieta y Juan Pablo. El obturador de la cámara suena fluido, se desplazan por varios puntos. Solo falta Carolina para tener a los Galán Deik completos. La maquilladora finaliza su parte y el lente de Cromos se abre más para que entren en el cuadro todos los integrantes. Carolina y Carlos Fernando se las arreglan para que Juan Pablo sonría. Le dicen: “Serio, Juampi”, y el niño procura ahogar la risa, pero su carcajada contagia al resto.
Un total de 150 fotografías en varias locaciones del apartamento quedan en la memoria de la cámara. Mientras le tomaban las fotos, me di cuenta de que su cara tiene algo de cada familiar.
Viéndolo posar, quería preguntarle qué le heredó a su papá
Bueno, creo que la sonrisa. Cuando me río, se me cierran más los ojos, eso también le pasaba a él. Tal vez mi sonrisa y algunos gestos son del lado Galán.
¿Y su nariz?
La nariz no sé exactamente de quién la heredé. Tal vez de un abuelo.
Su pelo es muy crespo. ¿De dónde viene?
De mi abuelo Álvaro, que trabajó en El Espectador, Álvaro Pachón. Él también lo tenía.
¿Cómo hace para que el trajín diario no impacte en su vida familiar?
Es imposible que no impacte, pero trato de que no sea tanto. Intento llevarlos al colegio algunas veces por semana, aunque no siempre lo logro. Es duro, porque a veces salgo muy temprano o llego tarde, y ya están dormidos. Mis hijos a veces me reclaman por más tiempo, y trato de destinar una tarde a la semana para estar con ellos y ayudarlos con sus tareas.
¿Qué les gusta hacer a sus hijos?
Les gusta bailar, tienen sangre costeña por su mamá barranquillera, por eso les encanta el espectáculo. Julieta, por ejemplo, adora bailar y escuchar música variada, desde Karol G hasta Michael Jackson y Guns N’ Roses. Juan Pablo también tiene buen ritmo.
¿Cómo maneja el contenido de las letras de algunas canciones con su hija?
Hablamos al respecto. Me gusta que la atraiga la música de los 80 y 90, que están escritas más con metáforas. Poco a poco le explico que algunas letras de reguetón no deben ser tomadas como normales.
¿Ha podido asistir a los eventos escolares?
A veces, aunque muchas reuniones son virtuales. Trato de estar presente en eventos importantes para ellos, como conciertos y shows en el colegio, porque sé que les importa mi presencia.
¿Qué le han enseñado sus hijos?
Que hay que superar las cosas rápidamente. Los niños tienen una capacidad impresionante para dejar de lado lo que les molesta y seguir adelante.
¿Se considera un papá controlador?
No, trato de ser tranquilo. Me angustia que mi hija está entrando en la adolescencia, pero creo que la clave está en la comunicación y en ser una figura en la que puedan confiar y compartir sus preocupaciones.
¿Cómo dimensiona su familia su quehacer diario?
Es difícil, pero trato de equilibrar. Ellos entienden en qué trabajo, y eso ayuda a aceptar el sacrificio de no tener tanto tiempo conmigo. Intento que no haya una sobreexposición, pero sí que comprendan mi trabajo.
¿Les ha hablado a sus hijos sobre su abuelo Luis Carlos?
Sí, es un proceso. Julieta ha aprendido sobre él a través de lo que la gente dice y del cariño que le tienen. Ella escogió a José Antonio Galán para un trabajo escolar, lo cual muestra su interés por la historia familiar, que va más allá de mi padre.
¿Cómo es la relación de sus hijos con su abuela Gloria?
Muy bien, aunque no la ven tanto como quisieran, porque vive fuera de Bogotá. Pero cuando la ven, ella está muy contenta porque mis hijos son abiertos y carismáticos.
¿Cuál es la Bogotá que quiere para ellos?
Una ciudad menos hostil, más segura, donde los niños puedan desarrollarse sin angustias. Quiero trabajar para que Bogotá sea una ciudad amable.
¿Qué es lo más difícil y lo más gratificante de ser papá?
Lo más gratificante es el amor incondicional. Lo más difícil es la angustia de no siempre poder darles las herramientas que necesitan y estar a la altura de la responsabilidad de ser padre.
¿Cómo es el equipo que conforma con su esposa Carolina a la hora de criarlos?
Carolina tiene muchas responsabilidades y ha asumido una carga mayor por mi trabajo político. Después de la Alcaldía, espero tener más tiempo para compensar esa sobrecarga y asumir más responsabilidades con los niños.
La despedida y una revelación
El fotógrafo Leonardo Sánchez recoge sus cachivaches y se despide del alcalde con un agradecido apretón de manos. Su cara dibuja una sonrisa picarona, como si estuviera dispuesto a lanzar una broma.
-Muchas gracias, señor alcalde, tengo mi estudio de fotografía en el Polo, allá lo espero para hacerle los retratos para la campaña presidencial.
Carlos Fernando sonríe achinando los ojos, como lo hacía su padre, y se pone de pie para despedirse, haciendo énfasis en una palabra.
-No, hombre, todavía no.
*Créditos: Maquilladorra: Dwrby Barreto (maquilladora@dwrbyblue). Equipo prensa de la Alcaldía Mayor de Bogotá: Julián Amado y Paula Andrea Vallejo Ríos. Fotógrafo: Leonardo Sánchez (@Leozanph).