Hombre invidente
Por: Nataly Londoño
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El negro profundo. El vacío. La nada. Las imágenes de lo que ellos no pueden observar. No saber cuál es la cara que los mira cuando miran la cara del espejo –como escribía Borges–. Y después está la salvación: el tacto, el sonido, el olor, las descripciones ajenas, la blancura de lo invisible, el verbo ver con otros ojos. La construcción de un mundo líquido cimentado en sensaciones. La carencia, la discapacidad y, sin embargo, la vida. Lo bello y lo dulce, la remembranza. El aquí y el ahora prisionero de una milésima de segundo, y el mundo tangible dentro de un cuadro de papel fotográfico o en la interface de un computador o de móvil. Los ciegos que son fotógrafos.
Alba Patricia Mejía
Soy invidente de nacimiento. Después de aprender la técnica en Proyecto Ciego, pasamos a la práctica. Yo elegí especializarme en frutas. No me acomplejo por no poder ver mis fotografías, confío en las personas que me dicen que les gustan, que salieron bien.
Lo que nos impresiona, lo que nos dicen con voz bajita y pura: se pueden romper las reglas, se pueden hacer las cosas aunque nos falten recursos, aunque lo esencial no esté de nuestro lado. Eso pensó el equipo de Uelkom Colombia (una ONG que realiza proyectos de desarrollo con comunidades vulnerables), cuando se les puso sobre la mesa la idea de salir a las calles a buscar personas con discapacidad visual para convencerlos de hacer parte de una iniciativa llamada Proyecto Ciego, que buscaba acercarlos a la fotografía. Pero, ¿cómo? “Hace dos años empezamos las clases teóricas, empezamos a conocernos, a conocer las historias de vida de cada uno de ellos –al principio eran 18, ahora 12–, a entender cómo funciona la vida desde la oscuridad, y ya después nos fuimos a la práctica –nos cuenta Eduardo Mejía, el director del proyecto–. Empezamos a registrar la realidad desde las técnicas de fotografía para invidentes: hilo, tacto y oído". Con el hilo miden la distancia del objetivo y definen el encuadre: si están lejos, el plano será abierto; si están cerca, será mucho más cerrado. Con el tacto reconocen de dónde viene el calor del sol, que determinará la luz y la sombra de su fotografía. Con el oído perciben cómo se encuentra el ambiente o cómo se siente el personaje que van a fotografiar.
Janeth Cuartas
“Perdí la visión hace siete años y este proyecto ha sido un sueño. Con mis imágenes del cielo quiero hacer una metáfora de mi enfermedad: ¿Cómo empieza una ceguera? Muy oscura, con mucha turbulencia. Después hay mucha luz, que nace de la esperanza, de las ganas de salir adelante, de la familia. Hace siete años yo no tenía un horizonte, ahora sí.
“Hicimos muchos ejercicios de reconocimiento de espacios –agrega Eduardo–, de imaginación, de imágenes mentales, de todo lo que ellos han potenciado desde sus sentidos y luego les pusimos unos ejercicios para que eligieran los temas que cada uno quería registrar. Eligieron la fotografía erótica, de naturaleza, de arquitectura, y algunos se fueron por la composición con sombras. Después de eso, cada uno hizo la investigación, el trabajo de campo. Conocieron la historia de lo que querían documentar, la escribieron y se fueron a las calles a empezar a abordar los temas escogidos. Salíamos en un equipo de cuatro: el fotógrafo invidente, un tutor, un asistente y yo”.
Al principio se reunían en la Casa de la Cultura de Manizales y trabajaban con cámaras que fueron donadas a Uelkom; ahora los lugares dependen del tema escogido por cada invidente y las cámaras que usan son las que sus profesores –que son voluntarios–, les prestan, ya que las otras se las robaron hace poco. Hoy el equipo de Proyecto Ciego está preparando una muestra que romperá con los esquemas tradicionales de las exposiciones fotográficas: por un lado, las imágenes serán impresas en 3D (para que los autores puedan palparlas y hacerse una imagen más clara de lo que captaron), y, por el otro, porque habrá unos espacios oscuros y multisensoriales donde las personas que asistan podrán vivir la experiencia de llegar a las imágenes desde el sonido, desde los olores, desde el tacto, y no desde lo obvio: la visión.
Beatriz Adriana Ossa
Desde los 6 años soy invidente. Cuando mi hijo me contó del proyecto, yo dije: "No, eso es un reto muy grande". Pero fui. Y fue una locura maravillosa. Me gusta fotografiar flores, porque me inspiran libertad y seguridad, y porque su vida es como la nuestra: si no se cuida, si no la consientes, si no les echas agüita, la flor se marchita... Igual somos nosotros: cuando no nos queremos, cuando no nos cultivamos, nos marchitamos.
Fotos: Beatriz Adriana Osssa / Janeth Cuartas/ Alba Patricia Mejía