La segunda parada nos lleva a una carpeta blanca que contiene imágenes de Hernán Díaz, uno de los fotógrafos más importantes de Colombia, el hombre del vanguardismo y de la obturación en retratos y paisajes, y quien durante su carrera fotografió a personajes icónicos de la política y la cultura nacional. Su trabajo permite hacer un recorrido por la vida pública del país.
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Sigue a Cromos en WhatsAppEsta muestra, que es solo un pedacito de un archivo contemplado en mil piezas (todas digitalizadas en la página web de la biblioteca), contiene imágenes en blanco y negro de Cartagena, de la Torre del reloj, la famosa foto del Carrito cerca de la muralla, entre otras (Carrito playero ambulante) y que fueron tomadas por Díaz entre 1950 y 2009, poco antes de su fallecimiento. “Tenía una relación romántica con el blanco y negro. No solo eran rostros, sino paisajes y momentos. Buscaba contar una historia”, dice Estupiñán.
Y sí: la memoria y la escritura también se reflejan a través de las imágenes, imágenes que nacen para convertirse en historia, algunas en patrimonio. De la totalidad de fotos de Hernán Díaz, que por lo prolijas parecen recién reveladas, 441 son retratos, el género por el que fue más conocido. Sin embargo, también se destacan los paisajes. Algunas imágenes de la carpeta sobre Cartagena dan la sensación de ser parte de un trabajo de fotorreportaje por la secuencia de las capturas, como si estuviera ocurriendo un hecho. Quizá no sucedió nada, pero su talento permite imaginar que allí, en ese preciso momento, pasó algo trascendental. La literalidad de tener buen ojo para algo.
Esta sala abrió sus puertas en 1990. En la actualidad tiene una colección de más de 40.000 archivos de Patrimonio Cultural Material.
La correspondencia de Emma Reyes
En abril de 2012, la editorial Laguna recopiló la corredencia entre la pintora Emma Reyes y el historiador Germán Arciniegas —un total de 19 cartas— para sacar el libro “Memoria por correspondencia”, texto en el que Reyes le narra a su amigo las adversidades que vivió en la infancia y cómo fue abandonada en un convento junto a su hermana. Los originales reposan en la Luis Ángel Arango.
Las cartas están guardadas en una carpeta blanca y en la primera, gracias a una caligrafía delicada, se lee perfectamente el primer párrafo: “Mi querido Germán: Hoy a las doce del día partió del Elysée de Gaulle, llevando como único equipaje once millones novecientos cuarenta y tres mil doscientos treinta y tres noes lanzados por los once millones novecientos cuarenta y tres mil doscientos treinta y tres franceses que lo han repudiado”.
Todo es muy fino en el texto, desde el mensaje y la intención que quiere revelar, hasta la letra y la pulcritud con la que se escribe (pocos tachones). Incluso se puede deducir lo cristalina que era Reyes para plasmar sus pensamientos y sentimientos en el papel. Estupiñán pasa una a una las páginas y hace unas pausas prolongadas para que alcancemos a leer. Se nota que Reyes quiso aprovechar toda la hoja, pues hay pocos espacios en blanco.
Mientras estamos viendo las cartas de Reyes llega Diana Restrepo, directora técnica de la biblioteca, historiadora de profesión. “Estamos esperando unos documentos adicionales que son sobre el contexto de su vida. Por ahora seguimos en todo el trámite gracias a la colaboración de la Embajada de Colombia en Francia”, dice.
Restrepo cuenta que los originales llegaron a la Luis Ángel Arango gracias a la familia Arciniegas y que lastimosamente Emma Reyes no es tan conocida en Colombia como lo es en Francia. Y agrega: “Próximamente la biblioteca organizará una exposición sobre la artista que falleció en 2003″. Además, añade que en esta sala, que bien podría ser una zona de silencios prolongados que hemos increpado con preguntas, hay muchos otros tesoros de mujeres referentes para nuestro país, como sor Josefa del Castillo, la primera escritora de la Colonia, y Esmeralda Arboleda, pionera del sufragismo y la primera mujer en llegar al Senado de la República.
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Antes de terminar la visita, que dura poco menos de dos horas, Estupiñán nos cuenta lo que hay expuesto en los estantes: “Son ejemplares de algunas obras de Gabriel García Márquez donados por su esposa Mercedes Barcha”. Al fondo se ve una primera edición de “Cien años de soledad”, de la editorial Suramericana, portada reconocible del libro que se imprimió en Buenos Aires, Argentina, el 30 de mayo de 1967 y que salió a la venta el 5 de junio del mismo año. A su lado una edición en danés de “El coronel no tiene quien le escriba” y “El amor en los tiempos del cólera”, de Oveja Negra.
“Hay muchos tesoros y nuestra tarea es estudiarlos a fondo para poder guiar a quienes vienen a investigar”, concluye Estupiñán, quien, junto a su compañera, entiende que un catálogo no es únicamente un apéndice de una biblioteca, sino un concepto organizado con criterio, un orden de nexos y hechos de un apogeo. Y más en este caso en el que los libros antiguos, diría la escritora española Irene Vallejo, son cuerpos habitados por palabras para que sean interpretados de todas las formas posibles.