Paula Estupiñán, de bata blanca y guantes de algodón, abre una caja de terciopelo rojo en la que hay un libro de tapa dorada. Es una copia idéntica, o casi idéntica, de un ejemplar que reposa en la Biblioteca Nacional de España, un libro de oraciones para Carlos VIII, monarca francés que murió en 1498 —a los 28 años— por un fuerte golpe en la cabeza. Letras capitales decoradas, miniaturas en los bordes, elementos que sobresalen en un volumen pomposo escrito en latín y francés, una leyenda propia que prevalece en el tiempo.
Lee en Cromos: El estudio de Fernando Botero está igual, como si siguiera pintando: Lina, su hija
Sigue a Cromos en WhatsAppEstupiñán, bibliotecóloga, cuenta que el original tiene detalles en oro y que esta copia —de 1895— emula hasta las manchas de humedad para que el libro sea, de cierta forma, un pasaporte sin caducidad. Es la primera parada en un camino de tres estaciones preparado por Estupiñán para esta visita, un camino que se da en un espacio en el que casi nada se mueve, pero todo sucede: la sala de libros raros y manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, en el centro de Bogotá.
El trabajo de conservación en la Biblioteca Luis Ángel Arango
Este lugar, en el que todo gira alrededor de la palabra tiempo, es un refugio al pasado y su herencia, un salón mediano con muebles de madera alrededor y en los que están expuestas algunas de las piezas más valiosas y antiguas de la biblioteca, libros y manuscritos que van rotando con base en la investigación previa que realizan Estupiñán y la antropóloga Jenny Latorre. Ellas dos, con paciencia de cirujano, leen y analizan los materiales y, dependiendo de los hallazgos, los organizan para que la sala no sea un espacio estático, para que vaya mutando cada cierto tiempo.
“No tengo la cifra exacta, pero puedo decir que después de la pandemia las visitas aumentaron de manera considerable. Mensualmente vienen entre 120 y 150 personas. Para eso es que planeamos distintas exhibiciones, para atraer más público y que la gente conozca esta sala en la que hay desde diarios de viajeros hasta partituras de música, hojas sueltas, archivos personales, fotografías, mapas, entre otros”.
Esta información es para ti: Gabriel García Márquez y su vida anónima antes de Cien años de Soledad
Es inevitable recaer en el lugar común y romper por un instante con el camino que Estupiñán ha planeado para preguntarle por el libro más antiguo de todos: “De oratore ad Quintum Fratrem Libri III”, o “Tratado de oratoria y retórica”, escrito por Marco Tulio Cicerón, de 1470, uno de los varios libros incunables —impresos durante el siglo XV— que tiene la biblioteca, la mayoría de carácter religioso.
El libro está en una caja desacificada para mantener intactas sus páginas y guardado en un área de conservación en la que la temperatura y la humedad son monitoreadas constantemente. La primera página es la más llamativa por los detalles en tinta de colores, los lazos ornamentales rojos y azules, y las anotaciones al lado de las márgenes copiadas del original, una letra escrita, por lo que se ve a primera vista, con una cadencia continua. “Con este texto, Marco Tulio Cicerón le enseñaba a la gente las bondades de un discurso y daba tips de retórica y oratoria”, añade Estupiñán.
En cuanto a la obra colombiana más antigua, la biblioteca tiene una edición de la “Novena del Corazón de Jesús” impresa en 1738, un librito tan pequeño que encaja fácilmente en la palma de la mano, y en el que se hace un culto al Sagrado Corazón, tan frágil que una mala manipulación podría causar un daño severo. Pero bueno, volvamos a la ruta y a nuestra segunda parada: las fotos.
No te vayas sin antes leer: Fernando Botero: cómo creó su mundo, su familia y sus días antes de la fama