“Antonela lo es todo para mí, tenerla al lado me simplifica muchísimas cosas. Nos conocemos hace tiempo, me conoce a la perfección"
Genio, superdotado, extraterrestre, sobrenatural, extraordinario, descomunal. Lionel Andrés Messi Cuccittini es el hombre de los adjetivos. Cualquiera quisiera haber nacido con sus dones, pero la cuestión no es ser privilegiado sino saber mantenerse en la cima. En ese sentido, él es como un cosmonauta que cada año vuela más lejos. A pesar de su edad (34), su pie izquierdo sigue dominando el fútbol internacional. El que dude de lo anterior, puede analizar lo que ocurre al término de un partido. Sus colegas rivales no pueden contener las ganas de pedirle la camiseta o de tomarse una foto. Carecen de razones para apenarse, cualquiera sabe que pocas veces en la vida se puede estar a pocos metros de una leyenda viviente. Es imposible encontrar a un jugador con una hegemonía tan larga y brillante. Comparar a Messi con sus predecesores es un ejercicio inútil y odioso porque, así como es de fácil encumbrarlo, también es cómodo aterrizarlo porque supuestamente, para ser el número uno, le falta ganar la copa del mundo.
Te puede interesar: Fernando Botero es el protagonista de la edición de aniversario de revista Cromos
Sigue a Cromos en WhatsAppTe invitamos a conocer más de nuestro contenido en el home
“Amo al Messi que se niega a caerse cuando le pegan, al que gana partidos solo como si fuera algo normal, al que mete tres goles y al día siguiente lleva a sus chicos al colegio como si fuera un tipo cualquiera. Al que hace mejor que nadie lo que hacen todos y hace, además, lo que nadie hace”, así lo describe su compatriota Jorge Valdano, el delantero que conquistó el mundial de México 86. Es que todo es especial en Messi: el día que firmó en una servilleta de restaurante su compromiso para ir al Barcelona FC, la noche en que se coronó campeón de América en el estadio Maracaná, y su historia de amor con Antonela Roccuzzo. El que quiera encontrar grietas en su bio[1]grafía la va a tener difícil.
Cuando sus admiradores hablan de ‘La Pulga’, pareciera que están hablando de un héroe de otra época, cuyo legado se alimenta de las gestas reales y del mito. Los números dan fe de que Lionel Messi es un milagro. Aquí van algunos récords: es el máximo goleador absoluto en un año natural (91 goles oficiales en 2012), es el único futbolista con siete Balones de oro, es el jugador con más victorias en la Liga española (383 triunfos) y sus 80 anotaciones con Argentina lo consolidan como el killer icónico de una selección campeona del mundo (Pelé hizo 77 goles y el alemán Miroslav Klose 71).
La familia es su búnker
Su zurda es una vara mágica que deleita en los cinco continentes. Ser el número uno es una condición que domina como pocos. Bien podría ser arrogante, altivo y hasta fantoche. Messi es tan sencillo que cuesta creer que a un titán lo caracterice una humildad fuera de serie. “Me dijeron que los hombres son iguales en los ojos de Dios. Este jugador te hace pensar seriamente acerca de estas palabras”, afirmó Ray Hudson, exfutbolista inglés. Lejos del estadio es un padre de familia aferrado a los suyos. Frente a las cámaras es un Leonardo Da Vinci con un balón, y en su casa es un esposo que no escatima el amor por Antonela y sus tres hijos. Lucas Scaglia, el primo de la rosarina, los presentó cuando eran niños. En unas vacaciones familiares cruzaron palabras sin saber que ya venían programados para estar juntos. Vivieron un amor infantil hasta que Messi viajó a Barcelona.
En 2000, a los 13 años, armó maletas convencido de que no sería la última vez que vería a Antonela. Mantuvieron una relación intermitente a distancia, ambos intuyeron que el viaje era para quedarse varios años en el balompié de élite. “Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo. Un niño tan pequeño, con esa calidad y que era capaz de hacer lo que hacía con la pelota”, dijo Ernesto Vecchio, el primer entrenador de Messi en Rosario. “Recuerdo que un día tomó la pelota en su propio campo, eludió a todos los rivales, esquivó al arquero y al momento de convertir paró, porque el arquero se había lastimado. Le pidió al árbitro que lo atendiera”.
El amor es terrenal
Hay un momento bisagra entre Antonela y Lionel que auguró una relación fuerte y duradera. En 2005, el joven regresó de urgencia a su ciudad natal para acompañar la tristeza de Antonela. Ese año, su mejor amiga Úrsula Notz falleció en un accidente de tránsito. “Las ausencias se sienten en la vida cotidiana, en los cumpleaños, en los aniversarios, en las fiestas. Las ausencias inquietan. Cuando entendemos que no escucharemos más esa voz que nos acompañaba, las ausencias transforman, pudiendo tornar el dolor en acción, sabiendo que no volveremos a ser los mismos de antes. Las ausencias nos guían. Las ausencias duelen, también nos relanzan. Cierra los ojos... ¿Me recuerdas?”, escribió Antonela en su cuenta de Instagram.
Su mensaje, publicado en 2019, lo apoyó con una foto de su amiga Úrsula. Los pormenores de su relación afloraron años después, cuando Messi ya era una figura reconocida. Recién en 2009 oficializaron su noviazgo, que duró más de diez años, hasta que se casaron en 2017. Entonces ya eran padres de Thiago (nació en 2012) y Mateo (2015). “Antonela lo es todo para mí, tenerla al lado me simplifica muchísimas cosas. Nos conocemos hace tiempo, me conoce a la perfección. Sabe cómo entrarme en cada momento, especialmente en los malos. Es una persona que prácticamente no tiene días malos, que siempre está de buen humor. Es una compañera espectacular”, confesó Messi en una entrevista.
Un año después de la boda llegó el último hijo de la pareja. Ciro es el tercero de una familia cuyos valores son el amor, la unidad, la sencillez y la frescura. Los Messi son herméticos, pero cada tanto sorprenden a sus fanáticos financiando causas benéficas o haciendo un paréntesis en lo que están haciendo para sacarse una foto con un afortunado. A su alrededor, como un anillo de seguridad, se encuentra Jorge Messi que, además de ser el papá del genio, es su representante. Dicen que su hijo no mueve un dedo sin consultarle y los blaugranas lo culpan de su salida del Barcelona FC. Lo tildan de ambicioso y otros ponderan la multinacional que ha construido con el talento de su hijo.
Es que Messi no es solo un jugador de fútbol: es una máquina de generar ganancias. En PSG cobra 40 millones de euros por temporada, superando los 36,8 millones de euros anuales de Neymar y los 18 millones de euros de Kylian Mbappé. Normalmente, un jugador a los 34 años se prepara para el declive de su rendimiento. No es el caso de Messi, que en 2023 cumplirá veinte años de carrera ininterrumpida y desde ya es posible adivinar que continuará siendo un futbolista top a los 36 años. La longevidad de su cuerpo es de otra galaxia, su talento, sus huesos, sus músculos y su cerebro maduran no para hacerlo más viejo sino para hacerlo el mejor. Su amor por Antonela es igual: incombustible, inagotable, preciso, resistente y, si se quiere, el más grande.