Para muchos, la anestesia es un seguro de tranquilidad en una cirugía. Pero, ¿qué pasa cuando deja de funcionar? La experiencia de Donna Penner en 2008 es una de las más escalofriantes registradas: despertó en plena operación, sintiéndolo todo, pero sin poder moverse.
El miedo comenzó cuando escuchó al cirujano pronunciar tres palabras aterradoras: “Bisturí, por favor”. A partir de ese momento, la anestesia dejó de ser su aliada y se convirtió en su peor enemigo.
Sigue a Cromos en WhatsAppParálisis total, dolor absoluto
La cirugía de Donna era una simple laparoscopia abdominal. Sin embargo, aunque el fármaco que paraliza los músculos funcionó a la perfección, la anestesia no hizo su parte. Así que cuando el bisturí cortó su piel, ella sintió cada incisión con una intensidad insoportable.
Su cuerpo estaba inmóvil, pero su mente estaba completamente alerta. Quiso gritar, llorar, mover un dedo… pero nada respondió. Solo podía escuchar cómo los médicos describían el estado de sus órganos mientras su corazón latía descontrolado, alcanzando los 148 latidos por minuto.
Un intento desesperado por sobrevivir
A lo largo de la operación, Donna hizo esfuerzos sobrehumanos por alertar a alguien. Logró mover mínimamente el pie en tres ocasiones, pero sus intentos fueron ignorados. Mientras tanto, cada corte y cada manipulación interna se sentían como una tortura sin final.
El oxígeno tampoco era su aliado: su respirador estaba programado para solo siete inhalaciones por minuto, insuficiente para su acelerado ritmo cardíaco. Sentía que se ahogaba, pero la pesadilla no terminaba.
Casi al final de la cirugía, recuperó un poco de control sobre su lengua. La movió lo suficiente para alterar el tubo de respiración, lo que finalmente alertó al anestesiólogo. Pero lo primero que hicieron fue retirar la entubación, dejándola sin aire.
En ese instante, su mente se desconectó. Tuvo una experiencia extracorporal y sintió una presencia cálida y reconfortante. Según su testimonio, supo que no estaba sola y que iba a estar bien.
El regreso a una dura realidad
Cuando finalmente le administraron un fármaco para revertir la parálisis, Donna pudo hablar. Sus primeras palabras fueron escalofriantes: “Yo sentí cuando usted me cortaba”.
El cirujano, con los ojos llenos de lágrimas, confirmó cada detalle de su relato. Era innegable: había estado despierta durante toda la operación.
Tras el trauma, Donna desarrolló estrés postraumático severo. Pero encontró un propósito en su sufrimiento: contar su historia a médicos y estudiantes para evitar que algo así vuelva a ocurrir. Su testimonio es una advertencia crucial sobre los riesgos de la anestesia y la importancia de escuchar cualquier señal del paciente.
Cómo afrontar y superar una experiencia traumática como esta
Pasar por una experiencia de conciencia intraoperatoria puede generar un impacto psicológico profundo. Sin embargo, existen maneras de abordar el trauma y recuperar la paz mental:
- Buscar ayuda profesional: un terapeuta especializado en trauma o estrés postraumático puede ayudar a procesar la experiencia y reducir la ansiedad.
- Hablar sobre lo sucedido: expresar el miedo y el dolor con personas de confianza o en grupos de apoyo permite canalizar las emociones y evitar que el trauma se vuelva una carga silenciosa.
- Informarse y empoderarse: comprender qué sucedió, por qué ocurrió y cuáles son las medidas de prevención puede devolver la sensación de control sobre la propia salud.
- Técnicas de relajación: métodos como la respiración profunda, la meditación y el yoga pueden ser herramientas útiles para manejar la ansiedad y mejorar la calidad del sueño.
- Confiar en la ciencia, pero ser precavido: aunque la anestesia moderna es altamente segura, es válido hablar con el anestesiólogo antes de una cirugía y expresar cualquier preocupación.
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Las historias como la de Donna nos recuerdan que, aunque la medicina ha avanzado enormemente, los errores humanos y los fallos inesperados siguen siendo una posibilidad. Pero más allá del miedo, lo importante es cómo se afrontan estas situaciones. El trauma no debe definir una vida, sino ser un punto de inflexión para reconstruirse con más fuerza.
Para quienes han vivido experiencias similares, el camino a la recuperación puede ser largo, pero no imposible. Hablar, buscar ayuda y transformar el dolor en una oportunidad de aprendizaje puede convertir un momento aterrador en una fuente de fortaleza. Porque, al final, lo que nos hace humanos no es solo lo que vivimos, sino la capacidad de levantarnos después de caer.
*Contenido generado con asistencia de la IA.
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