La novena de Navidad (también conocida de aguinaldos) es una tradición profundamente arraigada en la cultura colombiana que reúne a familias y amigos en torno a la fe, la unión y la alegría de la Navidad. Durante nueve días, las oraciones, villancicos y reflexiones iluminan los hogares mientras se espera con ansias el nacimiento del Niño Jesús.
Este tiempo especial no solo fortalece los lazos familiares, sino que también invita a reflexionar sobre el amor, la generosidad y el verdadero significado de la Navidad.
Sigue a Cromos en WhatsApp¿Cómo celebrar el séptimo día de la Novena de Navidad?
El séptimo día de la novena de aguinaldos nos invita a meditar en el humilde viaje de José y María hacia Belén, llevando en su seno al Creador del universo. La humanidad y obediencia del Divino Niño, que se somete a leyes humanas y se empadrona como cualquier súbdito, nos enseñan el valor de la humildad. En este tiempo de anhelo y expectativa, purifiquemos nuestras almas y corazones para recibir al Salvador, preparando su camino con amor y virtud.
1. Oración para todos los días
Se comienza con la Oración para todos los días, que invoca al Señor pidiendo su gracia para celebrar con devoción la Navidad:
“Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio. Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén”.
(Se reza tres veces el Gloria al Padre).
2. Consideración del día 7
“Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo, aún no nacido, al Creador del universo hecho hombre.
Contemplemos la humanidad y la obediencia de este Divino Niño que, aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para Él en esa circunstancia algo que le halagase, y quisiese apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en el que venía al mundo.
¿No es extraño que la humillación, que causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única cosa creada que tenga atractivos para el Creador? ¿No nos enseñará la humildad de Jesús a amar esa hermosa virtud?
¡Ah...! Que llegue el momento en que aparezca el deseado de las naciones, porque todo clama por este feliz acontecimiento, El mundo, sumido en la oscuridad y el malestar buscando y no encontrando el alivio de sus males, suspira por su Libertador.
El anhelo de José, la expectativa de María, son cosa que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si es lícito emplear esta expresión adorablemente impaciente por dar a su Hijo único al mundo, y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles.
El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esta santa humanidad tan bella que Él mismo ha formado con tan especial y divino esmero, en cuando al Divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mimo que hacia Belén.
Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada, purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su Manis terrenal; que nuestros actos de mortificación desprendimiento “preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos”.
3. Oración a la Virgen María
Se eleva una oración especial a la Virgen María, reconociendo su papel como madre del Redentor:
“Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén”.
(Se reza tres veces el Avemaría).
4. Oración a San José
No puede faltar la oración al esposo de María, pidiendo su intercesión y ejemplo de virtud:
“¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abrases en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina Esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén”.
(Se reza tres veces el Padrenuestro).
5. Los gozos
La parte más animada y festiva son los gozos, que se cantan con alegría. Estas estrofas claman la llegada de Jesús:
“Dulce Jesús mío, mi Niño adorado, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
(1) ¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
(2) ¡Oh Adonaí potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah! ven prontamente para rescatarnos, y que un Niño débil muestre fuerte brazo!
(3) ¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo!
(4) ¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
(5) ¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
(6) ¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios Soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y, en forma de Niño, da al mísero amparo!
(7) ¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
(8) ¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo!
(9) ¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
(10) ¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
(11) ¡Véante mis ojos de Tí enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado8 en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases te dice mi llanto!
¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto!”
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6. Oración al Niño Jesús
La devoción culmina con una oración que expresa el deseo de recibir al Niño Jesús con un corazón puro y lleno de fe:
“Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Tí, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén”.
7. Villancicos y comida
La novena de Navidad finaliza con el canto de villancicos, mientras se deleitan alimentos típicos de la temporada como la natilla, buñuelos, arroz con leche, entre otros.
La novena de Navidad es una manifestación viva de la espiritualidad y la unión familiar en Colombia. Seguir el orden correcto no solo garantiza una experiencia más significativa, sino que preserva la esencia de esta tradición que nos recuerda que, al final, lo más importante de la Navidad no son los regalos, sino el nacimiento del Niño Jesús en nuestros corazones.