Poliamor: cuando el amor es tanto que es para muchos
Hablé con varias personas que practican el poliamor para entender esas relaciones en las que el afecto, por uno mismo y por los demás, parece desbordarse hasta el punto en el que un solo vínculo íntimo ya no es suficiente.
Por María Alejandra Santamaría V.
14 de octubre de 2018
Foto: Natalia Pedraza Bravo
Estoy comenzando una relación que es principalmente sexual con alguien que está en París. Tengo otra que es principalmente intelectual y espiritual y está en España. También tengo una sexoafectiva que está acá (en Bogotá), y una más que se enmarca en lo que en el poliamor llamamos ‘queer-platonic’, algo parecido a una amistad romántica pero que no involucra sexo”, me dice una de las personas que entrevisté para explicarme su red afectiva.
Siento una combinación de asombro y envidia: lo primero, porque, a partir de mi experiencia monógama, imagino la complejidad de relacionarse con cuatro personas a la vez; lo segundo, por el intercambio inmenso de amor que debe existir en esa red. El poliamor es una práctica en la que se tienen relaciones amorosas, sexuales, íntimas y duraderas con varias personas, simultáneamente, que están de acuerdo con este arreglo fuera de lo común. Ver: Poliamor, cuando tres o más no son multitud.
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Lucía Vargas es escritora. Sus palabras son fuertes, luminosas. No le gustan las definiciones y por eso prefiere no etiquetarse como poliamorosa, pero reconoce serlo.
“El amor es tan grande que yo lo comparo con una deidad –me dice con contundencia–. Como humanos, al igual que lo hemos hecho con Dios, a través de las religiones, intentamos acercarnos a él de la mejor manera que podemos, como mejor logramos comprenderlo y vivirlo”. Para ella, el poliamor es una respuesta lógica al cambio de los tiempos y a la necesidad del ser humano de experimentar afecto y relacionarse.
Para ella, en el fondo, todos somos poliamorosos, solo que no nos permitimos seguir ese instinto. Y lanza otra afirmación: “Tenemos que dejar de aceptar los ‘no’ de afuera y empezar a aceptar los ‘sí’ de adentro”. Es la máxima que siguió para arriesgarse a vivir lejos de la monogamia.
Cuando creció, cambió esa idea sobre las relaciones que había visto fallar desde pequeña. Descubrió que muchos de esos modelos venían de visiones machistas del mundo. En ellos, por ejemplo, la mujer debía ser fiel y comprometerse de por vida, y la infidelidad estaba bien vista en los hombres pero era condenada en el género femenino. Por eso decidió alejarse de esos caminos.
“Uno no da de lo que no tiene. Si tenés amor, estás en la obligación de compartirlo”, me dice. Para amar a varias personas a la vez, aclara, primero debe haber un profundo afecto por uno mismo: no podemos buscar en los otros algo que nos falta por dentro. Esto nos llevó a hablar de la nociva dependencia que se da en ciertas relaciones monógamas y se refleja en frases como “no puedo vivir sin ti”.
Sigue a Cromos en WhatsApp“¿Cómo haces para que las relaciones funcionen?”, le pregunto. “El diálogo y la comunicación deben ser la base de todo, porque convierten el conocimiento en la herramienta para decidir”.
Al final de la conversación me ronda por la cabeza una idea que no esperaba: el poliamor involucra al amor en todas las direcciones, incluso en esa que más descuidamos: la que va hacia nuestro interior.
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Alba fundó una comunidad que ya sobrepasa los 2.700 seguidores en Facebook: Poliamor Bogotá. La fanpage comenzó en diciembre del 2016 y en enero del siguiente año realizaron un evento informativo en el que hubo un pequeño quórum. Para el quinto evento, reunieron 90 personas interesadas en conocer acerca del poliamor y, sobre todo, en encontrarse dentro de una comunidad con la cual sentirse identificados.
En la actualidad, realizan mensualmente los ‘Politintos’: talleres en los que se habla de una temática puntual y en los que son aceptadas todas las inclinaciones e identificaciones relacionales.
A la conversación se suman Mateo e Iska, dos integrantes de Poliamor Bogotá. Me cuentan que llegaron al colectivo por una necesidad personal; para no sentirse tan solos al contemplar relacionarse con varias personas a la vez; para poder informarse y aprender sobre la manera en que decidían ejercer su afectividad; y porque querían tener la oportunidad de ser poliamorosos libremente.
Me explican que, cuando empezaron a descubrir sus intereses, acudieron a Internet y lo que encontraron fueron contenidos altamente sexuales: parejas swinger, orgías, etc. En nada se parecía eso al poliamor.
Indago sobre la manera de lograr que una relación poliamorosa sea exitosa y me reafirman la importancia de la comunicación. Introducen una nueva palabra: 'acuerdos'. Cada red de relaciones depende exclusivamente de lo que los involucrados acuerden entre ellos. La información debe fluir abiertamente para que cada uno conozca los límites y los alcances de esos convenios.
Con esto de base, el poliamor puede tener tantas formas de expresarse como personas que lo practican. Existen relaciones en las que todos los implicados están enamorados. En otras se habla de ‘metaamores’: saben que su pareja tiene una pareja, pero no la conocen. También hay relaciones, principalmente intelectuales, sexuales, románticas, etc. “El amor es infinito, pero el tiempo es limitado”. Esta frase les ayuda a explicar que el máximo de personas con las que pueden relacionarse depende del tiempo que tengan para dedicarles.
Me cuentan que las prácticas poliamorosas datan del siglo III A.C., pero fueron reemplazadas por otras más apegadas a la religión y, de nuevo, al machismo, por lo cual uno de los pilares del colectivo es el feminismo. No buscan hacer adoctrinamiento ni establecer al poliamor como máxima universal, sino visibilizarlo para reivindicar sus derechos como comunidad diversa.
En Colombia, las personas poliamorosas no pueden casarse bajo la figura legal del matrimonio, sino constituir uniones patrimoniales que les permiten tener poder legal sobre los bienes de sus parejas (como es el caso de la trieja de hombres que se casó en Medellín, el año pasado). Esto les da la posibilidad de unirse legalmente, pero les resta el reconocimiento y el estatus civil que brinda la figura del matrimonio.
Cuando pregunto por los celos, me dicen que recurren a diferentes estrategias para controlarlos, porque, por supuesto, los sienten. Una de ellas introduce otra palabra: 'compersión', “un estado empático de felicidad y deleite experimentado cuando otro individuo experimenta felicidad y deleite”. El poliamor persiste en sorprenderme, es un amor desinteresado, generoso.
Me dicen que rechazan rotundamente a quienes lo toman como excusa para tener muchas relaciones sexuales, dejando de lado la responsabilidad afectiva con sus parejas.
Me hablan de la ‘kink-inclusividad’, otro de los pilares del colectivo y que explica que son un grupo que acepta una amplia variedad de prácticas sexuales y en el que el sexo es un tema que se habla abiertamente.
En el ‘Politinto’ es evidente la necesidad de las personas de hablar y ser escuchadas. “No solo el poliamor está en un clóset, sino que hay varios clósets: el de la familia, el de los amigos, el del trabajo, etc.”, me dicen en la entrevista, y la idea cobra fuerza en el ‘Politinto’, cuando veo personas que comparten experiencias con perfectos desconocidos, porque se sienten seguros.
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Con Clémence* solo me comunico por notas de voz. Es francesa pero sabe español. Practica el poliamor desde hace más de diez años y ha variado entre este y la monogamia. De entrada me dice que, para ella, el poliamor es la forma de amor más generosa, linda y altruista. También reconoce que no es una práctica para todos, y que no sabe si terminará teniendo relaciones poliamorosas o monógamas, pero que nunca aceptará que alguien la fuerce a la monogamia.
Cuando quiso entender por qué sus padres no estaban casados, su papá le dijo: “cuando quieres a una persona, te interesa que sea feliz, así sea con alguien más”. Eso marcó un cambio en la manera en que veía las relaciones.
Supo del poliamor en un encuentro, el primero que se realizaba en Francia. Comenzó a practicarlo y se apoyó en libros y eventos que organizaban otras personas como ella. Aprender en comunidad es vital.
Para Clémence, el poliamor implica una profunda aceptación de la libertad de cada quien, a la vez que es un refuerzo de la confianza en uno mismo. Estos elementos, para ella, ayudan a manejar los celos. Me dice que el poliamor es una lección de humildad, entiendes que no puedes satisfacer por completo las necesidades de otra persona, y es apenas lógico que esa persona busque a otras, además de ti.
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Después de tantas conversaciones, concluí que el poliamor es un ejercicio de valentía, ya que se aleja de la facilidad de apegarse a lo común. Me llevo enseñanzas que considero claves para cualquier relación: conocerme para saber qué es lo que busco, dejar de esperar que los otros llenen mis vacíos, quererme mí misma y reconocer la importancia de la felicidad y la libertad de otros.
La imagen que representa a los poliamorosos es un corazón atravesado por un símbolo de infinito: ellos no han encontrado límites para su amor. Lo practican sobre las bases que deberían sostener cualquier otra relación: el consenso, la honestidad, el compromiso y la equidad.
*Cambiamos el nombre por petición de la fuente.