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¿Por qué Lima me demostró que estoy ‘traumado’ con el cielo gris de Bogotá?

Lima es una ciudad mágica en la que su cielo ‘panza de burro’ sacó los traumas que me ha dejado mi hermosa Bogotá. El vieja a la capital peruana me demostró que el gris no siempre había sido mi color favorito; ahora la opinión es otra.

Por Christopher Ramírez Hernández
11 de diciembre de 2024
Costa Verde de Miraflores (Lima, Perú)
Fotografía por: Carlos Ibarra

De acuerdo con PROMPERÚ, oficina encargada de la promoción de turismo en Perú, para octubre de 2024 más de 138.700 colombianos habían pisado suelo ‘inca’, colocándose en el sexto puesto de países emisores de turistas hacia ese país.

Sin embargo, tengo una pregunta para usted que está leyendo este artículo: ¿qué tanto conoce de Lima? O aún mejor: ¿qué tanto le interesa conocer de esta ciudad? Como colombianos es claro que al escuchar la palabra “Perú”, se vienen a la mente grandes destinos como Cusco (con su emblemático Machu Picchu) o las gigantescas Líneas de Nasca, en el departamento de Ica.

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Lima es una ciudad igual de mágica a estos destinos, solo que un poco (o mucho más) urbanizada.

¿Qué sabemos de Lima?

Creería yo que lo básico: es la capital de Perú. No obstante, esta ciudad, igual que muchas ciudades capitales de Latinoamérica, cuenta con una basta historia, cultura y arquitectura, que la hacen merecedora, no solo de nuestra atención, sino también de nuestra visita.

Tuve la oportunidad de estar en ella hace algunos días, y mi llegada estuvo, debo admitirlo, acompañada de ciertos prejuicios y estereotipos sobre la ciudad. En mi mente estaba la misma respuesta de muchos: Lima es solo la capital, ¿qué tendría por mostrar? Gracias a Dios, ella misma se encargó de callarme la boca.

Paseo Sáenz Peña, distrito de Barranco. Ruta religiosa en Lima.

Paseo Sáenz Peña, distrito de Barranco. Ruta religiosa en Lima.

Fotografía por: Cortesía PROMPERÚ.

Fueron cuatro días en los que logré experimentar como, aun cuando la ciudad está cubierta todo el día por un espeso cielo gris, nunca llueve. Llegué con mis típicos traumas de ‘rolo’ asustadizo cuando ve el cielo oscuro, asumiendo que el cielo ‘panza de burro’, término que acuñó el famoso arquitecto y escritor peruano Héctor Velarde Bergmann, era la representación de la lluvia. ¡Qué equivocado estaba!

Pero esto no era todo. A la Lima gris, pero seca, se le suman los increíbles acantilados que rodean el malecón de la ciudad, y que, de una u otra forma, son la protección que la naturaleza ha otorgado a los limeños en caso de catástrofes naturales como los tsunamis.

Es simplemente maravilloso observar la majestuosidad del océano Pacífico a un lado, con surfistas sobre sus olas y la espesa niebla besando el agua, para luego chocarse al otro lado con gigantescas paredes de tierra sobre las que descansa Lima.

La historia cobra vida en Lima

¿Pero saben qué es lo más hermoso? Como los peruanos, y las culturas previas a ellos, lograron forjar una vida alrededor de estos curiosos detalles naturales. Solamente en el distrito de Miraflores (uno de los 43 que forman parte de la Lima Metropolitana) se puede hallar, en medio de la urbe y sus edificios, un complejo arqueológico conocido como Huaca Pucllana.

Según los estudios, este increíble complejo lleno de patios, tumbas y plazas, además de una pirámide de más de 25 metros de altura, fue creado por la cultura Lima sobre los 200 a 700 años después de Cristo. Su arquitectura, constituida en su mayoría de bloques hechos con adobe y unidos con una mezcla de moluscos rallados, contrasta a la perfección con las edificaciones típicas de finales del siglo XX y los vehículos que circulan por las vías adyacentes a la huaca.

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Es muy raro ver que una ciudad prehispánica conviva de forma tan directa con la urbe, pero créanme cuando les digo que en Lima esta unión de cultura ancestral y la realidad del siglo XXI se logró.

De esta forma, una ciudad árida como Lima, cuyos recursos hídricos se basan en el paso de ríos cercanos como el Rímac, el Chillón y el Lurín, así como en grandes reservas de agua subterráneas, se convirtió con el paso de los años (y los siglos) en un epicentro de arte, cultura e historia que mezcla la ancestralidad indígena con los avances arquitectónicos y tecnológicos del nuevo Perú.

Por Christopher Ramírez Hernández

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