Como punto de partida, un principio básico que a lo largo de la clase se repite hasta la saciedad: “Cuando llevas tacones eres una princesa, y como tal, olvídate de las prisas. Si es necesario, tienes que hacerte esperar”. El origen de este proyecto, pionero en Francia, parte de dos parisinas de 28 y 29 años, Marine Aubonnet y Eugénie Bret, que una vez tuvieron sus propios tacones bajo control decidieron consultar con podólogos y agencias de modelos para transmitir al resto su confianza y las recomendaciones de los expertos.
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De esa mezcla de experiencia personal y profesional surgen consejos que oscilan entre el refuerzo de la autoestima y un mayor control del lenguaje no verbal, como la necesidad de caminar con la espalda erguida y sin mirarse los pies para reflejar una mayor sensación de seguridad. Y las alumnas, aplicadas y cómplices, agradecen el despliegue de puntos a tener en cuenta para una acción que hasta entonces habían considerado como algo mecánico y natural.
“Lo he encontrado muy lúdico e interesante. Estoy acostumbrada a andar con tacones, pero no estaba segura de hacerlo bien. Esto nos ha permitido aprender a caminar mejor, así que me parece una idea excelente, y no algo superficial” , dice Marilyn Bordeain, de 31 años y consultora en medios de comunicación. Razones parecidas han movido hasta el hotel en el que se desarrolla el curso a las otras nueve mujeres participantes, con más ganas que vergüenza a la hora de desfilar por uno de sus pasillos para poner en práctica lo aprendido.
“En mi día a día camino mucho y llevo un ritmo muy rápido, por lo que suelo optar por zapatos de suela lisa. Pero adoro los tacones, a mi novio le encantan, y quiero forzarme a llevarlos más” , explica Sylvie Beauverger, que trabaja en la atención al cliente en un banco de la capital. En su intento por alcanzar la perfección, que les cuesta a las jóvenes 15 euros, se las ha grabado en vídeo para que sean conscientes de su propia evolución.
Y en ese camino que conduce hasta el “impecable” con el que se suele calificar el recorrido final se puede oír desde un “ralentiza desde lo más profundo de tu corazón” hasta un “recuerda que también tienes derecho a respirar”. Aubonnet, una de las monitoras, ha tenido desde finales de 2009 alumnas de todo tipo de edad y clase social: “Independientemente de su origen o actividad, toda mujer va a tener la ocasión de llevar unos tacones al menos una vez al año, y en ese momento -asegura- se tienen ganas de estar a gusto”.
Ella y su otra socia, que en su adolescencia fueron víctimas más de la bota militar que del zapato de salón, recuerdan todavía la “humillación” sentida la primera vez que fueron conscientes de la dificultad de andar en tacones, y se propusieron evitar el mismo trance. En este tiempo el “boca a oreja” ha funcionado, y son muchas las que saben ya que es aconsejable juntar las piernas al caminar, separar ligeramente las puntas de los zapatos, dejar que se contoneen las caderas y elegir el zapato que se adapta mejor a cada pie.
Para sorpresa de muchas, la clase, que comienza con una sesión de calentamiento, acaba, para sorpresa de muchas también, con un consejo práctico que se deja de romanticismos y devuelve a las alumnas a la vida real: “Llevar unas bailarinas u otros zapatos planos en el bolso, ” porque antes o después seguro que lo agradecerás".
Foto: Istock