“Era un libro anaranjado”, eso es lo único que podía recordar de ese día.
Fue en 1997. A las tres de la tarde. Estaba sentado en mi silla de siempre: tercera fila del lado izquierdo. Segunda silla. En la sala de cine del Museo de Arte Moderno.
Sigue a Cromos en WhatsAppAntes de empezar la película entraron dos personas. Un hombre y un mujer. El primero empezó a hablar:
-Buenas tardes. Los interrumpo un momento. Les vengo a contar una historia. A mi amiga, la poeta, la asaltaron ayer. Unos ladrones entraron a su casa y le robaron todo. Lo único que tiene en este momento son algunos ejemplares de su último libro de poesía.
Y sacó de una mochila un libro anaranjado.
-Vale (la cifra no la recuerdo)… El que quiera ayudarla puede comprar uno.
La poeta, una mujer menuda, de gafas y con el pelo muy largo, sobre los hombros, no pronunció una sola palabra.
Compré uno. Los dos se fueron. La película empezó.
Tiempo después, en la Casa de Poesía Silva, reconocí a la mujer de ese día. Alguien nos presentó. Era la poeta Mery Yolanda Sánchez.
El libro lo leí varias veces. Hasta que no volví a verlo en mi biblioteca. Suele suceder. Lo presté, lo regalé, lo doné, se lo llevaron…
Hace unos meses, el Instituto Caro y Cuervo, publicó su obra completa. Sus libros cada vez eran más difíciles de conseguir. De cuando en cuando aparecía alguno. Y se iba inmediatamente de mis manos. Pedí ese libro de cumpleaños. Me fue entregado, por unas manos blancas, en un paquete para ser abierto ese día. Dedicado por la autora a mí. Por una circunstancia absurda lo perdí. Me fue regalado de nuevo, por la mismas manos. Lo leí despacio y con asombro. Del penúltimo libro (hasta el momento) al primero. Su poesía es de una fuerza, sinceridad y simpleza apabullante. Deja en silencio al lector. Honesta y sin parecido a la de nadie. Escrita desde las entrañas. Testiga de su tiempo.
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Fui invitado a la feria del libro de Manizales. Cuando supe que Mery Yolanda también iba a ir le escribí, diciéndole que íbamos a coincidir y que ojalá pudiéramos vernos. Me respondió: “Sí, estoy feliz de poder verlo. Si llego a tiempo lo acompaño. Gracias por escribirme”.
La mañana del 28 de agosto fui de nuevo a buscar libros al centro, en la calle 23. Me detuve largo rato en La Odisea, la librería de José Octavio Giraldo. En uno de los rincones de su laberinto están los libros de poesía. Ya no caben en las estanterías. Miré uno a uno. De repente un libro anaranjado: Ritual para las noches, de Mery Yolanda Sánchez… Nos reconocimos de inmediato.
Esa tarde era el recital de Mery Yolanda. Allí estuvimos. Volvió a dedicarme el libro que había perdido: “Por todos los encuentros y desencuentros. Por los amigos que nos ayudan a seguir cumpliendo años. Mi afecto siempre”.
Cuando saqué de mi mochila el libro anaranjado le dije:
-Este libro lo volví a encontrar hoy. Hace un rato. Lo había perdido. En 1997 usted entró, con otra persona, al cine del Museo de Arte Moderno, a venderlo. La habían asaltado…
-Así fue. Fue un robo con violencia.
-El hombre era de apellido Castaño. Era un cuentero, creo.
-Sí, Oscar Castaño. Cuando supo lo que había pasado me llamó y me dijo: “Me imagino que tendrá libros suyos por ahí. Mañana a las ocho la recojo. Bien arreglada y con las botas embetunadas”. Así lo hizo. Ese día no paramos de vender libros. Entramos a muchos salones en la Javeriana. De regreso a la Candelaria paramos en el Museo… ¿Quién le contó esa historia?
-Ese día yo estaba ahí. Yo compré uno. Lo perdí y hoy lo volví a encontrar.
En silencio, el escritor Luis Miguel Rivas, nos escuchaba contarnos esta historia.
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