“Yo soy pintor de la vieja guardia. Amo la paleta, la pintura, los colores, los pinceles y el olor a trementina. Hago mis obras con mis propias manos. No saben los artistas de hoy en día de lo que se pierden”, dijo Fernando Botero en la inauguración de una exposición en el Kunstforum de Viena en 2011. Esta definición es una de las más precisas a la hora de aterrizar en palabras su voluminoso talento.
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Sigue a Cromos en WhatsAppPara explicar su propia genialidad, el maestro recurría a lo sencillo, que en su caso no fue otra cosa que encerrarse durante horas en su estudio, buscando canalizar el universo que lo habitaba. El 15 de septiembre de 2023 falleció en Mónaco a los 91 años, pero su obra está vigente, palpitante. Muestra de ello es La Grande Mostra, la exposición en el Palacio Bonaparte de Roma que le rinde homenaje.
A un año de su muerte, entrevistamos a Lina Botero, su hija.
Lina Botero en el estudio junto a su padre.
¿Cómo nace la idea de realizar esta exposición con 120 obras del maestro Botero?
La exposición nació por invitacion del grupo Arthemisia con quienes hemos organizado en el pasado ya 3 exposiciones: En Verona, En Madrid en CentroCentro (palacio de Correos) y en el Museo Correr, Complesso Vittoriano en Roma. Esta es la cuarta exposición que organizamos con Arthemisia que se quería unir a la celebración del primer aniversario del fallecimiento de mi padre con esta exposición. Ellos tienen el uso exclusivo del Palazzo Bonaparte donde vivió la madre de Napoleón Bonaparte, un palacio de gran importancia donde recientemente se llevó a cabo una muestra de Van Gogh. Se organizó en apenas en 4 meses y medio. Soy curadora de la exposición junto con Cristina Carrillo de Albornoz, gran experta en la obra de Fernando Botero.
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¿Todas las 120 obras pertenecen a la Fundación Fernando Botero o existen obras de particulares?
La mayoría de la obras pertenecen a la Fundación Fernando Botero, pero tenemos el privilegio de haber logrado para esta muestra el préstamo de una obra muy importante de mi padre que pintó en 1958, y con el cual ganó el Salón Nacional de Artistas en Colombia en ese año: Homenaje a Mantegna. Cristina Carrillo escribe el siguiente texto en el catálogo acerca de aquella obra: ”Homenaje a Mantegna (1958)- una versión de uno de los frescos que decoran La Camera degli Sposi del Palazzo Palazzo Ducale di Mantova, realizados por el gran artista del renacimiento Andrea Mantegna (1431-1506)”.
¿Cómo la encontraste?
Cristian Padilla, que es el curador de la obra de mi padre, especialista sobre todo en todo lo que tiene que ver con la obra más temprana, se propuso buscarlo. Un día me dijo “creo que vi el cuadro en una cuenta de Instagram de un marketero en los Estados Unidos, me parece que en una foto que publicaron veo lo que parece ser una esquina del cuadro”. Entonces me metí a la de la cuenta de Instagram y efectivamente a mí también se me pareció, en todo caso nos contactamos con esta compañía, nos dieron que efectivamente era el cuadro que estábamos buscando, pero no nos podía decir de quién ni impartir información. No hubo absolutamente nada que hacer y hace unos tres meses me llamó la casa de subasta Christie’s a decirme que había vendido en venta privada ese cuadro a un coleccionista de los Estados Unidos, lo que significó que el cuadro había vuelto a aparecer y logramos el préstamo para la exposición en Roma.
¿En La Grande Mostra hay otras obras que no se han expuesto?
Hay un cuadro, por ejemplo, un pastel que mi papá pintó de Pedrito, que estaba metido en un depósito en Nueva que permaneció cerrado durante más de 40 años. Desde que murió Pedrito, mi padre cerró ese depósito y nunca más lo volvió a abrir. Este cuadro lo recuperamos y es parte de la exposición que también incluye un cuadro sobre la menina de Velázquez; él hizo muchas versiones de la menina a lo largo de la vida, pero esta versión en particular estaba colgada en su estudio y nunca la quiso sacar.
¿Cómo está hoy el estudio del maestro? ¿Cómo se conserva?
Sobre la mesa de trabajo de mi papá está tal y cual como la dejó, es decir, no permito que muevan un lápiz, está ahí exactamente como la dejó, con el dibujo que estaba haciendo, el vaso de agua que se estaba tomando, los pinceles. Yo trabajo muchísimo en el estudio de mi papá, estoy mandando a fotografiar la obra, desde lo que estaba terminado a la obra enrollada.
Mi papá tenía un sistema de trabajar: él hacía primero lo que llamaba “la mancha de pintura”, que es en realidad la creación del cuadro, en otras palabras, es el dibujo del concepto. Obviamente, después lo retrabajaba.
Los grandes artistas suelen ser muy críticos con lo que pintan, casi todo lo desechan.
Cambiaba muchas cosas, pero casi siempre cuando terminaba de hacer una primera mancha, la enrollaba y él decía que la dejaba descansar. Muchas veces se acumulaban esos rollos de cuadros, algunos los sacaba y los terminaba, y aun así los volvía a enrollar, porque quería volverlos a sacar meses más tarde para ver la obra de nuevo. Inmediatamente saltaban a la vista lo que pudiera considerar que eran errores de composición o colores que estaban en desarmonía e inmediatamente hacia los cambios. Decía “me encanta”, lo mandaba marcado, lo firmaba, ese trabajo requiere mucha disciplina y sobre todo mucho respeto.
¿En dónde queda el estudio?
El estudio mi papá está en un edificio que pertenece al Principado de Mónaco, antes de que podamos considerar exhibirlo hay muchísimo trabajo pendiente. Tenemos que empezar a trabajar sobre el catálogo razonado de mi padre, que también es una tarea muy importante. Están todas las fotos de todas las obras que ha hecho, los archivos, las fichas técnicas.
¿Por qué la exposición homenaje tiene lugar en Roma?
La respuesta es muy sencilla: porque fue la primera invitación que recibimos y obviamente fue una invitación muy importante, no uno fue cualquier invitación de la ciudad de Roma, es decir, ellos quieren exhibir las esculturas de monumentales de mi padre en todo el centro histórico de la ciudad. Roma era una de las pocas ciudades que mi papá no había llevado a cabo una exposición de escultura monumental. Aceptamos inmediatamente y enseguida vino otra invitación para hacer una exposición en el Palacio Bonaparte y consideramos que conjuntamente a las dos exposiciones constituyen un gran evento de Botero en Roma. Además coincide que de alguna manera Italia fue como una segunda patria para mi padre. Acá tuvo su casa desde 1983.
Háblanos de su vínculo con Italia
Tenía una gran conexión con la pintura del Renacimiento italiano, sus grandes maestros fueron Piero della Francesca y Andrea Mantegna decir. Constituyó el núcleo de su obra el lenguaje del Renacimiento y su temática muy latinoamericana, muy colombiana.
¿Cómo ha sido este año para ti?
Muy triste, además porque Sophia Vari, su esposa, era la mujer más extraordinaria del mundo y murió apenas cuatro meses y medio antes que mi padre. Sophia tuvo un cáncer terrible en la última etapa de su vida, en los últimos meses sabíamos que ya no había nada que hacer, a la par también sabíamos que el día que se fuera Sofía mi papá no iba a durar mucho más, porque ellos eran realmente inseparables.
¿Qué es lo que más recuerdas de tu padre?
De alguna manera yo siento que tengo mi papá sentado acá sobre mi hombro, teníamos sintonía a todo nivel, especialmente a nivel profesional. Tenía una confianza enorme en mí y siento que me está hablando continuamente. Yo sé lo que quiere, sé cómo quiere que se presente su obra, en qué cosas no estaría de acuerdo, por eso los hermanos hemos tratado de respetar al máximo sus deseos.
¿Cómo fue el último año de ambos, padre e hija?
Yo pasé el último año con él trabajando en su estudio, porque mi papá todos los días iba a su estudio pasara lo que pasara, y en la etapa en que Sofía estuvo enferma y hospitalizada, íbamos primero al hospital, mi papá se quedaba un largo tiempo con ella y después yo lo acompañaba al estudio. Mi papá trabajó toda la vida solo, le gustaba, nunca tuvo asistentes, de hecho, él tenía una secretaria que venía dos veces a la semana dos horas y pare de contar. Manejaba absolutamente todo, era un privilegio estar en el estudio con él.
Mientras pintaba yo me encargaba de digitalizar su inventario, era increíble porque eran horas que pasábamos en silencio. Yo lo veía trabajar y él estaba muy concentrado en lo que estaba haciendo en ese momento, parecía un hombre de 75 años (falleció de 91).
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Para que los lectores de Cromos se hagan una imagen del maestro ¿puedes describirnos cómo era un día promedio en su estudio?
Cuando entraba al estudio dejaba el bastón a la puerta de entrada, se movía con mucha facilidad y lo que estaba creando, es decir sus dibujos, tenían una frescura, una poesía, un concepto del color y una armonía que impresionaban. Su capacidad de trabajo era realmente extraordinaria y haber sido testigo de eso fue maravilloso.
Después nos subíamos al carro y empezamos a hablar de lo que había hecho ese día, de lo que le funcionó, me decía si estaba contento con lo que estaba elaborando.
En otra entrevista, recuerdo que Juan Carlos, tu hermano, hablaba mucho de la vocación de hierro de tu padre. A pesar de su experiencia, trabajaba sin descanso, como al principio, cuando era un artista sin reconocimiento.
Para él cada día era un día de aprendizaje, decía “un buen artista resuelve problemas, un gran artista busca problemas”. Entonces, era lo que hacía continuamente, se imponía nuevos retos.
De toda la obra que conoces, ¿puedes nombrar la que te gusta más?
Uno de los cuadros que más peso emocional tiene para nosotros como familia es el retrato que pintó de Pedrito, es un cuadro extraordinario que surgió después de la muerte de Pedro. Hay muchísimos en realidad, pero esta es una pieza muy especial.
¿Cómo ha impactado a los hermanos su partida?
La tarea que nos corresponde es cuidar su legado. Estamos velando para que así sea.