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El recuerdo de Lina Marulanda, seis años después de su partida

Beatriz y Paulina, madre y hermana de la modelo fallecida en el 2010, nos contaron al año de su muerte, cómo vivieron las consecuencias de un adiós tan brutal.

Por Redacción Cromos
28 de abril de 2016
El recuerdo de Lina Marulanda seis años después de su partida

El recuerdo de Lina Marulanda seis años después de su partida

Por: Jairo Dueñas
Foto: Camilo George
Archivo Cromos mayo/2011.

 

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Ese 22 de abril de 2010 se despertó muy temprano y le pidió a su mamá que le preparara el desayuno: waffles, salchichas y torta de chocolate (que le gustaba mucho porque le levantaba el ánimo). Luego se fue a su cuarto, no sin primero advertir que no le hicieran ruido porque quería dormir un poco más, antes de irse para el desfile que tenía ese día en las horas de la tarde.

(En las pasarelas, como modelo, y ante las cámaras de televisión, como presentadora de noticias, siempre cautivó con su belleza y marcó diferencias con su propio estilo de mujer de hierro, muy segura y altiva).

Mientras ella sigue encerrada en su cuarto, a las nueve y media de la mañana llega al apartamento Carolina, su asistente, porque quería consultarle algo. Tocaron en su puerta pero del otro lado se oyó su voz que decía que no la molestaran, que estaba dormida.

(Había dejado también su trabajo en la radio, había probado sin éxito y con desavenencias con sus socios en el negocio de joyas y accesorios Turmalina y Durando, y había llamado la atención de los medios con la euforia que mostró en la gran fiesta de su matrimonio con Carlos Oñate).

Del otro lado nada se oye. Todos creen que Lina duerme. Hacía un mes que sus papás y su hermana habían venido de Medellín a acompañarla porque se estaba sintiendo muy sola. Sin embargo, la noche anterior parecía muy entusiasta de estar todos juntos, y feliz con el hecho que se iban a dar una segunda oportunidad con su marido de cuatro meses.

(El mundo a su alrededor se había convertido en un espejo insidioso que la señalaba, que distorsionaba su cuerpo, haciéndola ver a veces muy gruesa, a veces excesivamente delgada, y estas visiones la arrinconaban en su tristeza hasta las lágrimas).

Esa mañana –para Paulina– su hermana quiso hacerles creer que estaba bien aunque, por dentro, ya estaba todo decidido para ella. A nadie se le pasó por la cabeza abrir esa puerta, ahí tan cerca, la puerta de su cuarto, hasta las once, la hora del sonido horrible, la oscura hora en que todos escucharon un estropicio de cristales y despertaron en medio de la pesadilla de Lina tendida sin vida en el fondo de su abismo. Faltaron 24 días para que cumpliera sus 30.

Ya pasó un año sin Lina, ¿cómo va el corazón?

Beatriz: Adolorido todavía, y mucho.

Paulina: Mal.

 

La teoría dice que los primeros dos años el duelo es muy duro. ¿En la práctica es así?

P: En la práctica es peor. Uno piensa que a medida que pasa el tiempo todo va a mejorar, y no. Al principio se siente que ella se fue de viaje o algo así. Y ya después uno se da cuenta de que ya no está.

 

¿Qué faltó hacer para evitar que Lina se fuera como se fue?

B: Conseguirle un psiquiatra. El psicoanalista nos decía que Lina era muy fuerte, que era capaz de salir sola. Y mira que no fue capaz.

P: Así como se te enferma el corazón o el cuerpo, se te puede enfermar el cerebro. Eso te puede pasar en cualquier momento de la vida. Y un psiquiatra es alguien que necesitan las personas cuando se te enferma la cabeza. Hoy en día las personas sufren mucho del cerebro y nadie acude a los psiquiatras por el temor del qué dirán, de que me rotulen como loca.

 

¿Usted va a un especialista?

P: Sí, a un psiquiatra, y a mí no me da pena.

 

¿Le ha servido?

P: Muchísimo, muchísimo. Uno siempre cree que lo puede solo y que todo está en uno, y eso no es verdad. Hay cosas con las que uno no puede, y si no puede, busque ayuda.

 

Una recomendación de su especialista para vivir mejor.

P: Él es uno de los que me decía que cuando uno se enferma de la cabeza no hay otra alternativa que tomar remedios. Y si los dejas, siempre va a llegar un momento en que uno explota y no sabe cómo. Cuando a ti te da, por ejemplo, depresiones y tristezas, uno deja de producir muchas sustancias que necesita. Uno no se da cuenta. Uno piensa que está muy bien. Y si te afecta el cerebro te afecta todo el cuerpo. No estás bien de energía y...

B: ... te dan ganas de hacer lo que uno no debe hacer en un momento dado.

 

Para alcanzar la paz, ¿qué falta?

P: Siempre le hablo a Lina como si ella estuviera todo el tiempo ahí presente. ¿Pero paz que uno diga que la va a sentir? No. Es que eso es muy difícil porque la ausencia de ella genera otros sentimientos y eso no te genera paz. Yo digo que uno logra la paz con los años. Y debe ser con muchos años.

B: Yo sí la siento cuando voy a visitar el Santísimo. Voy sola y ahí oro y hablo con Dios, y salgo en una paz...

 

¿Qué queda del mundo que rodeaba a Lina?

P: Nada.

 

Empecemos por los amigos en los medios.

P: Nada. Cuando se murió, sí, todo el mundo estaba ahí para saber el chisme de qué pasó, de cómo murió. Pero ya uno no es noticia. La única que ha estado ahí como pendiente es Paola Ovalle, de Caracol.

B: También Alejandra Azcárate, que llama cada mes. Y la Pola, que es la que maquillaba a Lina, también me ha llamado varias veces.

 

Después de tantas manifestaciones de amistad, ¿al final qué quedó?

P: ¿Qué quedó? Nada. De la gente que tú esperabas, no, no encuentras nada. En cambio, personas ajenas que uno nunca se imagina, están más pendientes. Hay personas que han aparecido, como la cantante Patricia Tovar. Además de cantar una canción a Lina, Amiga de la soledad, de Ernesto Acevedo, ha tenido detalles bonitos con nosotras.

 

¿Pero ella conocía a Lina?

P: No. De pronto ella se identifica con ciertas cosas, y siente algo así como el dolor de la familia, entonces apareció después.

 

¿Hay algo de Lina que las sorprenda todavía, un año después?

P: A mí sí. Cada día entiendo muchas cosas de lo que ella vivió, la admiro cada día más, digo que ella definitivamente era la más berraca. Nada le daba pereza, si le tocaba levantarse a las cuatro y se acostaba a las dos de la mañana de rumbear o lo que sea, se levantaba el otro día como si nada a seguir trabajando.

B: No le cabía el espíritu en el cuerpo, esa es la palabra.

P: Mi hija Hanna, de tres años, es igualita.

B: Sí, mi nieta es hiperactiva. Así era Lina.

 

Después de lo de Lina, ¿cuál es la enseñanza?

P: Aprendí muchas cosas, por ejemplo, que uno tiene que aprender a comprender a los seres humanos, porque uno a veces no entiende a las personas.

B: ¡Y nunca juzgarlos!

P: A mí me aportó muchas cosas en la vida. Una de ellas, independizarme. Tengo proyectos de poder ayudar a niñas con problemas parecidos a los que tenía ella. Uno a veces dice: “Usted se muere y qué queda, dígame qué queda de ser pretenciosos, o de tener plata, o de ser bonitos, si a la final no queda nada”. De pronto tus actos, porque es lo que marca a las personas que te rodean, de resto todo queda en cenizas.

 

¿Y una lección para su relación con su hija?

P: Que aprovecho cada día de mi vida con ella como si fuera el último porque todo es prestado, y no sé hasta cuándo me la presten, como con Lina. Uno valora más a las personas que tiene al lado. Aprende a vivir el momento con ellas.

B: Que los besos, los abrazos, decir ¡te amo!, decir ¡te quiero!, ¡todo eso tiene que ser ya!

 

¿Les han propuesto llevar la imagen de Lina a alguna campaña contra la depresión, alguna campaña en ese sentido?

P: En tres o cuatro meses van a hacer un evento acá en Medellín con varios escultores, y lo que van a hacer son obras fragmentadas para mostrar algo parecido a lo de la depresión. A Lina la van a tomar como tema en eso.

 

¿Cada uno hace su obra independiente?

P: No, todo va como unido a lo mismo. Se unen escultores, joyeros, artistas que quieren aportar al tema de la depresión. La exposición se trata de fragmentos. Lina es la única que va entera.

 

¿Hay algún otro proyecto?

P: Yo tengo un tema que es trabajar, acá en Medellín, en los colegios con las niñas de los colegios con conferencias alrededor del tema, para que ellas se den cuenta de que el único trabajo que hay no es el modelaje, sino que hay otros caminos que pueden explorar. Si una niña se siente triste o, de pronto, tiene un problema muy grande en la casa, que no le dé pena pedir ayuda. Uno no se debe cohibir de esas cosas. Arranco este mes.

 

Después de su muerte y con su dolor, ¿en qué creen que debemos cambiar?

P: En la forma como estamos educando a los hijos. Como está el mundo hoy en día, este mundo ya no es normal. Yo pienso que todo en la vida tiene un límite, y estamos como al límite. Cada vez somos más materialistas, cada vez somos más pegados de lo físico que de lo interno. Ya nadie conoce la espiritualidad.

B: ... hay que volver al temor de Dios.

 

Lo más duro del duelo.

P: Todo.

B: El aniversario es durísimo. Es como volver a revivir todo y decir: “Dios mío”.

 

¿Qué otras cosas le recuerdan a Lina?

P: No he sido capaz de ver las películas de nosotras cuando chiquitas. Nos reíamos viendo eso. Ella me decía: “Ay, Pauli, no mostrés eso que qué pena, por Dios”. Yo me reía. Tenemos desde los tres años hasta los siete, haciendo payasadas, ella modelando, porque desde chiquita lo hacía.

B: Yo no veo televisión, no soy capaz. Veo noticias y me acuerdo de ella. El recuerdo todavía no puede ser lindo, está muy fresco.

 

¿Guardaron las cosas de Lina?

P: Obviamente se regaló mucha cosa. Pero sí guardamos algunas.

B: Del apartamento nada en absoluto.

 

¿Han leído el diario de Lina?

P: Sí, he leído muy poco. Ella todo el tiempo habla del amor y de la soledad. También escribe de cómo la falta de amor va afectando a una persona, sin que la otra se dé cuenta. Ella habla mucho de eso, hace mucho énfasis en el amor, en el vacío, en la soledad. Lo que vivió ella.

B: Ella cada vez que venía acá me decía que era feliz, y se iba y era la tristeza.

 

¿Aparte de soledad encontraron algo nuevo en el diario?

B: Una carta que me escribió a mí y al papá. Ella sí me mostró pero un pedacito y yo lloré esa noche y le pregunté: “¿Pero por qué escribes eso, mi vida?”. Y ella me dijo: “Porque yo los amo mucho y si en algún momento les hice algún daño, quiero pedirles perdón”.

 

¿Qué han pensado hacer con el diario?

B: Todavía nada.

P: Todavía no sé, vamos por partes. Primero la MisceLina que casi que no, pero abrimos en noviembre en todo el parque de Rionegro. Eso me ha servido mucho de terapia también, porque me desconecta, y cuando voy es como si ella estuviera ahí.

 

¿La MisceLina es una miscelánea a lo Lina?

P: Ella fue la que le puso el nombre. Ella hizo todo.

B: MisceLina, de Lina y Paulina.

 

¿Cómo les ha ido?

P: Superbien. Yo sé que ella está conmigo ahí siempre.

 

¿Qué queda por hacer en el caso de Lina?

P: Ayudarles a todas las personas que lo necesiten. Ella quería hacer un instituto para la depresión, pero eso me queda muy difícil montarlo. Pero por lo menos vamos a empezar visitando los colegios.

B: Ella quería dejar una enseñanza, y la dejó.

 

¿Ella quería poner varios MisceLinas?

P: Sí, y hay un sector en Medellín, en la Vía Primavera, arriba de la 10ª, donde están todos los almacenes. Lina quería poner un negocio ahí. Siempre me llevaba para que averiguáramos los arriendos.

 

¿Qué le faltó saber al público de Lina que hoy se pueda decir con tranquilidad?

B: Que por dentro era más linda que por fuera.

 

¿Qué hicieron con los restos de Lina?

P: Mi mamá los tiene en la parroquia de Belén, en la iglesia. Pero yo me los quiero llevar.

 

¿Para dónde?

P: Para el mar. Ella buceaba, y yo sueño mucho que ella me dice: “Vámonos juntas pa la playa”. A ella le encantaba Cartagena.

 

¿Cuál era la última voluntad de Lina?

P: Ella dejó escrito, no es que yo lo diga, que quería poner su MisceLina, escribir su diario, poner un instituto contra la depresión y estudiar abogacía, porque ella decía que uno, muchas veces por ignorancia, comete muchos errores.

 

¿Qué cosas legales no se han podido solucionar en el caso de Lina?

Todavía está en el aire. Ya estamos en lo último, pero todo está en el aire.

 

¿Cuál es la moraleja de esta historia?

B: Para todas las mujeres, que la belleza se acaba. Seamos realistas, las mujeres nos acabamos y todo se acaba. Acéptenlo y no nieguen el mundo en el que están.

 

¿Lina aceptaba que la belleza se acaba?

P: Ella era la que más lo decía. Yo tengo una prima que tiene una hija espectacular y, todos los días, ella le pedía a Lina que la llevara al mundo del modelaje, y Lina le decía que NO, que ese daño no se lo hacía.

B: Claro que ella lo disfrutó también, no quiere decir que no.

 

Pero sufría.

B: Porque le decían que era muy gorda, entonces tenía que ponerse a adelgazar. Ella, simplemente, me decía que la tenían “psicosiada” con lo de la flacura.

B: Primero era porque estaba gorda, después porque estaba flaca. Entonces uno pierde como el camino.

 

¿Cómo era Lina? ¿Cómo quisieran que los colombianos la recuerden?

P: En la calle siempre me dicen que era una mujer elegante, con estilo y muy seria. Era muy distinta. Yo nunca en la vida le oí a Lina decir: “qué bueno ser como otra”. ¡Jamás, jamás en la vida!

 

¿Cómo afectaron los medios a Lina?

P: La esclavizaron de su imagen. Uno se pone a ver a las famosas de acá o de cualquier parte del mundo, todas andan en separaciones, que la anorexia, que yo no sé qué, que en las drogas. ¡Dios mío, pero en qué estamos! ¿Qué hay en los medios que ninguna puede tener una vida normal?

 

Uno cree que con los años todo se olvida...

B: No, yo la veo a todas horas, hablo con ella, la siento.

P: Uno dice como que: “Dios mío, qué hago para llenar ese vacío que siento que en vez de disminuirse se me aumenta cada vez más y más, ¿cómo hago para llenar ese vacío?”. Pero uno se da cuenta al final de que no, de que definitivamente ese vacío no se llena.

 

Por Redacción Cromos

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