Inaldo Pérez
> Tres canciones para la despedida.
Todo tiene su final, que canta Héctor Lavoe; Que te vaya bien, de Raphy Santos, y ¿Qué vas a hacer cuando yo me vaya?, de la Orquesta Capri.
> Si pudiera regalar el bar por partes, ¿a quién le daría el escenario?
A los Gaiteros de San Jacinto con Totó La Momposina.
> ¿Y la puerta?
A los reguetoneros y a los que cantan el híbrido estéril de la salsa romántica.
> ¿El mejor bailarín de la política?
Bruno Díaz.
> ¿Y de la literatura?
Gabriel García Márquez, Toño Morales, Roberto Rubiano.
> Un cliente con dos pies izquierdos.
Un personaje que se identificó con carné de la Presidencia de la República y yo le dije que ahí no valía eso, que la salsa era una buena niveladora social, y que se quitara la corbata... y a la pista.
> Un bolero infaltable.
ontigo en la distancia, de César Portillo de la Luz.
> El reguetón, ¿para qué?
Un magnífico ejemplo de lo que no debe hacerse: música de pobre elaboración, trivial y muchas veces chabacana.
> ¿Qué le aportó el bar a Tomás González cuando era mesero?
Ni la negra Dora, su compañera admirable, ni el bar pudieron cambiar su pesimismo tan arraigado.
> Una canción que ejemplifique el mal gusto.
La cárcel de Sing Sing o La copa ropa.
> ¿A qué sabía Salomé Pagana?
A espontaneidad, creatividad, alegría, sensualidad y diversidad.
> ¿Fue el «Stalin de la salsa»?
Sí. Era una etapa de soberbia, estimulada por el apogeo de la salsa que nos permitía escoger con rigor.
> Un sonido de su infancia.
La música del Pacífico colombiano.
> Una imagen imborrable.
Las de las visitas inesperadas de grandes músicos como Eddie Palmieri, Chucho Valdés, Frank Fernández, Omara Portuondo, María Isabel Saavedra...
> La mejor voz.
Del pasado, Benny Moré. Actualmente, la bolerista cubana Ivette Cepeda.
> ¿Por qué seguir el camino de la salsa?
Es una manera genuina de conocer las raíces populares que se manifiestan en canción social: picardía, libertad, creación repentina, entusiasmo.
> Su instrumento favorito.
El piano.
> Un remedio para el guayabo.
El sancocho de pescado.
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> La mejor salsa de Colombia.
Indudablemente la de Cali. Aunque Medellín demuestra originalidad y Bogotá, multiplicidad.
> ¿Y del mundo?
Antes estaba en Nueva York, San Juan y La Habana; ahora la esperanza está en Venezuela, Perú y Colombia.
> ¿Bailar o cantar?
Cantar.
> En qué punto se encuentran la salsa y la política.
En las obras de Catalino el Tite, Curet Alonso, Willie Colón, Eddie Palmieri y Rubén Blades, entre otros.
> Una entrevista que no repetiría.
La de Roberto Cantoral, un ególatra insoportable.
> ¿Cuál es la mujer que está de primera en su lista?
En el bolero, María Isabel Saavedra. En la salsa, Jennysei Valdés, de Los Van Van.
> El trago ideal para brindar.
Ron Habana añejo.
> La idea de vejez perfecta.
En el Caribe, donde se vive con alegría, sapiencia, humor y mucha música.
> Si en el infierno lo condenaran a bailar la misma canción el resto de la eternidad, ¿cuál escogería?
Mustafá, un chachachá de Al Romero y su quinteto; o Pachito Eché, cantada por Benny Moré con la orquesta de Pérez Prado y la autoría de Alex Tovar.
> El silencio, ¿cuándo?
Después de la rumba brava.
> ¿La mejor hora de la fiesta?
«A medianoche empieza la vida, a medianoche empieza el amor», como canta el bolero.
> ¿Cómo son las personas que se criaron a punta de boleros?
Enamoradizos, soñadores, seductores, donjuanes, pero también melancólicos.
> ¿Qué es pagano?
Tener licencia para delirar.
> De las entrevistas que ha hecho, ¿cuál es inolvidable?
La de Daniel Santos porque era muy difícil de entrevistar. Siempre estaba temiendo un atentado de la CIA, o una venganza de alguna de sus exmujeres.
> El epitafio que pondría en su tumba.
«¡Salsa y cultura hasta la sepultura!».
> ¿Cuántos discos tiene?
Quince mil acetatos, diez mil cedés, quince mil casetes y tres mil videos.