Coloreando la vida en la comuna 13
En la mitad de la carrera 99 con calle 43, del barrio San Javier, de Medellín, una casa rompe con la habitual estética urbana de paredes pintadas de uno o dos colores, con ventanas y verjas metálicas, y algunas plantas en el antejardín.
El lado izquierdo de un rostro masculino, de cabeza rapada y expansión blanca en la oreja, se exhibe impetuoso sobre la fachada, al lado de la puerta principal. Los ojos muy abiertos y el ceño fruncido, más la boca torcida, revelan un gesto que deambula entre el miedo y el disgusto. Cómo no, si la mitad de su rostro pintado sobre la pared, está cubierta por una lechuza en tonos roja, rosa y naranja.
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En las calles de la 13, el color y las formas enormes le ganan al concreto. Una pared en blanco es un regalo para los artistas, agrupados en el colectivo Casa Kolacho, que hizo del hip hop una expresión de vida. En la imagen, el acceso a las escaleras eléctricas.
En un aviso de letras negras sobre fondo blanco se lee Casa Kolacho. Sobre el césped del jardín, largos tablones de madera exhiben trazos de aerosol amarillo, violeta, rojo y verde, como si alguien hubiera ensayado allí una firma o un movimiento de mano para no regar el contenido de la lata en movimiento.
Adentro, una sala, tres cuartos, cocina y baño, se transforman en salón de clases de hip hop y break dance, estudio de grabación y tienda. El propósito nació en 2009 como recorrido artístico por los barrios, y la casa como tal se instaló hace dos años.
Todo parte de una triste, y no por eso menos poderosa inspiración: el asesinato de Héctor Enrique Pacheco Marmolejo, conocido como Kolacho, músico y líder comunitario del barrio, el 24 de agosto de ese año.
Una casa que es refugio de manifestaciones urbanas, reivindicación de los líderes sociales y culturales de la comuna 13, para hacer visible su arte, ese que nace y vive en la calle, ese que se hace vistoso y sonoro en las calles, por donde todos se saludan con un afectuoso “¡Papi! ¿Todo bien?”.
Kbala repite ese saludo, que tiene tanto afecto como acento de calle. Dayro es su nombre de pila, tiene 25 años, un hijo de 9 y una pasión desbordante a la hora de hablar de su barrio y del proyecto que acompaña y enriquece su vida desde que decidió dejar “un trabajo en una empresa que consumía mi vida” y asumir el liderazgo en la conducción el Graffitour.
“Este es un recorrido político, histórico y estético por las calles de la comuna 13. No ocultamos absolutamente nada de lo que aquí ha pasado, pero les damos fuerza a las cosas interesantes, bonitas y positivas que ocurren, porque estamos buscando una transformación. Si yo busco transformación y me quedo toda la vida hablando de violencia, no transformo”. Con esta frase, pronunciada con énfasis por Kbala, comienza el recorrido por las calles de la comuna. Va vestido de jeans holgados y camiseta amarilla muy ancha, tenis de bota negros con detalles blancos y rojos, a medio atar y una gorra grande estampada en flores. La estética hip hop dicta siluetas sueltas, de una talla más grande, como los pasos que dan quienes la siguen, para conseguir esa suerte de tumbao que los hace, en el mejor sentido de la palabra, dueños de la calle.
El punto de partida del recorrido, que puede durar de dos a tres horas, es la estación San Javier del metro. Al lado del teléfono público rojo, la vida pasa agitada, decenas de personas van en busca de un vagón del sistema a punto de partir o de una de las cabinas de metrocable que se eleva sobre las laderas del barrio.
"Si me quedo hablando de la violencia, se hace tan grande, como un monstruo… Tengo que diezmarla. ¿Cómo? Hablando de otros temas, que tienen que ver con lo artístico y lo cultural", Kbala.
Kbala retoma el tema de la violencia y la transformación con un recuerdo de infancia. “Mi abuelo me contaba en el campo sobre el hurón, un animal que se roba las gallinas. Yo tenía una gallina a la que quería mucho, y solo hablaba del hurón y del miedo que me daba que se la llevara. Mi abuelo me dijo: ‘usted está tan preocupado por el hurón, que ya verá lo que le va a pasar a su gallina’. Un día cualquiera llegué y mi animal no estaba. ‘Usted se preocupó tanto por el hurón, lo hizo tan grande, sin verlo, que descuidó su gallina’.
-¡Qué padre! Exclama Rossana Cárdenas, directora del Instituto para el Desarrollo Social Sostenible del Tecnológico de Monterrey, quien esta mañana soleada de sábado acompaña el recorrido.
“Si yo me quedo hablando de la violencia, en un país como Colombia, la violencia se me hace tan grande, como un monstruo increíble… Tengo que empezar a diezmarla. ¿Cómo lo consigo? Hablando de otros temas, que tienen que ver con lo artístico, con lo cultural, de los grupos juveniles que, a su manera, y con pequeñas acciones, están cambiando la historia. A ellos es a los que tenemos que darles fuerza y es lo que hacemos con el Graffitour”, agrega Kbala con el evidente entusiasmo que le produce al orador notar al grupo que acompaña cautivado por su narración, a punto de emprender la caminata de varias estaciones.
Ayer territorio de violencia, hoy territorio de artistas, apunta el guía, esta es una comuna donde habitan 138.063 personas, 66.018 de ellas hombres y 72.045 mujeres. La mayoría está entre los 5 y 35 años, según el perfil demográfico 2015, de la Alcaldía de Medellín y el Dane.
Así son las jornadas de trabajo en Casa Kolacho, en medio de una amable algarabía: DJ Seek, Manu, Chavo, Juda, Jairito y Jeihhco. que la obra expone al menos cuatro técnicas de este arte urbano nacido en EE.UU.
La 13 es una de las 16 comunas de Medellín, denominada San Javier, compuesta por 21 barrios, en los que el 89,14% de los jefes de hogar, no practica actividades lúdicas y el 95,53% reconoce que no participa en eventos culturales.
Entre apuntes con tinte político y de reclamo social, transcurre el discurso de Kbala, quien reclama que sean más los turistas extranjeros que los propios habitantes de la ciudad, “que están a dos o tres barrios”, quienes acudan al recorrido. “Más que turismo este es un recorrido vivencial por la transformación social de unas calles a través del arte”.
Alas para Maya
El grupo desciende tres cuadras de la estación y llega a un muro contiguo a la Institución Educativa Samuel Barrientos. Sobre el ladrillo una cara masculina sonríe. Esta es una de las 13 fotografías en blanco y negro del proyecto Héroes, que adornan algunas paredes de la zona. Homenajes en vida a seres sencillos, como DJ Maya, que trabajan por su comunidad. Si se mira con detenimiento, varias técnicas acompañan la sonrisa de Maya, incluyendo el golpe de pintura gris que alguien le arrojó al rostro y que llevó a que el colectivo de Casa Kolacho le pintara alas grises, porque el arte no se ataca, y, en verde y naranja la palabra héroe, en esa técnica del graffiti, que dibuja enormes letras en forma cúbica.
Cedezo colorido
San Javier es una pequeña ciudad dentro de la ciudad. Por sus calles se ven locales de compraventa, restaurantes, películas y videos en largos tendidos sobre la acera, peluquerías y ventas de flores, se mezclan en una fiesta citadina que muchas veces se encuentra en el Centro de Desarrollo Empresarial, Cedezo, a donde los habitantes de la zona llegan con sus ideas de negocios. Sueños a la espera de verse realizados, que por ahora están custodiados por el impresionante y colorido rostro de una mujer, firmado por Dexs, grafitero de Bogotá.
Las letras son vieja escuela por sus formas y brillos, adelanta el guía, hay realismo en la cara (evolución del graffiti clásico), acuarela en el penacho que sale de la cabeza, que le otorga aires de diosa indígena, y el tag, o acto de poner la firma, que identifica a cada artista. Un poco de historia del origen del graffiti y el recorrido avanza en busca de un colectivo que por $1.000, persona, lleve el grupo del barrio 20 de julio a Independencias, y de paso se observa el cementerio del barrio, pintado con rostros indígenas por Jomag, grafitero de Casa Kolacho, quien se ha especializado en este tema, como quien busca respuestas a las preguntas relativas a la identidad.
Kbala anima el paso con una frase: “Uno necesita una amistad amarilla, una sonrisa naranja y un amor rojo vivo. Si eso existe en nuestras vidas, todo será muy diferente”.
¿Y los muros? Tocamos la puerta y pedimos permiso para que los vecinos nos cedan los muros de sus casas y vecindarios para ocuparlos con nuestro arte, cuenta Kbala. Ahora, la vistosidad y sentido de su trabajo es reconocido como elemento que une y alegra. Por eso, ya son más comunes las invitaciones para “obsequiarles” un muro en blanco, o como la que les extendió el centro comercial Unicentro, para intervenir formas y espacios.
Escaleras arriba
Ángel y demonio de la comuna. Así describe Kbala las escaleras eléctricas que componen el último tramo del recorrido. Abajo quedan unas seis cuadras en las que conviene no perder de vista ninguna pared, porque dejaría de ver la cara de doña Socorro Mosquera, líder del barrio, en una enorme foto; o el graffiti negro y violeta que representa El Cuervo, de Edgar Allan Poe, el rostro de una anciana con un oso panda al lado, una ardilla, o un ave acompañada de las palabras paz, color, justicia, amor…
Remembranza de la Operación Mariscal, una de las diez intervenciones militares que ocupó las calles de la comuna, en 2002.
Como ocupadas están por casi 2.500 barberías, atendidas por jóvenes que han aprendido de forma empírica el arte de los cortes de pelo masculinos. Arte, porque cada vez más clientes le piden en su local a Stewart, intérprete de clarinete y músico de profesión, diseños llamativos como el Brooklyn que le pule al pequeño Esteban esta mañana, con máquina eléctrica, cuchilla rasuradora y cepillo de dientes. Stewart cubre con una gorra su corte cerquillo, porque no alcanzó a arreglarlo temprano. En promedio, el corte estándar vale $6.000.
Seis tramos
Nueva parada, al lado de las escaleras eléctricas que remplazaron 350 escalones de concreto y que según la información que entregan los gestores pedagógicos, benefician a 12 mil personas, está un paredón que rinde homenaje a la vida. Frutos, animales y personas sobre un fondo azul. Las escaleras están compuestas por seis tramos y entre uno y otro hay viviendas, de las que sale el sonido de equipos a alto volumen, que antes se elevaban para ocultar el ruido de las balas, hoy festejan la vida a ritmo de vallenato, rap, tango y despecho.
Los gestores son jóvenes vecinos del sector. Amables, reciben al visitante con una sonrisa y están dispuestos a resolver inquietudes. Uno de ellos es ‘El Mono’, compositor e intérprete de reguetón, quien espera la posibilidad de expresar su arte. Jorge Mario Alzate Salazar, cuyo nombre artístico es Jeal, quiere cantar sus temas urbanos, con respeto hacia la mujer. Palabras bonitas, que suenan así: “Tú eres mi gran anhelo, entiéndelo mi amor, sin tí me muero”, (Anhelo). O como canta en No te valora: “Niña, él no te valora, y tú siempre lloras. Él no merece tu amor, ven y mejor quédate sola, niña”.
El recorrido finaliza en el tramo seis de las escaleras, desde donde Kbala establece una metáfora color ladrillo. A lo lejos se ven los edificios de los estratos altos, y más cerca, las casas de la comuna. Todas abrazadas con el mismo color terracota de las construcciones. La diferencia la ponen los techos de colores que coronan las casitas de la 13: flores y formas alegres y llamativas, del proyecto Techo una historia, del Despacho de la Primera Dama de Medellín, pintados por los chicos de Casa Kolacho.
Las palabras de Kbala tienen una mezcla de orgullo por lo conseguido con su colectivo artístico, y reclamo, por el recuerdo de la Operación Orión, intervención armada de autoridades que ocupó las calles entre el 16 y el 20 de octubre de 2002. El Banco de Datos del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) detalló que en el operativo se hicieron 355 capturas y reportes de las autoridades hablaron de tres civiles muertos y 39 heridos.
Su discurso se aleja de los colores y las formas alegres para renegar de aquellos días y los mandatarios del momento. Por algo en el volante de presentación del Graffitour se lee: “Recorrido estético, histórico y político, que invita a caminar y conocer la comuna 13, a través de las obras de arte realizadas por sus habitantes. La experiencia es guiada por artistas de Casa Kolacho, que escogieron la cultura y el arte como medio para visibilizar la 13”.
Para tener en cuenta:
Valor del recorrido: $20.000 por persona.
Informes: 3128895564 y 2520035
Inscripciones: casakolacho@gmail.com
Datos de importancia:
- Usar calzado cómodo y gorra para protegerse del sol.
- Para apoyar las ventas del barrio y de Kasa Colacho, lleve dinero en efectivo.
Fotos: Luis Escobar.