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Philip Glass: El genio incomprendido

El músico estadounidense se presentará en Cartagena el 28 de enero, en el Teatro Adolfo Mejía, y en Bogotá en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el 29.

Por Redacción Cromos
15 de enero de 2011
Philip Glass: El genio incomprendido

Philip Glass: El genio incomprendido

Portento de la música o talento incomprendido. A sus 74 años Philip Glass todavía tiene que explicar que, a diferencia de lo que muchos expertos aseguran, su trabajo no encuadra dentro de la corriente minimalista. Él mismo se define como un compositor de música con estructuras repetitivas.

Así lo ha sido desde 1966, cuando viajó al norte de la India. Las composiciones de Bach y de Beethoven que aprendió en la Juilliard School mientras estudiaba piano, y que después perfeccionó con la reconocida Nadia Boulanger en Francia, las cambió por piezas austeras basadas en ritmos aditivos (secuenciales), propios de la música india y experimental. De ahí que, de regreso en Estados Unidos, se desligara de lo tradicional para vincularse a la escena underground y tocar su música en las galerías de arte.

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La decisión puso a prueba su pasión por la música porque, debido a una difícil situación económica en la década del 70, tuvo que trabajar como taxista y reparar electrodomésticos mientras componía. Eran melodías repetitivas y complicadas que para él sustentaban un cambio y que lo enfrentaron a un público que parecía no comprenderlo. Tiempo después, en una entrevista, recordó con humor: “Cuando alguien del público se quedaba hasta el final de la presentación, lo invitaba a comer”.

Así fue como conoció a Robert Wilson, escenógrafo minimalista con quien realizó su primera ópera experimental, Einstein on the beach, con la que llamó la atención de la crítica, que lo comenzó a ver como una figura relevante dentro de la cultura musical alternativa. Pero la fama le llegó con la película experimental Koyaanisqatsi, dirigida por Godfrey Reggio y producida por Francis Ford Coppola, en 1983. La simplicidad y la armonía consonante de esta obra, lo ubicaron dentro del movimiento minimalista. Así se dio a conocer en círculos más amplios.

Aunque no está de acuerdo con el encasillamiento, porque asegura que sus obras no son estáticas, característica propia de la música de este movimiento, Philip Glass en cierta medida ha dejado que la gente lo considere minimalista al optar en la década de los 90 por una postura más comercial y sencilla. Bandas sonoras de películas como La bella y la bestia, El show de Truman, Sin reservas y Las horas, entre otras, le han dado fama mundial.

Claro que para los que prefieren al Philip Glass alejado de lo tradicional y más cercano a lo experimental, están las más de 20 óperas de pequeño y gran formato, ocho sinfonías, dos conciertos para piano y conciertos para violín, saxofón, cuartetos y orquesta, con las que se ha consagrado como uno de los mejores compositores contemporáneos.

Por Redacción Cromos

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