"Uno ignora que quienes hacen la guerra también son víctimas", Ana María Estupiñan
Desde el mismo momento en que Juana Uribe, vicepresidenta del Canal Caracol, escuchó por primera vez la historia de La Niña, tuvo claro que el país debía conocerla, bien fuera en cine o por televisión. Fue Alejandro Eder, cuando ejercía como director de la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR, el que llegó un día a las oficinas del canal a contarles a sus directivos historias de las personas que decidieron dejar los grupos armados buscando integrarse a la vida civil. Les habló de los problemas para acceder a un empleo digno, de las dificultades para reconstruir sus familias, de la discriminación que sufrían tratando de tener una segunda oportunidad.
Pero fue la historia de La Niña la que conmovió a todos en la mesa. Una historia real que se resume así: una niña campesina que se ve obligada a entrar a la guerrilla a los ocho años, que conoció el monstruo de la guerra por dentro, que lo padeció y que se lo hizo padecer a otros, que por cuestiones del conflicto resulta en la vida civil, a los 16, buscando una oportunidad para rehacer su vida y que casi sin haber pisado un colegio, logró validar la primaria, el bachillerato, obtener un elevado puntaje en las pruebas de Estado y entrar a la facultad de una universidad privada a estudiar medicina.
Sigue a Cromos en WhatsAppY en ese proceso de varios años encontrarse con el rechazo y la estigmatización de la sociedad, incluso de su misma familia; con la persecución de unos verdugos, encarnados en sus antiguos compañeros, pero también en sus enemigos (un militar que la violó, torturó y enterró viva); con las barreras que impone un sistema para que una mujer excombatiente se reencuentre y sea capaz de recuperar su identidad, su familia y, de paso, el amor.
"Una sensación muy fuerte fue ponerme el uniforme camuflado, las botas y disparar armas, me dieron nervios solo disparando balas de salva a una pared. Entré en angustia”
Así nació La Niña, una serie que se emite por el Canal Caracol, protagonizada por Ana María Estupiñán, y que lleva a la pantalla la historia real de una jovencita que hoy debe contar con algo más de 20 años, que no ha terminado de estudiar medicina y que sigue en su proceso de reconstruir su identidad, su familia, de tener una vida después de la guerra.
Y así como ha conmovido a los televidentes, La Niña ha tocado varios corazones en medio de esta producción. A la primera que tocó fue a Juana Uribe, quien no dudó en traerse a la verdadera niña a Bogotá para conocer de primera mano su historia y hacerle la propuesta de la serie a los directivos de CMO, encargados de producirla, que a pesar de haber investigado el tema, no salían de su asombro con la truculencia de la historia; a María Estupiñán, quien lloró leyendo los primeros libretos y a todo el equipo —más de 1.500 personas— quienes no paran de comentar y lamentarse, en medio de las grabaciones, por esas realidades que no conocían de su país.
“Yo no paraba de llorar, no podía creer que eso le hubiera ocurrido de verdad a una niña, que podría ser mi sobrina o mis hermanas”, dice Ana María, al recordar la primera vez que tuvo contacto con los libretos. Estaba de vacaciones en Colombia, luego de terminar una serie para Nickelodeon. Vivía en Miami con su familia y tenía planes de estudiar. Pero al encontrarse con la posibilidad de encarnar a esta adolescente, su vida cambió.
Esta jovencita bogotana, de 24 años, con rostro y cuerpo de niña, dice que ahora ve la realidad colombiana con otros ojos. “Hacer este papel me ayudó a valorar a los niños de mi país, a preguntarme por qué como sociedad los empujamos a cambiar un lápiz por un arma”, dice convencida.
Y está muy agradecida por la oportunidad que le dio la vida de hacer este papel. “No se trata solo de lograr un trabajo actoral bueno, lo mejor para mí es la posibilidad de transmitir, enseñar y dejar algo a la sociedad, ser la voz de otras personas que han estado silenciadas”.
"No quisimos contar una historia de la guerrilla, sino del después, de su vida en la facultad de medicina, de su familia”
Ella, como la mayoría del equipo, no conocía las historias de las personas que han integrado los grupos armados. “Uno ignora que quienes hacen la guerra también son víctimas”, dice Ana María. Pero lo que más la aterra es que la sociedad sea indolente con los niños. Hablando con decenas de desmovilizados, el equipo de producción descubrió que la gran mayoría de los combatientes estuvieron en los grupos armados por problemas familiares, por ausencia de sus padres o por maltrato familiar.
Por eso están empeñados en evidenciar que ellos merecen una segunda oportunidad y que la sociedad y el Estado tienen un reto enorme para ayudarles en la restitución de sus familias. En el caso de La Niña su familia fue golpeada, desplazada, quebrada, pero era una familia fuerte, como la mayoría de nuestros campesinos, con una rudeza que puede rayar en el maltrato, pero que se puede convertir en una fortaleza para apoyarla y acompañarla en ese duro camino del regreso.
“La Niña logra regresar de ese infierno porque en el fondo ella siempre fue consciente de que había algo que no estaba bien, ella siempre se cuestionaba, y porque tuvo a su familia. La mamá era un poco dura pero es ella la que decide vender la finca para huir y protegerla y la que hipoteca la casa para que pueda entrar a la universidad”, explica Ana María.
La pregunta que surge es cuántos de los que dejan las armas encuentran esas posibilidades. De ahí la importancia, señala Juana Uribe, de que esta serie logre tocar los corazones de los colombianos hasta encontrarle un sentido al momento actual que vive el país, con un proceso de paz en curso, y con la probabilidad de que miles de excombatientes quieran reintegrarse.
“Belky tuvo la valentía de decir: ‘que mi pasado no decida mi futuro’. Yo quiero que los colombianos nos preguntemos ¿cuál es el futuro que queremos para nuestros hijos, el odio que nos ha invadido durante 60 años de guerra? Si es así nunca vamos a avanzar”, se cuestiona Ana María.
“Yo no paraba de llorar, no podía creer que eso le hubiera ocurrido de verdad a una niña, que podría ser mi sobrina o mis hermanas”
Y sigue hablando de las duras historias que encontró hablando con los desmovilizados, de cómo muchos de ellos repiten la historia de Belky, y varios de ellos se sienten representados en la niña de la serie. “Es increíble pero muchos de ellos no habían visto un edificio, un carro, no saben cómo usar una llave o una tarjeta débito. Hay muchas historias de gente que ha salido adelante, pero otros que se han estrellado porque cuando se enteran de su pasado, los echan del trabajo”.
En medio de su juventud, la actriz se atreve a sentenciar: “Para la sociedad no debe contar el pasado de estas personas, sino su presente y lo que ellos quieren para su futuro, ¿por qué no darles la oportunidad de una vida y una familia, si ellos pueden ayudar a construir este país?”.
Para Juana Uribe, Belky fue el personaje perfecto para poder contar la historia del conflicto en televisión. “No hay discusión, es una niña, así esté en combate o cobrando una extorsión, queda claro que ella está ahí obligada, es un personaje que conmueve. Hoy la niña tiene más de 20 años y todavía conserva la mirada de niña”.
Y explica que la producción decidió apegarse a la historia real. La verdadera niña ha estado informada de todo e incluso avaló contar los episodios más fuertes de su vida. “La vida de ella en el monte y las dificultades para integrarse a la vida familiar y laboral son reales, se recrearon algunas situaciones y personajes, sobre todo en la vida universitaria, pero sigue siendo una historia real”, aclara la vicepresidenta del Canal.
Clara María Ochoa, productora de CMO, reconoce que se enfrentaron al riesgo de que el país rechazara la historia por ser una guerrillera, pero que lo asumieron porque era más fuerte el deseo de crear consciencia sobre esta situación. Juana va más allá y dice que es posible que a la mesa de negociación de La Habana no le guste la historia porque se están contando cosas que no se han querido admitir. Y sabe que no es fácil tocar las historias complejas de los militares.
“Hay miedo de contar el conflicto, es un riesgo que hay que correr, a favor del país, de mi hija, de nuestros hijos”, sentencia.
“Para la sociedad no debe contar el pasado de estas personas, sino su presente y lo que ellos quieren para su futuro"
El Canal Caracol encargó a CMO la producción de la serie. Los libretistas fueron Ricardo Aponte, María Clara Torres, Leonor Sardi, Yamile Daza, Diego Osorio y Juana Uribe. Los directores son Camilo Acuña y Rodrigo Triana.
La construcción del personaje protagónico fue colectiva. Ana María cuenta que tuvieron entrevistas con varios desmovilizados y con personal de la ACR que atiende a esta población.
Ana María, por su parte, vio muchos videos de jóvenes reintegradas de la guerrilla para analizar cómo miran, cómo hablan, cómo se mueven. Leyó entrevistas, entendió su léxico, y habló muchas veces con Juana Uribe, la única persona que ha tenido contacto constante con la niña real.
Y fue Juana la persona que eligió la canción Te invito del grupo Herencia de Timbiquí, como la banda sonora de la serie.
La serie está prevista para 80 capítulos. La mayoría se graba en exteriores en Bogotá, Villavicencio y Acacias, Meta; y La Vega, Cundinamarca.
El médico psiquiatra y psicoanalista, Ricardo Aponte, ayudó a construir los personajes de la serie y a escribir sus libretos. En su concepto, el mayor reto era construir personajes con personalidad. “La premisa es que no existen buenos ni malos, solo seres humanos que se comportan de acuerdo al momento, que reaccionan según las circunstancias, que actúan por impulsos. Eso es la realidad”, explicó.
El aporte desde su conocimiento era analizar los personajes y sus entornos, y sobre todo, construir el mundo de la facultad de medicina, jerárquico como las estructuras militares, con algo de arrogancia y de sesgo discriminatorio, como lo muestra la serie y como es en la realidad.
Uno de los personajes más complejos fue la mamá de Belky y al respecto explicó: “Hay un concepto psicoanalítico que se llama ‘la madre suficientemente buena’, que es aquella que tiene errores, que no es perfecta, que se angustia, que dice barrabasadas, que tiene que resolver su proceso, su culpa y por eso es tan recia. La mamá de la niña quiere protegerla y no sabe cómo, por eso a veces obstaculiza. Pero su posición es entendible, es una madre buena”.
Lo más difícil para él fue darse cuenta de que a pesar de que él creía conocer a los seres humanos y su compleja relación con la guerra, descubrió cosas que nunca pensó que sucedieran. “Uno no para de sorprenderse”, remata.
Fotos: Camilo Ponce de León.